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Los coreanos de Londres no escapan a la división norte-sur

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Los coreanos de Londres no escapan a la división norte-sur

Cuando Kim Song-ju escapó de Corea del Norte a través de China optó por irse al Reino Unido en vez de a Corea del Sur, con la esperanza de escapar a la discriminación.

Aunque encontró trabajo y una vivienda en el barrio de los coreanos de Londres, New Malden, en el suroeste de la ciudad, también se topó con la estratificación social que creía haber dejado miles de kilómetros atrás.

“Muchos de mis amigos son norcoreanos”, dijo a la AFP a través de un traductor en la redacción de un periódico disidente de New Malden, con el que colabora en las horas libres que le deja su trabajo en un supermercado coreano.

Este exelectricista explica que cuando habla con surcoreanos, “es sobre golf o New Malden, pero cuando hablamos de experiencias de la vida es difícil entendernos”.

A un día de la histórica cumbre en Singapur entre el presidente estadounidense Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong Un, muchos aquí se preguntan si será un primer paso para la reunificación de la península coreana.

Sin embargo, este tranquilo rincón de Londres ayuda a hacerse una idea de las dificultades que comportaría reunir a dos países separados por más de seis décadas de animadversión.

“Somos comunidades separadas”, explicó otro exiliado de New Walden, Choi Joong Wha, padre de tres hijos y exsoldado norcoreano que llegó al Reino Unido hace tres décadas.

“Nos han dicho que esto es como una pequeña maqueta de prueba de lo que sería la reunificación”, añadió. “Lo hemos intentado durante muchos años, hubo actos en los que nos invitamos mutuamente. No funcionó”, afirma.

  • “Gente a temer” –

Se estima que hay 12.000 inmigrantes surcoreanos en New Malden, atraídos inicialmente por su embajada, que luego se trasladó, y la presencia de la antigua sede de la empresa Samsung en el Reino Unido.

En la última década se sumaron a ellos unos 700 exiliados norcoreanos, que formaron una de las comunidades más importantes de la diáspora.

“New Malden es un lugar único en el mundo para la convivencia de sur y norcoreanos”, explicó Ha Jaesung, un concejal del barrio.

“Pero hay brechas invisibles (…), hay grandes diferencias entre nosotros, incluso en nuestra manera de hablar”.

El concejal admitió que sintió miedo cuando se encontró por primera vez en su vida ante un norcoreano, en una reunión en la escuela de sus hijos.

“Nos educaron explicándonos que los norcoreanos eran gente a temer”, narró, añadiendo que le soprendió darse cuenta de que eran similares a él en muchos aspectos.

La fractura en New Malden se acentúa en el mundo laboral, y los norcoreanos tienden a trabajar para los surcoreanos en empleos de bajos salarios.

“Los surcoreanos y los norcoreanos se mezclan, pero es más una relación comercial”, dijo Jang Eun-Jean, de 52 años, que llegó al país en los años 1980.

Esta propietaria de un restaurante acusó a los norcoreanos de tener “una ética laboral diferente”.

Kim Song-ju se pregunta si no es que los surcoreanos están celosos de todas las ayudas estatales que reciben los norcoreanos.

La cumbre del martes en Singapur ha creado división de opiniones, y, en general, los inmigrantes surcoreanos son más optimistas.

“Los norcoreanos no somos tan optimistas”, explicó Choi Joong Wha, lamentando la indiferencia general a las violaciones de los derechos humanos en el norte.

  • Formando amistades –

Todo ello no significa que no se hayan tendido puentes en New Malden.

En un centro de ancianos, unos 15 norcoreanos se han unido a los del sur para bailar danzas tradicionales coreanas, cantar y cocinar.

“Estamos empezando a llevarnos bien, a mezclarnos”, dijo la presidente de este centro, Sun Hwa Griffiths.

“Me doy cuenta de que la gente empieza a abrirse de miras, creo que muchos empiezan a entender que tenemos que hacerlo”, añade.

Una asistente al centro de 77 años, que huyó del hambre de Corea del Norte con su hija hace una década, y que pidió no ser identificada para evitar represalias contra los parientes que dejó atrás, dijo que la integración la había salvado.

“Al principio era muy difícil, por la barrera del lenguaje y por el entorno competitivo”, explicó esta mujer a través de un intérprete.

Ahora, añadió, las relaciones mejoraron tanto que ya olvidó quién es del sur o del norte, expresando su confianza en “que la cumbre vaya bien” y se produzca la reunificación.

“Somos un solo pueblo, compartimos la misma lengua, la misma sangre”, añadió la anciana.

Ha, el concejal que temía a los norcoreanos, pugnó recientemente para que cuatro de ellos fueran admitidos en la junta directiva de una asociación de vecinos.

“En un futuro próximo, nuestros hijos y los de los norcoreanos serán amigos cuando crezcan”, vaticinó.

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