No ambiciones lo que no mereces.
Manuel Gómez Morin
Hemos sido rigurosos y un tanto ligeros para juzgar al sistema político que prevaleció de 1929 a 2000. De ninguna manera me gana la nostalgia ni pretendo proponer su retorno. Sólo quiero destacar algunas cualidades que explican, en parte, un largo periodo de estabilidad política y desarrollo económico.
Los viejos priistas, por lo general, supieron seleccionar personas con perfiles idóneos para los diferentes cargos de la administración pública. Se necesitarían varios artículos para mencionar a quienes asumieron, con responsabilidad, las tareas encomendadas. Desde luego, hay excepciones.
Otro aspecto digno de destacar es la habilidad para operar con eficacia. A muchos se les recuerda por su sensibilidad para equilibrar las confrontaciones, privilegiar el cuidado de la gobernabilidad y tender puentes a los adversarios.
En 1939 nació Acción Nacional. Se ha sostenido que fue para oponerse a Lázaro Cárdenas, lo cual es falso. No se hubiera creado cuando el periodo gubernamental estaba por concluir y hubiera desaparecido en el sexenio de Ávila Camacho, anticardenista en todas sus políticas públicas. Desde luego, había una confrontación ideológica, como lo prueban distintos documentos. Cárdenas sostenía el estatismo inspirado en el nacionalismo revolucionario, mientras que Gómez Morin proponía principios liberales y democráticos.
La historia se repite, hoy la contienda es similar. He ahí la importancia de la sesión del consejo panista el pasado sábado. Se recuperó una buena tradición: el debate, la confrontación de ideas, la capacidad autocrítica. Las casi 50 intervenciones señalaron aciertos y errores. Se habló con franqueza, con referencias históricas, políticas y éticas, con un buen nivel cultural. En otras palabras, tuvo el valor de verse a sí mismo y fortalecer la convicción de aspirar a una patria ordenada y generosa.
No es exceso de optimismo y creo que así lo consideran muchos consejeros: el PAN tiene viabilidad. Es una oposición responsable; su compromiso con México lo lleva a defender las instituciones, el Estado de derecho y la democracia.
Ahora viene lo más difícil: elegir la nueva dirigencia. En las diversas participaciones se fue decantando su perfil: panistas probados, con autoridad moral y política, con un discurso sustentado en la doctrina y con un auténtico humanismo político, lo cual implica un trato con sensibilidad a los militantes para alcanzar lo que Efraín González Luna atinadamente llamaba “camaradería castrense”. Evidentemente, varios aspirantes no cubren ese perfil. A ellos corresponde una reflexión ética para descartarse.
En los últimos tiempos ha prevalecido en el PAN la opacidad. Como bien lo expresa Elias Canetti: “El secreto ocupa la misma médula del poder”. Es necesario airear todos los asuntos. Para ello debe haber varias sesiones del consejo, incluso sugeriría que se declarara en sesión permanente. Hoy, más que nunca, son pertinentes las palabras de Jacqueline Peschard: “Si con algo está reñida la democracia es con la singularidad excluyente”. Lo contrario a la institucionalidad es el interés de grupo o la forma deshonesta de ganar adeptos. La dirigencia y el órgano creado para conducir el proceso tienen la obligación de evitarlo.
En el escenario actual, me atrevo a pronosticar que Morena tendrá una vida efímera, por haber surgido en una coyuntura, por depender de un solo hombre y por no tener un ideario que le dé coherencia. Es factible que el PRI prevalezca por el profesionalismo de sus militantes. Al resto de los partidos no les concedo mayor relevancia.
Es la oportunidad del PAN.
Source: Excelsior