¿Cuándo debe existir diálogo de un gobierno con sus ciudadanos? ¿Se justifica aún si los ciudadanos están enojados o, incluso, en cierto estado de rebelión? El presidente Peña está en La Habana, Cuba, para presenciar la culminación de un proceso de diálogo entre un gobierno y una guerrilla donde han muerto, calculan, más de 200 mil personas en 30 años de enfrentamiento. Ojalá la experiencia le sirva al mandatario mexicano para calibrar las condiciones de su propio país, y la utilidad del diálogo para aquilatar conflictos.
La decisión de un gobierno puede ser la de imponer a la sociedad sus condiciones a sangre y fuego, asumiendo el costo que este método pudiera significarle a futuro. Para ello, deberá tener certeza de la necesidad de su proceder y justeza en su posicionamiento.
En el caso de la Reforma Educativa, su tragedia es que transitó de ser una reforma básicamente laboral y administrativa y no de contenidos, en el contexto del terremoto político provocado por el cambio inesperado de la dirigencia sindical del SNTE, a ser el instrumento de una campaña presidencial torpemente anticipada.
Estos hechos, junto con las realidades sociales y políticas del magisterio nacional, han creado una crisis de gobierno. Esas “realidades del magisterio” son el dato más conocido y viejo del tablero. Lo nuevo es la Reforma Educativa y la campaña presidencial. Lo viejo es que se sabía a qué se iba a enfrentar cuando se aprobó el cambio de condiciones laborales y administrativas en el sector educativo. La radicalidad de la base magisterial en zonas del país, su vinculación con organizaciones sociales y políticas igualmente radicales, incluso con organizaciones armadas y guerrilleras y su control sobre franjas del presupuesto público para financiarse y financiar sus actividades eran todos datos conocidos por los gobiernos federal y estatales. Aquí, ninguna sorpresa. Los datos nuevos son la Reforma Educativa que pretende cambiar todo eso, la inopinada campaña presidencial queriendo aprovechar la coyuntura y un último dato: el gobierno, obviamente, no había diseñado una estrategia para lograr sus objetivos.
La estrategia de campaña presidencial ha sido, hasta ahora, reunirse amablemente con niños y niñas, mientras la policía reprime a los maestros disidentes, retratados como seres ignorantes y despiadados. Recuerda un poco a George Bush leyendo libros con niños en una guardería mientras caían las Torres Gemelas. Aunado a esto una postura política beligerante: no habrá negociación con los maestros hasta que acepten las condiciones impuestas por la reforma.
Hasta que sucedió lo que inevitablemente iba a suceder como consecuencia de esa política: los 9 (¿u 11?) muertos. Y las mentiras del gobierno sobre la no-presencia de agentes armados y la enésima condena internacional hacia este gobierno. Entonces, y sólo entonces, viene el diálogo, bajo condiciones ya extremas. Como la idea del gobierno era no dialogar, ahora lo hace de rodillas, con la condena internacional a cuestas y demostrando una incapacidad política para manejar una situación que sólo un ignorante hubiera pensado resolver “con mano firme”. Liberación de presos, castigo a culpables de las muertas, evaluación de la reforma… en fin, todo el rosario de demandas y crisis económica en una ubicación estratégica del país: el Istmo de Tehuantepec, tomado por pueblos enteros. El lugar por donde pasa toda la economía de Centroamérica hacia el norte.
El conflicto ya es de seguridad nacional. Así nada más.
@rpascoep
Facebook/RicardoPascoePierce
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Post y Contenido Original de : Excelsior
Después de muertes, diálogo desesperado
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