El foco de la información del 14 de agosto de 1968 se centró en la fuerza que volvió a proyectar el movimiento estudiantil. Fue a partir de una manifestación que arrancó en el Casco de Santo Tomás y terminó en el Zócalo de la Ciudad de México. Se reunieron 150 mil personas en absoluto orden, sin un solo percance.
Excélsior publicó en su primera plana de hoy hace 50 años la crónica del reportero Antonio Ortega. La nota titulada “Alumnos y maestros en gigantesco mitin”, arranca así:
Incontables miles de estudiantes y maestros marcharon ayer en una manifestación sin precedentes –por el orden y la organización–, desde el casco de Santo Tomás hasta el Zócalo para participar en un mitin imponente.
El desfile —sigue el texto de Ortega— se inició a las 16 horas en la Plaza del Carrillón. El mitin terminó en la Plaza de Armas a las 21:05 horas. A las 23:00 horas el parte policiaco fue: “sin novedad”.
La información de ese 14 de agosto de 1968 explicaba que aquello había sido una protesta contra la represión policiaca —a la fecha los estudiantes se habían enfrentado en 3 ocasiones a las fuerzas del orden—, y en apoyo al pliego de peticiones de los estudiantes para que entre otras cosas renunciaran tres jefes policiacos, desaparecieran el grupo de granaderos, se derogara el artículo 145 y 145 bis del Código Penal y se dejara en libertad a los presos políticos.
Se publicó que en la marcha hubo acres críticas para los malos funcionarios, para quienes atentan contra los derechos democráticos y para los malos informadores, dijeron los estudiantes.
En la Plaza de la Constitución, atiborrada de gente, hubo cinco oradores: Félix Hernández Gamundi —sucesor de otro histórico del Movimiento, Raúl Álvarez Garín al frente del Comité 68—, que después de ser arrestado y condenado recibió una sentencia de 16 años de prisión.
José Tayde Aburto, Fausto Trejo, Ariel Contreras y Eduardo del Valle, mejor conocido como El Búho.
Ésta es una muestra cívica de la madurez de la juventud, que sabe guardar el orden y es responsable d sus actos cuando se trata de defender los derechos de todo el pueblo, la libertad de reunión y la libertad de expresión”, dijeron desde la tribuna los estudiantes.
En el acto, de acuerdo con la nota publicada en Excélsior, los estudiantes quemaron la efigie de cartón de un gorila vestido como granadero, ante los gritos de miles: Puede haber orden y no habrá violencia sin granaderos…”
En el mitin de hoy hace 50 años se tocó el tema de una larga lucha dinámica, con creciente unión de fuerzas obreras y campesinas, en el caso de que las autoridades no dieran respuesta al Pliego de peticiones.
Como en otras marchas, la que narró Antonio Ortega en estas páginas, apareció el apoyo social. Hubo gente que se acercó a los jóvenes; turistas que no perdieron la oportunidad de vivir el momento de cerca. Cuando parte de la columna desfiló sobre Paseo de la Reforma mucha gente se asomó por ventas de edificios de oficina y hoteles para ver a los jóvenes marchar. Los aplausos de apoyo y aprobación se multiplicaban.
Para proteger la marcha de intrusos, los estudiantes, con sus brazos formaron un cordón. Al llegar al Hemiciclo a Juárez cantaron algunas estrofas del Himno Nacional. Las cortinas de los establecimientos del centro de la ciudad fueron bajadas mucho antes de que la columna de estudiantes pasara por el lugar. Pero los empleados de los comercios fueron testigos del río de gente que pudo llegar al Zócalo.
Escribió Ortega: “Eran las 19:00 horas cuando entró la cabeza de la manifestación. Las puertas de Palacio Nacional estaban cerradas, la del centro se abría por momentos. En los balcones superiores, abiertos, algunas personas observaban el acto”.
MULTITUD
Los miles y miles que poblaron aquella noche del 13 de agosto la plancha de Zócalo tardaron en rellenarla una hora. “A coro, centenares de voces contaron de uno a treinta y dos, para exclamar finalmente ¡muertos!”.En el mitin, Tayde Aburto se refirió a la enorme cantidad de gente que había participado en la manifestación. “Se justifica por la falta de atención a las demandas planteadas. Hemos venido porque queremos que México se dé cuenta de la verdad, de la realidad. No somos los “cincuenta agitadores” que han manejado en sus manos los malos informantes de la opinión pública, la prensa vendida incondicional al régimen. ¿Estamos divididos?, preguntó el orador a esa multitud, y un ¡No! Unánime fue la respuesta” .
Fausto Trejo habló por la Coalición de Maestros. Dijo que estaba presente por propia convicción, sin coacciones ni presión de grupos ni de tendencias ideológicas. Insistió en la retirada de las unidades del Ejército, a cuyo paso la gran plaza se sentía vibrar. Se retiran porque somos respetables, por nuestra actitud.
El profesor criticó a Corona del Rosal, por haberse dirigido a los trabajadores de limpia en un discurso en el que trató de menospreciar al estudiantado, de hacer una mala comparación, sin tomar en cuenta que esos trabajadores son en su mayoría iletrados, a quienes no se les ha hecho justicia.
Eduardo del Valle, por su parte, se refirió a la lucha sostenida entre bambalinas por los dirigentes estudiantiles, contra las fuerzas que pretendían desvirtuar el movimiento estudiantil, la participación de esos “líderes charros-vendidos”, las tendencias de directivos y funcionarios a dividir a los estudiantes por diversos medios, y el estado actual, que calificó de triunfo de la defensa de derechos justos que competen a todo el pueblo.
Al término de la participación de los oradores, los miles y miles de estudiantes que estaban en el Zócalo guardaron un minuto de silencio, dijeron “por los estudiantes y maestros caídos”. Junto a la gran bandera en la que en las fiestas cívicas ondeaba un enorme lábaro patrio, un estudiante colocado sobre el techo de un camión empuñaba una bandera. Fue entonces cuando los reunidos entonaron el Himno Nacional. En la torre de Catedral sonaban nueve campanadas.
La multitud inició la retirada. Invadían calles y banquetas en 5 de Mayo, Madero, Tacuba y 16 de Septiembre. La marcha era ordenada. Cantaban coplas hombres y mujeres. Otros, unidos del brazo, hacían piruetas. Y de regreso a sus hogares, los estudiantes, a coro, hacían callar gritos fuera de lugar, con el estribillo de ¡orden…! ¡Orden…! ¡Orden…!
En la edición de Excélsior del 14 de agosto de 1968, fecha de la publicación de la manifestación de 150 mil personas, se publicaron varias inserciones pagadas.
Una de ellas de los estudiantes de la Universidad Benito Juárez del estado de Oaxaca. En el texto denunciaron que procedentes de la Ciudad de México habían llegado a su tierra supuestos estudiantes y ello denunciaban ante sus colegas oaxaqueños “que habían sido ametrallados por parte de los cuerpos policiacos en el Distrito Federal, resultando gran número de estudiantes muertos”. En ese sentido pedían de los estudiantes oaxaqueños apoyo incondicional. Pero reconocían que lo que querían era sembrar en nuestro estado agitación y desconcierto. A lo cual los alumnos de esa casa de estudios se negaron y así lo hicieron saber en el último párrafo de su desplegado:
No queremos ser parte de esa minoría ambiciosa y egoísta que satisface recónditos anhelos de sobresalir aunque sea como seres negativos, pretenden sostener un estado de anarquía y desconfianza; nos indignamos ante la violación de la autonomía universitaria, y desde aquí damos nuestro voto de confianza a los verdaderos estudiantes que defienden ese sagrado derecho que tanto ha costado. Pero que quede claro que no estamos dispuestos a servir de ninguna manera a los provocadores que pretenden oscuros fines, todos ellos contra México; valoramos y defendemos las causas justas. Pero jamás de Oaxaca y mucho menos de la Universidad Benito Juárez de Oaxaca, surgirá un acto de traición a nuestra patria”.
Otro de esos desplegados es el que firman la Asociación de Profesores de la Facultad de Comercio y Administración de la UNAM, dirigido al presidente Díaz Ordaz, para comunicarle que se suman a la defensa de la autonomía universitaria violentada y defendida por el rector Javier Barros Sierra.
cva
Source: Excelsior