Sexo | Así va el condón
Hoy venimos con una de esas cuestiones que no debería de generar polémica: ponerse un condón es como abrir un tetra brik de leche o como descorchar una botella de vino: con hacerlo una vez ya se aprende para siempre. Sin embargo, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y a veces lo hace tres. Y cuatro. Y cinco. Y así hasta el infinito y acabar descalabrado. Por eso, nos ha parecido sensato recordar qué errores llevamos cometiendo con el condón toooooooooda la viiiiiiida. Aquí van los más comunes.
El condón está caducado (y aún así lo usas). De repente, pillas, y echas mano al condón que llevas en la cartera… desde que Rosa de España nos representó en Eurovisión. Pues que sepas que se multiplican las posibilidades de que esté en malas condiciones y que, por tanto, se rompa.
Abres el condón con los dientes, tijeras, ¡un cutter! Pongámos en el caso de aquellos para los que la palabra “abrefácil” no significa nada. Hay un espacio en el lateral del envoltorio que está hecho para que sea rasgar y sacar. Prueba ahí con los dedos antes de recurrir a objetos punzantes.
Eliges mal la talla. Quizá te ocurre por desconocimiento. O quizá porque quieres llevar todo por todo un XL sin que lo necesites. Ojito, que puede ser que si tu pene no lo llena (¡es solo una hipótesis, no te enfades!), acabe deslizándose y dejándote al natural…
Lo desenrollas totalmente antes de ponértelo. Ignoramos por qué hay seres humanos que hacen esto. Y también ignoramos cómo consiguen ponérselo después. Supongo que son el mismo grupo de personas que desenrollan el papel higiénico antes de usarlo sin ser el perrito de Scottex. Gente rara.
No lo desenrollas totalmente (una vez puesto). La arruga es bella, decían en los 80, pero en los condones, NO. Así que asegúrate que de está totalmente estirado a lo largo del pene.
Te lo pones antes de estar en erección. Otro de esos expedientes X que a veces ocurren y que suelen llenar líneas y líneas de consultorios sexuales. Espera a que la cosa esté dura y entonces procede, pero antes no, alma de cántaro.
Te lo pones al revés. Ves que no desenrolla. Le das la vuelta. Bien, esto que parece peccata minuta puede ser un problemón si ha habido abundante secreción preseminal previa porque habremos empapado la parte interior que ahora, tachán, pasará a ser la exterior y, sí, estará en contacto con la vagina. Si esto pasa, mejor desechar. Para los que lo ponen al revés: sabed que hay condones con una especie de “camino indicador” de por qué lado hay que colocarlo. De nada.
No aprietas la puntita. La punta del condón no es un mero elemento decorativo, sino que está ahí para recepcionar el semen tras la eyaculación, así que, si no la dejamos libre de aire apretándola mientras nos ponemos el preservativo, corremos el riesgo de que desborde. Y entonces, como cantaban Héroes del Silencio: ¡Avalanchaaaaaa!
Tras la eyaculación, no lo sacas rápidamente. Y entonces pasa lo que pasa: que la cosa se pone blanda y el condón se cae sinuosamente hacia el interior de la vagina o quién sabe dónde… Con lo fácil que es sacarlo (agarrado, siempre) tras haber llegado al orgasmo.
Lo reutilizas. Si solo tienes uno y ya lo has utilizado, su destino es el cubo de la basura. ¿Quieres seguir haciendo cosas y te has quedado sin condones? Pues imaginación y a olvidarse de la penetración. O si no, plan B: buscar una farmacia de guardia. Tú eliges, pero, por lo más grande, nunca le des un segundo uso a ese cacho de látex.