«Me bajé los pantalones de hospital que me habían dado e intenté bajarme la ropa interior, pero no había nada. Todavía recuerdo la sensación de mis manos tocando mi piel sin encontrar nada. Miré hacia abajo y no había nada. Sólo una delgada pieza de tela, era lo único en mi vagina. Todo lo demás había desaparecido y todo dentro de mí, silenciado».
Esto es un fragmento de una carta escrita por “Emily Doe”, el seudónimo de una chica que fue violada por un hombre de 20 años cuando ella se encontraba en estado de inconsciencia. Estaba en una fiesta con su hermana menor, bebió un poco y luego… una laguna mental.
Brock Turner, el inculpado, se aprovechó de la situación de la víctima, a quien violó detrás de un basurero a las afueras de la Universidad de Stanford, en California. Al arribo de dos ciclistas, el atacante huyó y la joven fue llevada al hospital. Supo lo que le había ocurrido por las noticias que leyó desde su teléfono. No recordaba nada y, sin embargo, el trauma que dejó este evento casi termina con su vida.
El juez dictó una condena de seis meses de prisión y tres años de libertad condicional para el culpable. Para sorpresa —e indignación de todos— sólo estuvo en la cárcel durante tres meses. El suceso tocó el mayor grado de indolencia cuando el padre del acusado declaró que el joven no debía ser tan “duramente condenado” pues sólo había tenido “20 minutos de acción”.
¿Cómo mantenerse indiferente ante este suceso? Muchos lo han hecho. Han preferido seguir con sus vidas e ignorar por completo este acontecimiento que ha marcado la historia no sólo de “Emily” sino de millones de jóvenes en el mundo que son abusados por sus propios compañeros de escuela.
Pero Yana Mazurkevich, no lo hizo. Ella es una joven de apenas 20 años quien logró denunciar los hechos de una manera tan impresionante que nos mueve por completo. Con una serie de fotografías tituladas “It Happens” logró mostrar, sin filtros, la brutalidad de estos abusos que se dan de la manera menos esperada. Víctimas y victimarios quedan al desnudo en estas fotografías, crueles, pero necesarias para una sociedad que convulsiona entre la confusión y el olvido.
«En respuesta a la temprana liberación de Brock Turner, esta serie de fotos busca continuar las conversaciones sobre violaciones y enseñarle el dedo de en medio a Turner y a su sentencia de 3 meses en la cárcel», se lee desde su página de Facebook.
En todas las fotografías, los sujetos retratados interpelan directamente al espectador que no puede mas que mirar el preámbulo de lo que sucede:
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«Sucede… repentinamente»
Las víctimas son abordadas de un momento a otro. El silencio, cómplice de los demás abonan a la impunidad de la agresión.
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«Sucede… a cualquiera»
No sólo hay mujeres víctimas. A veces las agresiones vienen de quien menos lo esperas.
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«Sucede… con cualquiera»
Incluso, los agresores suelen encubrirse tras máscaras “amorosas”. Sí, también en parejas.
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«Sucede… donde sea»
Un lugar público no es impedimento para el sometimiento de las víctimas.
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«Sucede… en cualquier momento»
En la noche, en la madrugada… o a mediodía.
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«Sucede… inesperadamente»
También existen mujeres agresoras. El estigma de la masculinidad puede forzar a las víctimas a acceder, aunque involuntariamente, a mantener relaciones sexuales con quien no quieren.
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«Sucede … sin quererlo»
No hay distinción de sexo ni género. Miles de hilos se mueven atrás del abuso emocional y sexual.
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«Sucede…sin razón»
¿Hay acaso algún argumento válido para aprovecharse de la vulnerabilidad de alguien y transgredir su persona? No. Sin embargo, ocurre.
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«Sucede»
«No me conoces, pero has estado dentro de mí, y es por eso que estamos hoy aquí»; la primera frase de la carta arriba citada, donde la víctima intenta comprender por qué alguien le haría algo así.
La joven fotógrafa, autora de esta serie, estudia en la Universidad de Ithaca, Nueva York, y tiene muy claro lo que quiere decir. Las víctimas de violencia sexual pueden ser cualquiera de nosotros. La impunidad radica en las grandes esferas del poder que exoneran a los culpables, pero no comienza desde ellos ni tampoco termina ahí. Somos nosotros, los contempladores incólumes e indiferentes quienes propiciamos que estos crímenes queden en el silencio. Somos cómplices de los actos aberrantes que una mentalidad retorcida y violenta. Somos, finalmente, a quienes las víctimas nos ven a los ojos a través de estas fotografías pidiendo a gritos callados auxilio. Esos gritos que las víctimas reales, no tienen la oportunidad de dar.
Sigue a Yana Mazurkevich en su cuenta de Instagram y checa su sitio oficial para conocer más de su trabajo.
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Referencias