Home Noticias Compró un motel y fue su dueño durante décadas. Hoy, confiesa algo que horroriza a sus clientes

Compró un motel y fue su dueño durante décadas. Hoy, confiesa algo que horroriza a sus clientes

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Compró un motel y fue su dueño durante décadas. Hoy, confiesa algo que horroriza a sus clientes

Si estamos de viaje, y necesitamos un lugar para pasar la noche, por muy cansados que estemos, siempre tenemos una lista mental de cosas básicas que debe tener el lugar donde nos hospedemos. Generalmente, solemos comenzar porque no se aleje de nuestro presupuesto, que sea limpio, cómodo, y aún más importante, que esté en un lugar seguro. A pesar de que queremos ahorrar, la seguridad siempre es primero, y sobre todo si estamos en un viaje de placer, no pasar miedos ni rabias es lo más importante. 

Durante décadas, quienes se hospedaban en el Manor House Motel de Aurora, Colorado, dieron muy buenas referencias del lugar. Cálido, hospitalario, y con una muy buena atención. A pesar de no ser un lugar en lo absoluto lujoso, la mayoría de las personas se quedaban por uno o dos días, y luego volvían a la carretera. Estaban listos para continuar. Habían tenido una buena experiencia. Se sentían descansados.

El nombre del dueño del motel era Gerald Foos, y durante años guardó celosamente un perverso secreto sobre sus huéspedes que nunca nadie descubrió, sino hasta ser revelado por él mismo.

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Eran los 80’s. El escritor y periodista Gay Talese recibió una carta de un desconocido Gerald Foos. Foos aseguraba haber leído “La mujer de tu prójimo”, una increíble investigación de Talese sobre la revolución sexual norteamericana. El señor Foos aseguraba tener información que podría servirle al periodista.

A pesar de que, en un principio, Talese no quiso confiar en las cartas del desconocido, decidió darle una oportunidad.

Ambos comenzaron a enviarse cartas que Foos rogó fueran confidenciales. Después de escribirse durante algún tiempo, el dueño del motel de Colorado, invitó al periodista a conocerlo. Foos lo llevó hasta el ático del motel, al que llamaba “laboratorio”. Ahí, el investigador conoció todos los detalles del terrible secreto de su dueño.

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Foos era un voyeur. Él mismo se lo aseguró a Talese y le mostró las pruebas. Desde que abrió el motel había estado espiando a todos sus huéspedes. Para esto, utilizaba falsas rejillas de ventilación que puso en cada cuarto. Ante la incredulidad de Talese, Foos se lo demostró: lo llevó por los pequeños pasillos interconectados entre sí, en un espacio muerto sobre las alcobas y bajo el techo. Ahí, el mismo Talese vio tener sexo a una pareja que se hospedaba en el hotel.

A la mañana siguiente, Foss le pasó a Talese una pila de papeles. Todos tenían que ver con la confidencialidad que Talese tenía que mantener durante la investigación. Esto, según Foos, era esencial para poder contarle por qué había estado espiando a sus huéspedes durante tantos años. Y con eso listo, comenzaron sus fuertes declaraciones:

“Podía estar en la plataforma todas las noches, hasta el amanecer. Estar ahí era bastante fatigoso. Entonces, bajaba y comenzaba a escribía. Quería hacerlo mientras todo lo que vi seguía fresco en mi mente”.

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Mediante pequeñas notas, Foos comenzó a construir un diario, al que llamó “Diario del Voyeur”. Contenía 15 años de anotaciones sobre los huéspedes a los que espiaba. A pesar de sus actor, él nunca se sintió como un degenerado:

“No empecé esto solo por el placer sexual. Por supuesto que era parte del tema, pero realmente quería saber cómo actuaba la gente en privado”.

En esas notas, que comenzaron a escribirse en 1973, Foos aseguraba haber identificado conductas culturales. Dentro de sus cuadernos, habían largos detalles de todo tipo sobre la vida íntima de las personas. Por ejemplo, el voyeur tenía una habilidad especial para catalogar a los huéspedes por la intensidad de su libido. Aseguró que el 62% de las personas vivían vidas “moderadamente activas sexualmente”, un 12% de las parejas a las que observó estaban “altamente sexualizadas”, y un 22% tenían “una libido muy baja”. 

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Pero las notas de Foos no detallaban solo la conducta sexual de las personas, sino también otro tipo de comportamientos extraños. En una ocasión, aseguró haber sido el único testigo de un asesinato. Jamás quiso reportarlo a las autoridades. En sus palabras:

“Solía tener conversaciones con personas, y se veían tan amables, pero detrás de las puertas cerradas, generalmente el más amable era el peor. Las personas son mentirosas, y la sociedad es tan corrupta”.

Talese tampoco reportó nada de esto a las autoridades. Prometió guardar el secreto del dueño del motel, y ambos mantuvieron una relación por correspondencia durante dos años. 

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El periodista no era la única persona que sabía de las conductas de Foos. Dona, su primera esposa, estuvo con él cuando compró el motel. Ambos se demoraron bastante tiempo en abrirlo. Al momento de comprarlo, ambos ya sabían que el plan de Foos era espiar personas, y ella lo ayudó a poner cada ducto falso de ventilación. Después de que ella falleció, Foos volvió a casarse con una mujer llamada Anita, quien también estaba al tanto, y le prestó ayuda.

Por su parte, el dueño del motel aseguraba encontrar “extraña” la voluntad de sus parejas de participar junto a él en el voyeurismo. Asegurando que muy pocas mujeres demostraban adherir a esa conducta.

Finalmente, la historia de Foos terminó por salir a la luz durante el 2016. Ese año, Talese publicó para el New Yorker un artículo llamado “El Motel del Voyeur”, que terminó siendo un libro a fines del mismo año. 

El libro, a pesar de la increíble capacidad narrativa de Talese, y lo interesante de su historia, dejó muchas preguntas abiertas: partiendo por el hecho de que el autor se demorase casi 30 años en sacarlo a la luz; además de algunos vacíos en su historia, y la siempre intrigante pregunta de por qué Foos quiso salir a la luz pública. ¿Buscaba fama? ¿Atención?; ¿Qué fue del homicidio presenciado por Foos? 

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Probablemente nunca lo sepamos, y es fácil pensar que pudieron haber engañado a Talese. Después de todo, ya tiene más de 85 años, y no es el monstruio del periodismo que fue en los 60 y los 70, pero al menos tenemos un registro.

 

Source: UPSOCL