Por: Dr. Murilo Kuschick
El primero de septiembre era el día del presidente, este día, el mandatario en turno presentaba su Informe de Gobierno, desde la mañana era asediado por los medios de comunicación que lo visitaban en su casa, acompañaban su desayuno familiar, entrevistaban a su esposa e hijos, y después lo acompañaban en su triunfal periplo hacia la Cámara de Diputados, en donde era esperado con pompa y circunstancia por todo el Congreso ahí reunido para aplaudir sus éxitos, reales o ficticios, y luego vendría el informe que era trasmitido en cadena nacional por todos los canales de televisión. Si bien no era un día festivo, no había escuelas y los burócratas y toda la sociedad acompañaba y se aplaudían los logros y las conquistas del régimen que mostraba su pulso y su gran capacidad de convocatoria.
Después de algunas horas en donde se mostraban los grandes avances de la nación gracias a la dirección y a la mano firme del Licenciado, venía una apoteótica respuesta de parte de un miembro de la Cámara que tuvo el honor de ser elegido para responder al informe presidencial. Después, venía el besamanos y acompañar del presidente para que saliera del recinto de la Cámara y fuera ovacionado por la multitud que, delirante, aplaudía a rabiar a su líder y conductor, ya que si bien México era un país democrático, el culto a la personalidad y a las cualidades del Licenciado eran mostradas, reseñadas en todos los medios de comunicación.
El informe era no sólo un documento en donde cifras, logros y resultados eran reseñados en todas las áreas de la administración pública, al mismo tiempo era un informe político que buscaba orientar el rumbo de la república y la y en función del año calendárico en que se estaba, los políticos, periodistas y el público en general podía leer entre líneas e interpretar los dichos, los silencios, las felicitaciones, así como las miradas, la localización de los funcionarios en las filas y como sus gestos, el lenguaje corporal podría delatar las preferencias, simpatías y antipatías y quién era finalmente el “tapado”, el posible sucesor de este rey sin corona, cuyo reinado duraba exactamente un sexenio y de la gloria iría al ostracismo de un exilio en donde no debía preferir una sola palabra, crítica o alabanza al nuevo señor.
Todo esto se ha ido, todo ésta pompa y circunstancia ha sido abolida, ya que desde la interpelación al presidente de La Madrid en 1988, por el diputado Porfirio Muñoz Ledo, la máscara de puerco de Marco Rascón en 1994, sucesivamente se fue perdiendo el respeto hasta que los informes presidenciales dejaron de ser lo que eran y simplemente se entregaban a la Cámara de Diputados, mediante un propio y en palacio Nacional se armaba una escenografía se invitaban a los miembros distinguidos de los tres poderes, el gabinete, las esposas y el presidente en una ceremonia presentaba sus logros a la nación.
Ahora, López Obrador ofrece informes diarios y cada tres meses, lo que hace que la ceremonia del Informe Presidencial haya perdido su lustre original lo que hace que nos preguntemos que puede informar alguien que diariamente muestra sus datos o entra en controversia con opositores, -no enemigos-, reales o ficticios cada mañana.
Todo ha adquirido una nueva escenografía de un presidente que maneja los medios y la agenda política a su antojo, aun cuando con los últimos acontecimientos, la pandemia que ha matado a más de 60,000 muertos, 64,000 para ser más exactos y contagiado a por lo menos 600,000 personas, con la crisis económica más severa que haya experimentado el país con un decremento de casi 8% y con la pérdida de poco más de 600,000 empleos formales; sin embargo, López Obrador cree que lo peor ya ha pasado y el país ya ha recomenzado la recuperación.
Pese a que los resultados no son muy halagüeños, el presidente que siempre tiene sus datos, dice que sus niveles de popularidad se encuentran en un 70%, mientras que la encuesta del periódico Reforma, que se opone a él y que realiza una encuesta con una muestra de 1,200 personas en todo el país enseña que el presidente ha perdido más de 22% en sus niveles de aprobación y más del 42% de los encuestados le son favorables.
En términos de su desempeño la lucha en contra de la corrupción se percibe que ha disminuido, mientras que los demás rubros como pobreza, delincuencia, violencia, inseguridad, economía y la economía han empeorado, por lo tanto, pese a que el presidente tenga sus propios datos y su propia encuesta, la cual no es divulgada, la situación del país, según la percepción de él y la de los ciudadanos no coincide, el día del presidente.
Profesor-Investigador, Departamento de Sociología, UAM-Azcapotzalco, [email protected].