Después de la declaración del director del FBI James Comey de no acusar a Hillary Clinton en el caso de los mails los mercados votaron por ella y se fueron al alza luego de la baja por el temor de una victoria de Donald Trump. Cuando éste empezó a proyectarse, casi al final de la jornada electoral, la bolsa de Tokio, entre otras, volvió a descender. Ese 20% de indecisos de las últimas encuestas que al momento del voto se pronunciaron por el magnate inmobiliario habría sido un factor determinante.
La antipatía hacia Hillary Clinton se explica. Los estrategas demócratas debieron contar con el rechazo que ella generaba en vastos sectores sociales que la veían como alguien del establishment. Pero prefirieron cegarse a la realidad.
Quizás la respuesta del enigma se encuentra en la siguiente pregunta que se hacía un joven empleado de zapatería de la pequeña y apacible ciudad de Kittery en el Estado del Maine con el que conversé del tema la semana pasada: ¿Cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí; que tengamos que votar por Hillary Clinton, sabiendo quién es y quienes la apoyan, para no caer entre las garras de la extrema derecha populista de Trump y de los sectores racistas, ultra capitalistas y xenófobos del país?”. Y agregaba que si él y sus amigos apoyaron a Sanders en las primarias, no irían a votar por Hillary “porque todo esto, tal cual se juega, es una farsa”.
Así como los analistas no previeron el triunfo del Brexit en Gran Bretaña, éstos tampoco previeron el triunfo de Trump. Estados que votaban por los demócratas desde hace décadas como Wisconsin se pronunciaron por el candidato del Partido Republicano.
Analistas internacionales afirmaban que sea cual fuere el resultado de las elecciones de este martes, los EE.UU. no serán el mismo país. Hasta el final Donald Trump se negó afirmar que reconocería el triunfo de la contrincante demócrata. El triunfo del magnate del inmobiliario es chipe libre para todo tipo de violencias contra los trabajadores inmigrantes mexicanos y latinos. Otro elemento insoslayable: pese a la rigidez de las instituciones se instaló la incertidumbre política y ésta permanecerá por un tiempo en la sociedad estadounidense. Difícil de evaluar prever el las medidas inmediatas que tomará un Trump después de una campaña que se reveló impredecible.
De manera general los especialistas sostienen que la potencia mundial será un país “polarizado” y “dividido” después de una encarnizada campaña donde de todas maneras dominó el dinero de las grandes fortunas, los epítetos propagandísticos ahogaron las preocupaciones reales de los norteamericanos y los sueños imperiales de grandeza sirvieron para agitar los bajos instintos de los grupos de la ultraderecha fiel a Trump, pero sirvieron para poner en sordina el ánimo guerrero de los Clinton.
Si en la primera campaña de Barak Obama se enfatizó que los fondos venían de los ciudadanos de abajo, ésta ha sido financiada desde arriba con los fondos de los poderosos. Es decir que la política norteamericana es totalmente cautiva del dinero que financia la logística, la publicidad propagandística y el tiempo de antena en los poderosos conglomerados mediáticos de la comunicación. En los dos casos la “democracia de las encuestas” (o post democracia para algunos) es el triunfo del dinero. Y en ambos no lo es por ninguna buena causa.
Si sabemos que Trump declaró estar dispuesto a lanzar una guerra nuclear y a modernizar el aparato militar (para regocijo del complejo militar-industrial que ya apoya a H. Clinton), sostuvo que dejaría que los europeos se las arreglaran solos en caso de conflicto, además de profesar simpatía hacia Putín para llegar a acuerdos en la “guerra contra el terrorismo” (contra ISIS-Estado Islámico por ejemplo), nadie sabe con certeza cual será el arco de alianzas internacionales ni los objetivos de un Trump imprevisible, que se declaraba “aislacionista y no intervencionista” para “recuperar la grandeza” de América según reza su lema de campaña.
Trump hizo campaña contra, según sus palabras, “la élite política y mediática que había conducido a la ruina a este país”. Y de manera hábil logró presentar a H. Clinton como una política corrupta. El magnate inmobiliario que no tiene ninguna sensibilidad por el medio ambiente dijo estar dispuesto a reforzar los aparatos policíacos y represivos internos responsables de las muertes de jóvenes afroamericanos y del profundo malestar en estas comunidades. Además, afirmó que no hesitaría en combatir la entrada de trabajadores centroamericanos y en construir su famoso muro en la frontera con México.
El ánimo grosero, provocador y sexista del candidato opacó las definiciones programáticas del establishment político y mediático que representó Hillary Clinton.
Hillary Clinton, quien personificó la derechización del Partido Demócrata, fue la peor candidata del Partido Demócrata en las actuales circunstancias. Ella siempre ha sido una belicista unilateral con un diseño imperial y militar concreto. Desde el senado ha sido impulsora de los tratados de libre comercio que imponen la hegemonía de las grandes corporaciones extractivas y financieras. Es adepta de todos los tratados de libre comercio como el TPP y por eso los trabajadores no la quieren, pues esos acuerdos destruyen empleos con las importaciones que podrían ser generados por la producción local.
Además, se ha ignorado que la Sra. Clinton contó con el apoyo indefectible de Wall Street y de los halcones intelectuales republicanos (del partido rival, que no están con Trump) como los Bill Kristol, Richard Perle, Paul Berman, David Horowitz y Robert Kagan. Estos neoconservadores, ideólogos de la guerra y de la ocupación de Irak fueron directamente responsables, en tanto consejeros, de la aventura guerrera de G.W. Bush que desestabilizó definitivamente el mundo árabe-musulmán. Por lo tanto, son los responsables intelectuales del descalabro y la crisis humanitaria en la región así como de la emergencia del terrorismo sunita, del apoyo a las petro-monarquías del Golfo como Arabia Saudita, del reforzamiento del Estado de Israel y del intento de demonizar a Irán.
SANDERS EXPRESÓ LA NECESIDAD DE CONSTRUIR UNA ALTERNATIVA AL DUOPOLIO DEMÓCRATA-REPUBLICANO
Si la contienda entre Hillary Clinton y Donald Trump mostró lo peor de la política cuando ésta se exacerba en las estructuras capitalistas y las instituciones de la representación liberal, la carrera presidencial de Bernie Sanders en las primarias demócratas no sólo trajo un aire fresco a la política norteamericana y un cuestionamiento de fondo al sistema de partidos sino que planteó la necesidad ineludible de construir una tercera vía alternativa en el corazón del Imperio que responda a las necesidades de igualdad y bienestar de los millones de ciudadanos norteamericanos, trabajadores asalariados, inmigrantes, mujeres, jóvenes y estudiantes. Y este es el verdadero problema y desafío para la sociedad norteamericana y para las fuerzas alternativas en los EE.UU.
No obstante, la actitud final de la candidatura de Sanders fue interpretada como la entrega de un caudal político-electoral progresista al sector hegemónico conservador del Partido Demócrata. Después de saberse que la cúpula del partido había apostado por Hillary Clinton y conspirado contra él (lo que se supo por el pirateo de los mails de los dirigentes demócratas adjudicado a Rusia), su apoyo fue considerado como insoportable por muchos. El senador y ex candidato Bernie Sanders, con sus planteamientos de “hacer una Revolución Política”, de no intervencionismo, de defensa de los trabajadores, de universidad gratis y de aumento de impuestos a los más ricos galvanizó a millones de ciudadanos norteamericanos. Y el que no haya condicionado su apoyo a Hillary Clinton confundió y decepcionó a muchos.
Es claro que otra opción existía: la de unirse con la candidatura ecologista de la Dra. Jill Stein para hacer un frente democrático visible que abriera oportunidades nuevas; quizás no para ahora, pero pensando para el futuro. Era lo que le reclamaron a Sanders muchos de sus adeptos y críticos: potenciar una alternativa al duopolio Republicano-Demócrata para impedir que Trump se aprovechara del rechazo a las políticas neoliberales de la fracción hegemónica de la elite dominantes que representaba la candidata Clinton.
Es la urgencia de la construcción de otro eje político el que comienza a ser debatido. Que agrupe a los ecologistas, los socialistas, las feministas anticapitalistas (que se desmarque del feminismo neoliberal que apoya a H. Clinton, postula la teórica del feminismo Nancy Fraser). A los pacifistas, sindicalistas, luchadores afro y latinos americanos, así como a los progresistas de la comunidad asiática.
En el fondo, el problema de la política contemporánea es su captura por el capital. El triunfo de Trump es la prueba. Las instituciones de las democracias-liberales-representativas forjadas después de la Segunda Guerra mundial en occidente no supieron lidiar con el poder del dinero. Se acabó un ciclo de la institucionalidad política. La que fue exportada a los confines del planeta siguiendo la profecía ex post del neoconservador Francis Fukuyama. La institucionalidad liberal facilitó el poder de los partidos y consumó el divorcio con las sociedades civiles. Y este dato, del cual Trump sacó provecho, es un aspecto clave de la crisis (de la representación liberal) que recorre el mundo después de la caída de los regímenes burocráticos que se reclamaban socialo-comunistas y que también excluían al pueblo ciudadano del ejercicio real del poder (es evidente: si hubieran contado con el apoyo de sus pueblos no se hubieran derrumbado como un castillo de naipes).
Sólo una visión estrecha de los Estados Unidos presente en muchos sectores de las izquierdas latinoamericanas y fruto del campismo de la Guerra Fría ignora las luchas sociales, de clase, estudiantiles y feministas que han atravesado el país del norte dominado por una elite imperial.
Es la falta de una izquierda democrática organizada (que apoyó a Obama y después levantó a Sanders) por fuera del partido demócrata y que rompa con el duopolio partidario Demócrata-Republicano la que explica en gran parte la miseria de la política estadounidense de hoy y el secuestro de la voluntad ciudadana por el chantaje de tener que votar por el mal menor para despertar con la pesadilla hecha realidad de tener la peor política posible.
Leopoldo Lavín Mujica, Québec, Canadá.
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Post y Contenido Original de : El Ciudadano
http://www.elciudadano.cl/2016/11/09/337589/la-peor-de-las-sorpresas-y-de-las-verguenzas/
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