CIUDAD DE MÉXICO.
Melquiades Sánchez Orozco decía que podía andar por las calles con tranquilidad, hasta que cometía el “error” de abrir la boca. Apenas lo escuchaba la gente y no faltaba el que se le acercaba y le decía: “¡usted es la voz del Azteca!”.
Así pasaron 52 largos años, desde la inauguración del Coloso de Santa Úrsula. “Habían pasado dos semanas de su inauguración y yo era locutor de Radiópolis, cuando el señor Emilio Azcárraga Milmo le llamó a mi jefe (Pastrana) y le ordenó que me mandara al estadio. Que el Azteca necesitaba un locutor profesional”, platicaba Melquiades, a quien los amigos le decían Perraco.
Se confesaba pintor, escritor y fotógrafo. Tenía su casa llena de cuadros y llegó a hacer exposiciones con sus obras. Escribió sobre su natal Tepic y solía caminar por las calles del centro, sin rumbo fijo, cazando imágenes con una de sus tantas cámaras de colección.
Sin embargo, la gente sólo quería escuchar de su boca aquel gol de Pelé en la final contra Italia en México 70, el tanto de media cancha de Reinoso o el gol del Barrilete Cósmico en México 86, aderezados con aquello de … “gol anotado por”… “brandy Bobadilla 103 informa: cambio en el equipo”… “mete un golazo Tutsi Pop”.
O prender la tele y escuchar: “solicitamos su colaboración para localizar a un niño que sufre de sus facultades mentales”.
Melquiades sólo faltó al Azteca el día que murió su esposa Isela. También falleció su hijo. Entonces decidió ausentarse, dejar de tomar fotos y pintar cuadros.
El domingo falleció a los 90 años por causas naturales.
MELQUIADES SÁNCHEZ
Nació en Tepic en 1928 y a los 18 años se mudó a Guadalajara, donde comenzó como locutor. En 1956 ingresó a la XEW en el DF y se convirtió en la voz del Azteca en 1966. También fue voz del Canal 5 en Servicio a la comunidad.
cva
Source: Excelsior