En el curso reciente de los procesos electorales locales en marcha se ha constatado que la oferta política de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento representan un retroceso, una vuelta al pasado y que, del mismo modo que otros populismos autoritarios contemporáneos, impone a sus seguidores una “realidad alternativa” ajena a la lógica y a los hechos que todos reconocemos. Los ejemplos de esta indeseable vuelta al pasado son diversos, tanto en el plano económico como en la esfera política.
En el ámbito de la economía, dos ejemplos saltan a la vista: AMLO insiste en echar atrás la Reforma Energética, precisamente cuando se ha logrado atraer inversiones por casi 300 millones de dólares en 2016, las cuales están generando empleo y crecimiento en nuestra economía.
Por otro lado, el señor López propone cancelar el proyecto del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México sin explicar qué hará con las inversiones ya aplicadas, cómo habrá de satisfacer la demanda aeroportuaria en la capital del país, completamente rebasada por las insuficiencias de la terminal aérea actual —y ya no digamos qué hará con los empleos que la obra y el aeropuerto generarán. El llamado Peje desestima o, de plano, ignora esta realidad.
En la esfera política, cómo explicar que cuando la ciudadanía moderna se ha consolidado en las democracias contemporáneas, exige sus derechos y libertades y se expresa libremente en las redes sociales, la práctica cotidiana del populismo autoritario de AMLO y sus huestes es el clientelismo en una de sus peores y más vergonzosas versiones: condicionar el empleo asalariado a la entrega de una especie de impuesto popular, que es la base del financiamiento de su movimiento y de sus liderazgos.
Esto no es nuevo, ya lo sabíamos porque fue una práctica que AMLO introdujo durante su gobierno en el entonces Distrito Federal, pero desconocíamos que esa conducta ilícita se ha extendido a todos los gobiernos emanados de su movimiento. En otras palabras, la extorsión es una forma de vida y un rasgo distintivo de Morena impuesto por su dueño.
En sentido similar, el tabasqueño exige subordinación absoluta a sus decisiones personales e incuestionables. Es harto sabido que no escucha y no admite la crítica. Frente a él sólo cabe callar y obedecer. En su movimiento, los ciudadanos reciben trato de vasallos y la representación es una cuestión de azar.
Lo más grave de esta visión regresiva de Morena y del autoritarismo que caracteriza a su líder es que, por muchos años, le ha mentido y robado a los mexicanos. Hoy lo vemos con claridad, se trata de un hombre enfermo de poder que sólo busca acceder al mismo para imponer su voluntad.
La batalla político-electoral de los candidatos del PRI en los procesos en marcha y la construcción de una visión de futuro en los trabajos de la XXII Asamblea Nacional de agosto próximo buscan cerrar el paso al retroceso populista y ensanchar el horizonte de progreso de nuestro país.
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Post y Contenido Original de : Excelsior
El regreso al pasado de Morena y el autoritarismo de AMLO
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