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La magia de la tierra: Descubriendo el poder alimenticio desde la infancia

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La magia de la tierra: Descubriendo el poder alimenticio desde la infancia

Cuando somos niños, la sensación de tocar la tierra es algo único y emocionante que nos llena de alegría mientras jugamos.

Dedicado a Daniel Meléndez Fajardo, por su habilidad para sorprenderse.

Ese domingo en particular era realmente bonito. Los dos niños, que recientemente habían cumplido cuatro años, disfrutaban del sol primaveral mientras exploraban la huerta y aprendían sobre cómo crecen las plantas y los cultivos, especialmente las frutas.

A esa edad, tener contacto con la tierra es una experiencia única que hace que los juegos sean aún más emocionantes. Los niños se van acostumbrando poco a poco a las plantas de maíz, frijoles, calabazas, sandías, girasoles, y especialmente muestran un mayor interés en buscar su pequeña regadera de juguete para regar el ajo, las cebollas, el repollo y las zanahorias. Jugar con agua y combinarlo con la manipulación de la tierra reemplaza otras actividades de entretenimiento, como lanzar piedras a diferentes blancos, columpiarse o andar en bicicleta.

Siguiendo los consejos de los adultos, en cada visita, los niños "colaboraban" regando las plantas de cultivo, pero lo que realmente les emocionaba era mojarse los pies y la ropa de forma "accidental".

En ese momento, el abuelo tenía preparada una sorpresa al darse cuenta de que las zanahorias estaban listas para ser cosechadas. Era la primera vez que las había sembrado y se dio cuenta de que estaban maduras al notar que varias de ellas tenían las hojas y el tallo faltantes, además de que la parte superior de los tubérculos estaba cortada justo en la superficie. Podía verse un color naranja fresco y jugoso.

Una vez más se ha demostrado que los animales del campo son los primeros en darse cuenta del momento adecuado para ser cazados y consumidos. En esta ocasión, los conejos fueron los primeros en hacer la prueba.

Con una cubeta con agua y una herramienta para escarbar, entraron al huerto y se les enseñó el área donde se habían sembrado las plantas.

Comenzaron moviendo un poco la tierra para que los niños pudieran disfrutar de la satisfacción de sacar las raíces agarrándolas desde las hojas, y quedaron sorprendidos al ver el tubérculo. Decidieron limpiarlas con agua de forma intencional, cortar un trozo y mostrarles que podían comerla al instante. Sabiendo que a los niños les gustaba el sabor de esa verdura, esto formó parte de una experiencia gratificante.

El niño llamado Daniel miraba las zanahorias con sorpresa y una expresión de emoción en su rostro. Esto preocupó a las personas que estaban con él cuando lo escucharon decir espontáneamente y con una gran comprensión, mientras sostenía un manojo de zanahorias en sus pequeños brazos: "¡Esto es comida! ¡La tierra nos da comida!"

¿Cuántos pensamientos, reflexiones y a qué ritmo ocurrían en su mente? ¿Cómo se manejaba la complejidad de la información que había recibido y que ahora estaba activando sus neuronas?

¿Qué descubrimiento de gran importancia estaba realizando?

De forma instintiva, comenzó a correr con grandes zancadas hacia donde se encontraba su madre, a aproximadamente doscientos pasos de distancia, para compartir la novedad y celebrar la hazaña.

¿Te acuerdas, amable lector o lectora, de cuando y a qué edad descubriste algo similar en tu vida relacionado con los alimentos que provienen de la tierra?

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