Conocí a un jovencísimo Joël Dicker cuando publicó su primera novela en 2012. Nos invitaron a comer con él a un grupo bastante reducido de periodistas culturales que habíamos podido leer las galeradas de La verdad sobre el caso Harry Quebert (Alfaguara) y quedamos unánimemente entusiasmados después de haber devorado su novela.
Nos encontramos ante un chico tímido, joven, elegante y muy atento a todo lo que le queríamos decir. Todos le auguramos un gran éxito pero nunca pensamos que fuera a ser tan rotundo y duradero (le valió una lluvia de premios literarios y su novela se ha convertido en una miniserie dirigida por el director francés Jean-Jacques Annaud) y ahora, cuando vuelvo a coincidir en un hotel de la madrileña Gran Vía, puedo decir que no ha cambiado mucho.
Tiene más tablas, ha aguantado estoicamente viajes, entrevistas, tertulias, siempre con una sonrisa perfecta, como de anuncio de dentífrico pero se intuye charlando con él que ya es un hombre, un hombre joven, pero un hombre en todo caso. Dicker además se ha casado, ha ganado experiencia y piensa lo que dice. Es un hombre inteligente y reposado que mira a la cara cuando contesta. Sin embargo no ha cambiado su método de escritura y viendo los resultados no le hace falta. Cuenta desde su primera novela que no planifica, que se deja llevar, que escribe con música y que si supiera hacia donde va cuando escribe, se moriría del aburrimiento.
Este joven y exitoso narrador suizo que ha vendido más de cuatro millones de libros tras entrar por la puerta grande en territorio del ‘best seller’ de calidad, irrumpió con La verdad sobre el caso Harry Quebert y El libro de los Baltimore. Ahora renuncia a su personaje fetiche, Marcus Goldman, y regresa con La desaparición de Stephanie Mailer (Alfaguara) número uno en las listas francesas desde su publicación en marzo. El vértigo no aparece asomar en la actitud de Dicker, a pesar de las cifras mareantes que le rodean. Con 33 años recién cumplidos ha vendido cuatro millones de libros, está valorado como uno de los mejores autores en lengua francesa, y cuenta con miles de seguidores que se declaran dickeradictos. Algunos críticos y periodistas le llaman “el niño prodigio de la intriga”.
La acción de su nueva novela transcurre como en las anteriores, en la costa Este de Estados Unidos en un pequeño pueblo costero de los Hamptons y la novela, relatada en dos tiempos , 1994 y 2014, está pensada para ser leída casi de un tirón. Son cerca de 650 páginas, treinta personajes y un cuádruple asesinato como telón de fondo, pero se tratan temas de gran calado como la corrupción, el machismo y el maltrecho universo del sector editorial… Una historia en la que Dicker se moja más que nunca con los temas candentes de la sociedad del siglo XXI. Tras su apariencia de novela negra americana, esconde una novela coral al más puro ruso. Es un libro con una arquitectura narrativa muy virtuosa y adictiva.
–Me han contado que su primera versión era casi el doble de larga y que transcurría en Ginebra donde usted vive.
– (ríe) ¡Es cierto! Se ha informado bien. En esa primera versión había 40 personajes y quise que transcurriera en Ginebra pero creo que como soy de allí y además vivo allí, no había la suficiente distancia para convertirlo en el territorio de la novela pero seguramente acabaré escribiendo una novela que transcurra en Suiza.
– Contaba ya en su primera novela que no planifica, que va escribiendo sobre la marcha pero supongo que por lo menos conocería el final.
– Para mí, el placer de la escritura de una novela reside en descubrir lo que va a pasar. No puedo saber cuál va a ser el final porque si lo conozco de entrada tengo la sensación de que ya no necesito escribir. Cuando leo, lo que me gusta es tener ganas de descubrir lo que pasa. Y, para mí, al escribir tiene que ser lo mismo. Así que en un 90% la novela fue igual para mí al escribirla que para usted cuando la leyó.
–¿Y en qué se fue el 10% de diferencia?
– En el margen para retroceder si me convenía cambiar algo, como el sexo de un personaje: uno iba a ser un hombre y decidí que sería mejor si fuera una mujer.
–Su novela no está compuesta por psicópatas y asesinos en serie…
– No, son gente normal que en un momento de su vida patinan y ven cómo su vida cambia radicalmente. Creo que nos puede pasar a cualquiera de nosotros.
– Ha conocido el éxito a lo grande pero antes de ello conoció el fracaso. ¿Los fracasos ayudan a relativizar el éxito?
– Por supuesto. Es verdad que mis libros anteriores a Harry Quebert fueron rechazados por diferentes editoriales en muchas ocasiones . Sé qué es que te digan que no y hoy en día, el éxito me obliga a querer superarme y a poder hacer lo que más me gusta que es escribir.
– Me ha emocionado la dedicatoria que ha escrito a su editor y amigo que ha fallecido no hace mucho.
– Sí, le debo mucho, le debo todo y no solo por el éxito que he tenido sino porque él fue el responsable del éxito de Harry Quebert. Él supo despertar la curiosidad de los periodistas, el que supo convencer a los libreros y luego ellos lo han compartido con los lectores y los clientes. Él fue el que se puso en contacto con los editores extranjeros y que les interesara mi novela. Él me construyó una red de editores de calidad mundial y supo elegir la mejor adaptación cinematográfica entre cien proyectos y tenía razón y me enseñó modestamente su oficio. Espero y deseo que durante el tiempo que compartimos juntos, me enseñara su saber hacer. No sé si eso se puede enseñar pero por lo menos espero haber aprendido de su paciencia para tomar decisiones y de su capacidad de reflexión. El, que tenía una carrera increíble y un bagaje enorme, cuando tomaba decisiones, podría haber hecho como muchos, elegir rápidamente este proyecto si, este no, sin embargo reflexionaba y se tomaba su tiempo. No era rotundo en sus respuestas, preguntaba, pensaba, dudaba y reflexionaba. Era un hombre muy inteligente.
– Le he escuchado decir que esta no es una novela policíaca pero algo de este género si que tiene ¿no le parece?
– No creo que sea una novela policíaca porque la novela policíaca responde a unos criterios muy precisos. Entre ellos, que el libro se centre en un crimen y en su resolución y todos los elementos del libro tienen que girar en torno a la resolución del caso y este libro no es el caso, aunque si hay una parte de investigación. Esta novela tiene muchos elementos que no tienen un vínculo con el crimen.
– Le escuché decir que el germen de esta novela no fue una escena en particular, ni una idea, sino un personaje.
– Si fueron varios personajes. Empecé con el personaje de Anna porque para mí era importante empezar con un personaje femenino fuerte y central porque creo que no lo logré con mi primera novela. He arrancado de ella pero luego he tenido que ir escribiendo la historia y ahí aparecen muchos personajes que aparentemente no tienen ningún vínculo entre ellos pero que luego iremos viendo que no siempre es así.
– ¿Se organiza fichas o algo similar para manejar esa treintena de personajes?
– No, sin fichas. Considero que si tuviera que tomar notas y apuntar las características de mis personajes en un cuaderno sería porque algo no marcha bien. Si yo, el autor, necesito notas, un bastón para ir avanzando en la historia, querría decir que algo no funciona. A mí me gustaría que el lector de mi libro lo leyera en el metro, en el autobús o en su casa sin tener que sacar un esquema. Si está claro para mí, creo que será igual para lo demás.
– Esta me parece una novela tan coral y con bastantes saltos, muy adictiva y que hay que leer bastante seguida, sin demasiadas pausas.
– Es verdad que yo también creo que hay que leerla muy rápido, sin demorarse demasiado porque sino te puedes perder un poco, pero creo que tiene que haber también literatura que se pueda abordar como las series de hoy en día… La gente tiene ese mecanismo. Cuántas veces me encuentro con gente que me dice que le va a tomar mucho tiempo leerlo, pero a la vez se pasan el fin de semana viendo diez horas una serie de televisión. Esa manera de divertirnos, pasando ocho, diez hora con algo, lo hacemos y si se hace para la televisión, yo me he planteado que se puede hacer con una novela.
– ¿Ha participado en la serie sobre su novela?
– Jean-Jacques Annaud ultima la post producción de una serie basada en mi primer gran éxito -la sexta novela que escribí y la segunda que publiqué- y estoy encantado. La estrenará en los próximos meses. La serie es muy buena y estoy contentísimo con el proyecto y el trabajo de Annaud, pero no he participado. He estado muy presente, pero tengo muy claro que una cosa es la novela y otra su traducción a imágenes.
– La redención es un tema que está en la novela. ¿Todos necesitamos redimirnos de algo?
– Yo diría que sí. La verdad es que tenía esos personajes que llegan al libro y pienso, anda, esto le puede ocurrir a tal personaje pero al final es verdad que la idea de la redención que partió como una idea marginal fue creciendo y se convirtió en una de las ideas principales de la novela. Hay ideas que son como una semilla que van creciendo y a veces se convierten en una flor, en un árbol. No sabemos bien qué tamaño va a adquirir la semilla.
– Por lo que hemos hablado y lo que le he ido escuchando, me da la sensación de que es un hombre al que le gustan las sorpresas.
– No sé si me gustan las sorpresas, pero sé que no me gustan las autopistas, ni los caminos trillados.
– Hay muchas autopistas en Estados Unidos. Lo sabe bien usted que ha pasado muchos veranos allí, además de que ha elegido ese país como escenario de sus novelas.
– (Ríe ) ¡ Es verdad ! Pero lo bueno es que no estamos obligados a cogerlas. Me gusta perderme por carreteras secundarias.
– ¿Volverá a transcurrir su siguiente novela en la costa Este de Estados Unidos?
– No puedo prometer nada. Es un país que me gusta mucho, con sus efectos pero me gusta y creo que habrá más novelas con ese escenario pero también sé que quiero hacer otras cosas. El día que una de mis novelas transcurra en Ginebra, será que he traspasado una etapa, que he llegado a una madurez y a una distancia sobre mi ciudad, necesaria para poder escribir sobre ella.
– Cuando le conocí trabajaba en el Parlamento Constitucional en Ginebra. ¿Sigue trabajando allí?
– Sí, trabajé para el Parlamento Constitucional en Ginebra pero el mandato en el que estuve terminó y me he embarcado plenamente con mis personajes y con mis novelas. Esta última novela me ha tomado casi tres años escribirla. Disfruto mucho haciéndolo, creando mundos, personajes…
–Sus policías son hombres de calle y poco despacho y laboratorio.
– A mí me interesa mucho más una investigación sobre el terreno que con los ordenadores. En la novela, que un policía toque a la puerta de alguien me gusta mucho más que alguien que lleva algo a analizar al laboratorio. Creo que la ciencia mata un poco la novela. El policía de calle da mucho más juego.
– Le he escuchado muchas veces hablar con gran admiración de Philip Roth
– Es uno de los autores que más me ha marcado por los libros que escribió y por el personaje que él fue. Esto también me ocurre con el escritor francés Romain Gary.
– ¿Puede leer durante el proceso de escritura? Muchos autores dicen que son incapaces y que además no quieren “intoxicarse”
– Leo mientras estoy escribiendo mis novelas pero hay momentos excepcionales en los que ni puedo leer, ni hago deporte ni escucho música. Es ese momento en el que estoy tan absorbido por la novela que no tengo tiempo para nada. Luego empiezo a encontrarme mal físicamente y tengo que romper con ese círculo.
– ¿Tiene ya un proyecto nuevo entre manos?
– Estoy viajando mucho con la promoción de la novela y no es fácil centrarse, pero empieza a haber algo, unas ideas, unas ganas … Así arranco, esos son los primeros pasos pero no puedo contar más. Como te dije, ni yo mismo sé a dónde voy, pero sí sé que es una experiencia y un viaje extraordinario.
SIGA LEYENDO
90 años de “Cosecha roja”, la obra fundacional de la novela negra
La increíble historia de Carlos Zanón y su abuela mentirosa y asesina
Source: Infobae