Por Daniel Aceves Villagrán*
La inclusión en un colectivo y la posterior convivencia es una de las más genuinas expresiones humanas que genera conciencia y modelos conductuales de referencia que se manifestarán a lo largo de la vida.
Lamentablemente, así como nos hemos juntado para lograr grandes cosas, existen individuos que han creado grupos como los tristemente célebres porros, estructuras jerarquizadas de atribución autoproclamada que partieron de las porras de los equipos deportivos, para pasar a organizaciones incitadoras a la violencia, intolerantes, que rivalizaron en extremo a las instituciones de educación para después convertirse en grupos de corte delincuencial.
De acuerdo con el Colegio de México y su Diccionario del Español, un porro puede ser definido como aquella persona que se dedica a golpear y agredir a los estudiantes, como lo hemos visto en los últimos días, en donde disfrazados de “asociaciones colegiales”, estos conglomerados de inadaptados han provocado, violentado y humillado a los verdaderos estudiantes, infligiendo lesiones físicas y sicológicas, todo esto, cortesía de su incapacidad, subordinación y sometimiento a intereses ajenos a un formato educativo.
Haciendo un breve repaso de la historia de estos movimientos dentro de la UNAM, nuestra “máxima casa de estudios” en donde convergen más de 349 mil alumnos en diferentes niveles académicos que reciben una enseñanza impartida por más de 40 mil 500 académicos, nos damos cuenta que diversos movimientos con bandera universitaria se han convertido en símbolos de violencia, como los suscitados por “Los Conejos” (1933-1944); los huelguistas en contra de Ignacio Chávez (1966); el “Halconazo” (1971); el “CEU” (1986) célebre cuna de izquierda, según sus integrantes o más recientemente “El Consejo General de Huelga” (1999); grupos enmarcados en corrientes porriles que han protagonizado momentos críticos de la historia reciente en nuestro país y que algunos han tratado de justificar dichas prácticas en una lucha estudiantil bizantina que quebranta normas y preceptos básicos de una sociedad que aspira a mejorar su futuro generacional.
Reciente información periodística da cuenta que autoridades de la UNAM han identificado al menos a 43 grupos de estudiantes con actividad porril en sus preparatorias, Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) y facultades que se distribuyen de la siguiente manera: 19 en los CCH, 16 en sus nueve preparatorias y el restante, en al menos ocho de sus facultades (Derecho, Economía, Ingeniería y Contaduría, además de Aragón, Iztacala, Cuautitlán y Acatlán).
Estos grupos se autoproclaman como la Federación Estudiantil de Universitarios, Alianza Universitaria, Los Vándalos, Porra Estudiantil Universitaria, Grupo Alfonso Peralta, Onda, Arremangados, Los Independientes, Comitiva Oro, Grupo 3 de marzo, Los Sharks, Grupo Erasmo Castellanos o KDC por mencionar algunos. Lo anterior muestra la apremiante intervención de autoridades y sociedad para erradicar y trabajar por la educación de las nuevas generaciones, sin admitir intereses ajenos a la academia.
La UNAM, siendo la institución educativa más grande de México, con 41 programas de posgrado, 92 planes de estudio de maestría y doctorado; 42 programas de especialización y 246 orientaciones; 123 licenciaturas en 222 opciones educativas; 36 carreras de técnico profesional y en educación media superior tres planes de estudio de bachillerato.
Este es el universo educativo que permitirá la formación de personas íntegras que generen cambios en patrones culturales arraigados por décadas y una administración con cero tolerancia a cualquier manifestación de la violencia coadyuvará para un clima de igualdad, respeto y aprendizaje sin sujeción alguna, previniendo a las instituciones de educación pública de uno de sus más agresivos “cánceres”: los porros.
*Analista
Source: Excelsior