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El Segundo Año del presidente, o la ingrata labor de repartir felicidad

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El Segundo Año del presidente, o la ingrata labor de repartir felicidad

Murilo Kuschick[1]

Nunca un gobierno  generó tantas esperanzas  como este.

Es claro que siempre que los electores eligen a un nuevo presidente su llegada al poder  se encuentra ligada a un conjunto de aspiraciones y de expectativas por parte de la población, pues sin éstas no tendría sentido votar por un nuevo gobernante, ya que por lo menos en el imaginario ciudadano encontramos un conjunto de visiones, esperanzas y de utopías, deseos insatisfechos, aun cuando las posibilidades de realización sean siempre escasas y con pocas posibilidades.

Sin embargo, en el planteamiento de López Obrador  existia una promesa ética para lograr erradicar uno de los grandes cánceres de la vida pública mexicana –la corrupción-,  donde la opinión pública encontró en el gobierno de Peña Nieto un grupo de jóvenes políticos que habían decidido hacer uso de la hacienda pública con la finalidad de volverse ricos en un breve plazo de tiempo.

De ahí que Javier Duarte en Veracruz, César Duarte en Chihuahua, Roberto Borge en Quintana Roo, Roberto Sandoval de Nayarit, Andrés Granier de Tabasco, entre otros, además de Emilio Lozoya, ex-director de PEMEX y Rosario Robles, ex-secretaria de la SEDESOL y Sedatu,  se encuentran en la cárcel acusados de actos de corrupción, además de  Luis Videgaray Caso que se encuentra en los Estados Unidos, si bien ha sido acusado no hay orden de aprensión en su contra.

Vemos pues que uno de las grandes promesas del gobierno de López Obrador,- el de acabar con la corrupción-, si bien no se ha logrado, comienza a materializarse por lo menos con algunos de estos procesos; Javier Duarte  se encuentra en la cárcel pero no ha devuelto las sumas millonarias que se llevó y su esposa sigue disfrutando de ellas en Inglaterra, Lozoya no ha pisado la cárcel, el general  Cienfuegos fue devuelto a México y hasta ahora no hay ningún tipo de acusación en su contra, César Duarte está en los Estados Unidos esperando ser extraditado a México y Roberto Sandoval se encuentra prófugo, por lo tanto la ex-jefa de Gobierno de la Ciudad de México y expresidenta del PRD, Rosario Robes, es la única que se encuentra encarcelada por la Estafa Maestra y por su supuesto envolvimiento en el famoso caso de las ligas en el que estuvo ligado René Bejarano y que sería uno de los factores que incidió en la derrota de López Obrador en el 2006 frente a Felipe Calderón.

Por tanto, además de la lucha en contra de la corrupción encontramos una venganza política como uno de los posibles móviles en los afanes justicieros del presidente.

Otro de sus objetivos ha sido disminuir  la inseguridad, enfrentar a la pandemia que ya ha matado más de 100,000 personas en el país, además de la crisis económica  con una caída del Producto Interno Bruto (PIB) de más de 9%, si bien  algo que no sucedía en el país desde  los años  treinta del siglo pasado.

Si bien que el presidente se muestre optimista en todos estos frentes, es natural que lo haga, ya que no sería prudente mostrarse negativo frente a una situación tan difícil como atroz que va a colocar a la Covid19 como la principal causa de muerte en México a finales de este año y si bien se anuncia la llegada de 34 millones de dosis de la vacuna creada por la empresa Pfizer que, sin embargo no servirá más que atender a los miembros del sector salud,  fuerzas armadas, sectores gubernamentales, y algunos grupos privilegiados de la élite política, económica, etc. ya que la efectividad de la medicina sólo se logra mediante dos dosis.

Así pues frente a un panorama poco alentador, la posición del presidente ha sido optar por un triunfalismo asumiendo que se ha dado inicio a una gran transformación en el país derivada esta de los programas sociales de sus proyectos como la construcción del tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas, así como sus intentos por acabar con el outsourcing y sus intenciones moralizadoras con la Cartilla Ética, la cual se liga  a la Cartlla Moral, como a la República Amorosa otra de las propuestas de López Obrador, cercana a su propuesta de “abrazos no balazos” o la de pedir a los delincuentes que escucharan a sus mamás.

Este conjunto de propuestas a los cuales se suman los 20 principios y valores para la transformación ética de México. Si bien sea  loable en un país atravesado por la violencia, crímenes, feminicidios y corrupción serán suficientes los llamados a misa que hace el presidente y la publicación y divulgación masiva de estos principios y valores. ¿Será esta la labor del Estado la promoción de una ética y moral pública? Ya que la mayoría de tales principios como por ejemplo:

“Del respeto a la diferencia evitemos imponer “nuestro mundo” a los demás, cosa que hace diariamente el presidente en sus alocuciones mañaneras  en donde divulga y  difunde a  sus principios y valores  llamándose de progresista y a los demás de conservadores o de asumirse como dueño de la verdad.

O, otros que simplemente caen en la obviedad como “de la vida”.” No hay nada más valioso que la vida, la libertad y la seguridad de las personas” es obvio que todos estamos de acuerdo con este principio y más allá de señalarlo como un valor y un principio, la función del gobierno es principalmente garantizar su cumplimiento a la totalidad de la población, situación que dista mucha de verificarse para una gran parte de  la población.

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Así podemos  pensar que las tablas  mosaicas de Andrés Manuel   son tan efectivas como algunos de los derechos que la población es acreedora como al trabajo, la vivienda,  la alimentación, la seguridad. Ahora tenemos el derecho a ser felices lo que es un buen propósito pero  sería mucho más prudente que el Estado se preocupara más con proporcionar los medios para que accedamos a la felicidad que nos comparta la presidencia con los fines, situación que debe ser un propósito de los ciudadanos garantizado por el Estado y no que este instituto nos dijera cuáles son las metas que debamos de perseguir, por lo tanto una república laica debe garantizar los instrumentos para el logro de la felicidad, ya que decirle a los particulares qué es la felicidad por más de sentido común que sea esta propuesta coloca al Estado al mismo nivel que una institución cómo la Iglesia, un partido político, o cualquier organismo que funciona a partir de una ideología para ser partícipe de ella.

[1] Profesor-investigador, Departamento de Sociología, UAM-Azcapotzalco [email protected].