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Graciela Iturbide, guiada por la luz y la intuición

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Graciela Iturbide, guiada por la luz y la intuición
Señor de los pájaros. Fotos: Graciela Iturbide.
Luis Carlos Sánchez

CIUDAD DE MÉXICO.

Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942) dice que cualquier aprendiz se desilusionaría de ella: “Si un alumno me pregunta en qué diafragma y en qué esto, no les voy a saber decir cómo. Yo trabajo un poco más con intuición, quién sabe cómo le haré, pero no sé explicar a un alumno cómo hacer las cosas técnicamente”, afirma. Su vida haciendo imágenes ha estado marcada por cierta clarividencia que le viene casi como una corazonada.

Tomo fotografías cuando me sorprende; si no, no. Incluso mis autorretratos son muy intuitivos. Es algo que no puedo explicar, pues es muy intuitivo; también la fotografía lo es. Me imagino que es como la prolongación del alma”, agrega.

Una vez, por ejemplo, la pérdida de un hijo la impulsó a tomar sólo “angelitos”, cuerpos sin vida de niños que los deudos arreglan con papel de china y otros objetos. En Dolores Hidalgo se topó con una familia a la que acompañó al panteón: “De repente volteó el señor, él tenía al bebé cargando y yo veo en medio del camino a la muerte: era un señor mitad calavera, mitad vestido; con respeto seguí con el señor. Él enterró a su hijito y después había miles de pájaros en el cielo, que yo les llamo ‘mis pájaros de la muerte’ y ahí sentí que la muerte me dijo: ‘¡Basta, Graciela, basta!’, y no volví a fotografiar angelitos”.

 

Duelo, Chiapas, 1975.

 

Una exposición enfrenta nuevamente a la fotógrafa consigo misma: se llama Graciela Iturbide: Cuando habla la luz y se exhibe desde hoy en el Palacio de Cultura Citibanamex-Palacio de Iturbide. Más que una retrospectiva, se trata de una lectura en doble vía hecha por Juan Coronel Rivera, a través de 20 arquetipos que definen tanto la obra como la figura de la retratista mexicana.

Es la primera vez que tengo una exposición con arquetipos, generalmente eran temas como Juchitán, Chalma, la mixteca y aquí realmente estoy asombrada, porque nunca se me hubiera ocurrido poner una foto de los años 70, aunque a veces sigo haciendo temas iguales, con una del año 95 o del 2000; realmente me quedé muy impresionada”, dijo ayer Iturbide durante el anuncio de la muestra.

Juan, piensa Iturbide, “tuvo esta sabiduría de entender lo que yo hacía en los 70 o las últimas de 2017, cómo pudo realmente sacar mi espíritu con estos módulos-arquetipos. Nunca me hubiera imaginado. La manera de estos arquetipos me emocionó. Es como llegar a ver otra Graciela”.

La exposición incluye 270 imágenes, algunas tan icónicas como aquellas que Iturbide hizo en el Istmo de Tehuantepec, pero otras, casi una treintena, son inéditas. La lectura del archivo ha sido diferente, atrás ha quedado la revisión cronológica o meramente temática: en cada uno de los 20 núcleos el curador eligió un arquetipo que tituló metafóricamente. Se trata de flashazos que intentan mostrar cada segmento con una intención fotográfica, acompañada de un texto.

El trabajo curatorial debe centrarse sobre todo en entender el lenguaje del artista, no en presentar las ideas del curador. Lo que traté de hacer fue precisamente eso, revisé las imágenes antes de llegar con Graciela. De hecho, antes de llegar con ella fui avanzando. Primero traté de comprender, veía las carpetas (preparó 40, de donde quedaron sólo 20 que se convirtieron en los núcleos), las revisaba, las dejaba reposar y las volvía a ver. Creo que lo que debía traducir es precisamente qué le estaba interesando en ese momento cuando las tomó”, explicó Coronel Rivera.

De esos momentos, Iturbide sólo acumula corazonadas, quizás un sueño recurrente: “Yo siempre he dicho que la cámara es un pretexto para conocer el mundo y creo que es cierto, y ahí es donde Juan comprendió mi alma, la captó, aunque yo he tratado de cambiar de lenguaje. De hecho, ya fotografío objetos u otra cosa, al reunir todas estas fotos captó lo que realmente era yo en esta exposición; cuando Juan llegaba a mi estudio y veía cómo arreglaba muchas cosas, platicábamos, pero sí, aquí me siento realmente representada como yo soy”, afirma Iturbide.

La fotógrafa no abandona el blanco y negro, tampoco la cámara analógica y hasta hace cinco años ella misma seguía imprimiendo sus imágenes: “Antes imprimía, pero por falta de espacio tuve que dejar como archivo una parte y ahora me hice un estudio pequeñito en frente de mi casa, ahí están las copias. Entonces, no tengo un lugar. Me encantaba imprimir, pero también por viajar tanto tengo dos personas que me imprimen maravillosamente, que son Araceli Cortés y Lorena Alcaraz, siempre un poco bajo mi dirección, a veces tenemos alguna equivocación, la corregimos, pero siempre para darles un ejemplo de lo que yo he hecho, de lo que me gusta”.

 

Tehuantepec, 1985.

 

Si hay un mentor en la vida de Iturbide, ese es Manuel Álvarez Bravo, al que siempre menciona. Una cosa, sin embargo, tiene intranquila a la fotógrafa: “Ahora viajo mucho, porque desafortunadamente mi país, ya no puedo ir a fotografiarlo, porque hay narco, hay que decirlo, ni modo, ya es muy peligroso salir; yo siempre me iba sola en mi coche hasta Juchitán, vivía con las señoras, pero esta última vez que las visité ellas me dijeron ‘hay que tener cuidado, ya no tienes la libertad’”.

Y concluye: “Claro que en todo el mundo vas a tener peligro, aunque por fortuna nunca he tenido ningún problema para ser fotógrafa, ya que vivo con las personas, me quedo en sus casas, me cuidan tanto las mujeres como los hombres, me presento como fotógrafa para no robar nada y tener un previo permiso; y si yo veo que en un momento dado a alguien no le puede gustar una fotografía, no la fotografío ni uso telefotos ni tripié”.

La exposición Cuando habla la luz se exhibe gratuitamente hasta el 21 de abril de 2019 en el Palacio de Cultura Citibanamex- Palacio de Iturbide, que se ubica en Madero 17, Centro Histórico.

 

cva

 


Source: Excelsior