Debo admitirlo… Nosotros, como sociedad, somos responsables de la situación de inseguridad que estamos experimentando en nuestro país. Esta situación es resultado de una descomposición social en la que todos hemos contribuido.
Durante los últimos 40 años, los seres humanos hemos generado una gran variedad de formas de vida que están llenas de problemas y contradicciones. Estas situaciones ponen en peligro la estabilidad y el futuro de la humanidad. Por lo tanto, es crucial que resolvamos nuestros problemas actuales por nuestra cuenta.
Los sucesos que entristecieron recientemente a la sociedad de Zacatecas y que captaron la atención a nivel nacional e internacional, comenzando con la desaparición de siete jóvenes de la comunidad de Malpaso, Villanueva, Zacatecas, y posteriormente la muerte de seis de ellos, nos obligan a reflexionar sobre los errores que hemos cometido tanto como estado como como sociedad.
La falta de seguridad que estamos experimentando en nuestro país, al igual que en otras sociedades modernas, es el resultado de una desintegración social en la que todos hemos contribuido. Por lo tanto, es imperativo que todos nos unamos para encontrar una solución. La modernización y el uso de nuevas tecnologías en nuestra vida diaria han dejado a nuestros jóvenes más vulnerables en comparación con el resto de la población, y son ellos quienes enfrentan directamente y de manera poco identificable este problema.
Por lógica, tendemos a culpar al Estado por la falta de estabilidad y seguridad en nuestra vida diaria, y exigimos que el Estado nos devuelva la tranquilidad que solíamos tener en el pasado. Sin embargo, no consideramos que nosotros mismos, como padres y como sociedad en general, hemos contribuido a la multiplicidad de opciones de vida al permitir que nuestros jóvenes sean influenciados de manera significativa por factores externos al seno familiar, como el uso de nuevas tecnologías, amistades o influencias que no están alineadas con los principios y valores que nos inculcaron nuestros padres.
Es importante reconocer que la seguridad y protección de los jóvenes no es solo responsabilidad del Estado, sino que también recae en nosotros como padres y sociedad. Debemos recordar que es nuestra obligación cuidar y proteger a los jóvenes, al igual que lo hicieron nuestros padres en el pasado. En la sociedad actual es común ver a los jóvenes disfrutando de una libertad excesiva, sin control familiar y sin límites para divertirse. Esto los convierte en sujetos vulnerables para aquellos que buscan inducirlos al consumo excesivo de alcohol, drogas y a seguir influencias negativas presentes en algunas comunidades rurales y centros urbanos donde la cultura del narcotráfico tiene cada vez más influencia. Estos grupos delictivos promueven estereotipos de vestimenta, música y símbolos que pueden llevar a los jóvenes a buscar dinero fácil, mientras sus padres, por descuido, complacencia o falta de conocimiento, no actúan ni detienen estas conductas.
Es importante crear una estrategia gubernamental dirigida a recuperar los valores, la disciplina, los principios y el estilo de vida dentro de las familias, con el objetivo de restablecer la seguridad y reconstruir la estabilidad social. De esta manera, podremos garantizar a los jóvenes un futuro académico y laboral seguro, al mismo tiempo que debilitamos de forma natural las estructuras del crimen organizado, las cuales se han fortalecido debido al debilitamiento de los valores familiares en las sociedades modernas.
No debemos depender únicamente del Estado y sus instituciones para cuidar y educar a nuestros jóvenes. Como padres, maestros, empresarios y miembros de la sociedad en general, debemos asumir plenamente nuestra responsabilidad en la formación de nuestros jóvenes y en inculcarles principios y valores.
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