En cada habitación, en cada mueble, en cada cuadro, la Casa de la Zacatecana ofrece una mirada íntima a una época que sigue viva entre sus muros.
Nayeli Hernández
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Ubicada en el corazón del centro histórico de Querétaro, la Casa de la Zacatecana se ha consolidado como un espacio singular donde convergen la arquitectura virreinal, la vida cotidiana del siglo XIX y una de las leyendas más arraigadas de la ciudad.
Desde su apertura en 2002 como casa-museo, el recinto resguarda más de 800 piezas que forman parte del legado del coleccionista José Antonio Origel, quien también financió la restauración del inmueble.
Andrea Barrón Vargas, conservadora del museo, explica que, a diferencia de un museo tradicional, una casa-museo tiene el propósito de preservar la memoria desde lo íntimo; puede estar dedicada a una persona, a un hecho histórico o, como en este caso, a una colección que retrata un estilo de vida del pasado.
“La casa muestra cómo era la vida en una vivienda acomodada de finales del siglo XIX. Tenemos mobiliario, cristalería, porcelana, pintura, bordados, escultura, piezas que datan desde principios de 1800 hasta inicios del siglo XX”, detalló.
Algunas piezas están organizadas por conjuntos (como frascos con tapas y copitas), lo que complica establecer una cifra exacta, pero se calcula que hay más de 800 objetos.
Explica que la casa donde se ubica el museo es una construcción civil de dos niveles con dos patios interiores; aunque no se conoce la fecha exacta de su edificación, aparece en mapas de la ciudad desde 1770 y es la única vivienda de su cuadra con dos pisos, lo que sugiere que fue construida por una familia con recursos, aunque no noble.
Durante el sitio de Querétaro en 1867, la casa fue escenario de un episodio clave para la historia nacional, ya que en lo que hoy es la sala 4 del museo, funcionaba una notaría en la que se redactó el juicio contra el emperador Maximiliano de Habsburgo y los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, sentenciados al fusilamiento.
En la planta alta vivía la familia propietaria del inmueble, cercana al general Miramón y fue la misma dueña quien recuperó su cuerpo tras la ejecución, lo embalsamó en la casa y lo resguardó hasta que su esposa regresó de San Luis Potosí.
Entre visitantes, cultura y leyendas
A pesar de su valor histórico y museográfico, gran parte del interés popular hacia el recinto proviene de la leyenda de la Zacatecana, un relato que circula desde el siglo XIX y que asocia la casa con un doble asesinato: el de un hombre a manos de su esposa, y el de un sirviente que descubrió el crimen; sin embargo, aunque no hay pruebas documentales de estos hechos, el apodo de la casa está presente desde hace más de un siglo.
“El nombre de la Zacatecana aparece incluso en documentos judiciales del siglo XIX como una referencia común. La leyenda se mantiene viva en el imaginario colectivo, y por eso decidimos conservar el nombre”, señala Barrón Vargas.
En el recorrido, los visitantes pueden encontrar representaciones simbólicas de la leyenda, como esqueletos colocados en el aljibe (no como hallazgo arqueológico, sino como guiño narrativo), además de un vestido de luto del siglo XIX expuesto en la planta alta. El museo también ofrece materiales que explican qué elementos del mito han sido contrastados históricamente.
Museo autónomo, sin apoyo público
La Casa de la Zacatecana opera como una asociación civil sin apoyo económico constante por parte del gobierno. Su sostenimiento depende del ingreso por entradas y actividades culturales con costo, por lo que el acceso general tiene un precio de 80 pesos, con descuentos para estudiantes, docentes, adultos mayores y niños.
“Somos un espacio independiente; ocasionalmente recibimos apoyos específicos mediante convocatorias abiertas, pero la operación cotidiana depende directamente de los visitantes”, afirma.
En temporadas altas y fines de semana, el museo puede recibir hasta 120 personas al día; sin embargo, entre semana en temporada baja, la cifra puede reducirse a tan solo 15 visitantes, aun así, el recinto se mantiene como uno de los espacios culturales más característicos del centro histórico queretano.
“La gente llega buscando la leyenda, pero se lleva también la historia”, agrega Andrea Barrón.
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