La democracia es el peor de todos los sistemas políticos,
con excepción de todos los sistemas políticos restantes
Winston Churchill
La democracia liberal de Occidente está en crisis. No porque hayamos dejado de votar por nuestros gobiernos, sino porque hemos votado por quienes están interesados en limitar la democracia.
El mundo se ha volcado por soluciones facilonas que, en principio, ofrecen la rapidez de la intervención de una sola persona. En principio, las democracias funcionales dan mejores resultados cuando el poder se reparte, pero el mundo se ha vuelto impaciente a pesar de los resultados benéficos de vivir en democracias. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, de 1981 a la fecha, la pobreza se ha reducido de dos mil millones de personas a mil millones de personas en el mundo. Claro que, si lo pensamos en términos de porcentaje, en el mundo, una persona de cada 7 vive bajo el umbral de la pobreza, sin embargo, la reducción del 50% en 30 años se debe a la proliferación de la democracia liberal y, con ella, a la economía de mercado.
Uno de cada siete sigue siendo un número importante, sin embargo, cuando pensamos en términos de siglos, en 1800, el 80 por ciento de la población mundial se encontraba bajo los umbrales de la pobreza, la reducción es importante. El mundo nunca ha vivido mejor que hoy, nunca la esperanza de vida ha sido tan larga, nunca ha habido más libertad que la que hoy existe, nunca ha habido niños más sanos que hoy, nunca ha habido menos esclavitud en el mundo.
No obstante lo anterior, las democracias liberales han sido incapaces de vender sus éxitos al electorado, razón por la cual nos enfrentamos a pueblos que piensan que la democracia no les ha hecho justicia. Así, desde EU, o Italia, Brasil, México se han elegido políticos poco convencionales que se dedicaron a bombardear los conceptos de bienestar y a exaltar las fallas de la democracia ofreciendo a cambio soluciones fáciles que son inviables o imposibles.
Los países con instituciones más fuertes podrán sobrevivir mejor. El 6 de noviembre fuimos testigos de cómo EU repartió el poder nuevamente cambiando el balance de la Cámara de Representantes. Aunque no fue una derrota tan esperada para Trump, sí fue un cambio suficientemente fuerte como para bloquear las ideas y planes más radicales del señor Trump. Aquí se confirma que el mejor funcionamiento de la democracia se da a largo plazo y mediante la repartición del poder en instituciones o más personas.
El problema se da en repúblicas bananeras como la nuestra, donde nuestra genética política siempre ha basado su esperanza en las personas y no en las instituciones. Cuando uno lee la biografía de Antonio López de Santa Anna y se le compara con los fanáticos seguidores del presidente electo en Twitter, por ejemplo, nos damos cuenta de que no hemos cambiado mucho como país; que un número importante de la población sigue esperando que la voluntad de un hombre fuerte nos cambie.
Espero que las elecciones de EU nos dejen una lección. Espero que nuestras elecciones intermedias reflejen una madurez política que reparta el poder en la Cámara de Diputados y en las gubernaturas que estén en juego en su momento.
Las democracias deben navegar como un portaaviones, lento pero con rumbo definido y que, para cambiar su curso, cueste mucho trabajo y no pueda ser un movimiento abrupto. Hay que mejorar lo mejorable, pero no podemos incendiar la casa en la que vivimos por puro enojo y eso es lo que ya está pasando.
Por otro lado, hace unas semanas recordaba el juramento constitucional que hace el Presidente al ser investido como tal. No es una ocurrencia, es el requisito de jurar el cumplimiento de la Constitución y las leyes lo que inicia la Presidencia. No está sujeto a la voluntad del presidente el cumplir la ley o perseguir delitos, o cumplir con la Ley Federal de Consulta Popular, está obligado a hacerlo. La sociedad civil, pero, sobre todo, los otros Poderes de la Unión tienen la misma obligación y deben forzar el cumplimiento legal, para eso es la división de poderes.
Twitter: @LlozanoO
Elecciones y balances
Source: Excelsior