Por Jaina Pereyra*
Estoy harta de las campañas. Me está costando mucho trabajo mantener el optimismo cuando las soluciones parecen tan deficientes.
No debería ser un reto tan grande plantear un proyecto que nos inspirara, en el que pudiéramos confiar. Vivimos en un país en donde todo necesita arreglo: la mitad de la gente es pobre. Las escuelas son suficientemente malas para que las siguientes generaciones vayan a seguir siendo pobres.
Hay gente que está horas en el transporte público o privado para poder llegar a un trabajo que le paga apenas lo suficiente para vivir. La cultura laboral es de agotamiento. No hay horarios que se respeten, no hay prestaciones, no hay nada.
Los hospitales no sirven. No hay medicinas. No hay prevención.
El acceso a todos los derechos es absolutamente desigual: a la salud, a la educación, a la justicia. De todos modos la violencia es cotidianidad de todos, de todos, todos los días. Asaltos, a ricos y a pobres, de un cristalazo en el coche o con una pistola en el microbús. Secuestros, feminicidios, homicidios. Matan a todo el mundo, hasta a los que quieren ser candidatos.
La corrupción está descontrolada. Se roban todo para las campañas en las que buscan quedarse en el poder. Y sólo usan ese poder para asaltar las arcas para hacer campañas y quedarse en el poder.
La vida pública ocurre sin el mínimo de las vergüenzas, sin decencia, sin decoro.
Pero a ninguno de los candidatos a la Presidencia pareciera importarle lo suficiente como para conocer estas realidades y proponer una solución concreta. A nadie parecemos importarle lo suficiente como para salirse del lugar común. Habiendo tanto qué hacer, nadie pareciera querer hacer nada realmente.
Y, además de los millones de pesos gastados en spots plagados de banalidades, los veo a ustedes, peleándose en redes sociales, o en los grupos de whatsapp, defendiendo a un candidato con tanta determinación que entre que me desconciertan y me dan envidia.
¿Qué han escuchado que les contagió tanto entusiasmo por alguna alternativa? ¿Por qué les importa tanto defender a un candidato que no les ofrece realmente ni una solución para este país?
¿Por qué agarran esos bandos tan absurdos? Unos, defendiendo a Andrés Manuel como si algo en él fuera garantía de probidad. Como si no se hubiera rodeado de los mismos truhanes de siempre, sobre todo de los que hoy se suman al proyecto por un hueso y a quienes aceptan por unos cuantos votos.
Los otros, atacando a López Obrador y a “los chairos” por inconsistentes, como si las alternativas fueran buenas, como si ese país que describo no fuera resultado de la misma incongruencia, de seguir votando por alguien que no ha mejorado nada.
Que nosotros defendamos a nuestro candidato diciendo que el otro también hace cosas malas de las que se acusa al nuestro es francamente inaceptable. Para todos.
Por eso nos quiero pedir un favor a todos. Aplacemos nuestra devoción. No nos demos por satisfechos todavía. No nos peleemos para ver quién de nosotros escoge al candidato ganador, mientras sigan siendo tan deficientes. Nadie gana con eso. Pidámosle a ellos que se conviertan en candidatos que merecen ganar. No porque ya les toca, no porque qué miedo el otro. Que se merezcan ganar porque conocen nuestro país, lo quieren mejorar y lo saben resolver. Que sean candidatos ganadores porque entendieron nuestro reclamo y lo quisieron atender.
Seamos congruentes con nuestras indignaciones. Seamos consistentes con nuestras exigencias. Seamos tolerantes con los que, como nosotros, sólo quieren poder confiar en alguien, y seamos absolutamente exigentes con quienes piden nuestro voto.
Las elecciones no son guerras entre grupos de seguidores, son carreras para sumarnos como seguidores. ¿Por qué estamos peleando nosotros lo que ellos no están dispuestos a defender con sus acciones? ¿Qué ganamos convenciendo a alguien de que nuestro candidato es el mejor? ¿Por qué no mejor le exigimos más a nuestro candidato, le demostramos que lo vamos a vigilar, le comprobamos que lo vamos a castigar si viola esa confianza? Por favor la atención es hacia ellos, la exigencia con ellos, la solidaridad con nosotros. Yo estoy convencida de que, como decía mi abuela de los hombres: a los políticos, ni todo el dinero, ni todo el amor… ni todo el apoyo. Hasta que se lo ganen. Si es que se lo ganan.
*Especialista en discurso político y directora de Discurseros SC
Source: Excelsior