El comercio de leche y sus derivados entre Estados Unidos y Canadá no supera los 600 millones de dólares anuales, pero tiene el potencial de complicar aún más la negociación del NAFTA.
Canadá defiende su derecho a mantener su sistema de administración de la producción de los lácteos, como una forma de conservar una forma de vida en el campo canadiense. Estados Unidos afirma que este sistema es contrario a las reglas del libre comercio y perjudica a sus productores.
Donald Trump quiere cambios a fondo. Justin Trudeau pretende que se mantenga lo negociado en 1994. En el TLC vigente, Canadá tiene derecho a imponer aranceles hasta de 270% a los productos lácteos de Estados Unidos. Más importante es el hecho de que el acuerdo decidió no tocar un complejo sistema de administración de la producción de leche y derivados en Canadá. Hay límites al número de vacas que un granjero puede tener y lo que puede producir. Hay un precio garantizado a la leche que es 70% más alto que el precio promedio de mercado en Estados Unidos.
La situación actual le impide de facto a Canadá exportar leche, pero eso no le importa al Gobierno ni a los productores. Los granjeros de Canadá gozan de uno de los niveles más altos de vida, entre los productores rurales del mundo desarrollado. Los precios altos son pagados por los consumidores porque no hay subsidios de Gobierno.
Estados Unidos quiere un cambio total del status quo porque vive una profunda crisis en el sector rural. Hay quiebras masivas en las granjas lecheras y una “epidemia” de suicidios entre granjeros, entre otras cosas, como consecuencia del endurecimiento de las condiciones económicas. A esta crisis le han dedicado reportajes los principales medios de Estados Unidos. Está en la agenda de las elecciones de noviembre del 2018, porque es un asunto de gravedad extrema en los lugares que tradicionalmente producían leche.
Donald Trump se ha subido al tema y lo ha convertido en uno de los tópicos favoritos de sus twits, además de ponerlo en la mesa de negociaciones del TLCAN, como asunto relevante, casi al nivel de la industria automotriz que vale decenas de miles de millones de dólares o la sunset clause que implicaría ponerle fecha de caducidad al acuerdo.
Para Canadá este asunto vale mucho menos que 1% del PIB. Son apenas 14 mil granjas, una quinta parte de las que eran cuando se firmó el TLCAN. No lo soltará porque hay cosas en la vida que no tienen precio. Más que ceder, hace lobbyng en Estados Unidos para que allá se adopte un sistema parecido. Y México, ¿qué?