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domingo, septiembre 22, 2024

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EL ECLIPSE SOLAR…

México, 21 Ago (Notimex).- Luna y su mamá, preparadas con espejos negros pegados a coloridos cartones estaban listas para ver el eclipse solar. La niña que este día estrenaría libros y cuadernos nuevos prefirió irse de pinta porque, al igual que su madre, no quería perderse el fenómeno astronómico.

A diferencia de 1991, cuando las vacaciones escolares de verano concluían hasta el mes de septiembre y todos hacían del eclipse solar una verbena popular, hoy después de las 11:30 horas las calles cercanas a la plancha del Zócalo de la capital mexicana lucían desprovistas de menores de edad y sólo algunos adultos miraban al cielo a discreción.

Otros tantos, como buenos chilangos, y sin importar la serie de recomendaciones para protegerse de los radiación solar, apuntaban sin pena ni gloria sus teléfonos celulares hacia el astro rey buscando la fotografía perfecta.

Ninguno se veía preocupado por los efectos del Sol en sus ojos o en la piel; no olían a bloqueador solar ni usaba gorras y algunos cuantos solamente se tapaban la resolana con el dorso de sus manos.

Los minutos pasaban y la Luna iba haciendo lo prometido: Lentamente tapaba al Sol. El entusiasmo comenzaba a notarse en el ambiente, así que a un costado de la Catedral Metropolitana se formó un grupo de personas, en su mayoría chilangos y alguno que otro turista despistado.

Sólo unos cuantos estaban preparados para observar el fenómeno, pues afirmaron que habían adquirido los espejos con días de antelación, mientras que otros, los más distraídos, hacían acopio de sus sonrisas para pedirlos prestados.

Sobre la calle Madero, algunos empleados que habitualmente venden lentes a bajo costo, tatuajes y perforaciones, este lunes ofrecían por cinco pesos la posibilidad de mirar el eclipse en un pequeño pedazo de oscuro vidrio. Algunos transeúntes pagaban contentos y observaban por algunos minutos el fenómeno.

Poco antes de llegar al Eje Central Lázaro Cárdenas, los amantes de las estrellas y la vida cósmica “hicieron su agosto” al cobrar 15 pesos por ver el eclipse en uno de los dos telescopios supuestamente equipados con filtros especiales. De inmediato, los paseantes comenzaron la fila para apostar sus celulares en las mirillas de dichos equipos.

El panorama en la Alameda Central no era diferente poco después de mediodía, sólo que algunos niños ya habían salido de la escuela y con mochilas con olor a nuevo en sus espaldas miraban con interés y curiosidad hacia el claro cielo que de vez en vez oscurecía por las nubes, y eran regañados por sus madres para devolver la mirada al suelo y proteger así sus ojos.

Sobre el Paseo de la Reforma algunos oficinistas parecían haber escapado de sus cubículos. La hora de la comida ni siquiera estaba cerca y decidieron salir a mirar con o sin permiso el fenómeno; en su mayoría estaban provistos de objetos especiales para ser testigo de este acontecimiento.

Mientras el Sol era eclipsado lenta y certeramente por la Luna, algunos jóvenes, en su mayoría estudiantes, así como hippies y entusiastas de la vida espiritual hicieron una especie de picnic en las faldas del Monumento a la Revolución. Sentados en posición de loto estaban dispuestos a captar toda la energía del fenómeno.

Muy cerca de ahí, un desdentado y entusiasta señor había sacado su telescopio equipado para ver el eclipse solar; él, a diferencia de los vendedores de Madero dejaba ver a quien se acercara y ya tenía una fila de poco más de 20 personas esperando. La cooperación es voluntaria y si no traen dinero no importa, decía sonriente.

Erre&ErreRedacción
Erre&ErreRedacciónhttp://www.mexicoahora.com
Lic. en Sociología. Editor de noticias. Con amplia experiencia en servicios de contact center.

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