El próximo miércoles se renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes, 35 curules del Senado (de 100 integrantes), se elegirán 36 gobernadores y se renovarán 87 cámaras estatales. Los republicanos poseen una exigua mayoría en la Cámara Alta, con 51 senadores, y también en la Baja, aunque mucho más amplia, con 241 legisladores frente a 194 de los demócratas. Las intermedias suelen ser un referendo del mandatario en turno y la “tradición” muestra que el partido gobernante pierde una media de 32 asientos en la Cámara de Representantes, y dos en el Senado, un voto de castigo que varía, dependiendo el desgaste gubernamental, la situación económica, el estado de ánimo social, la coyuntura, etcétera.
Los republicanos buscan desafiar la historia, con base en los logros de Trump, quien se juega el pellejo, porque si pierde la mayoría en algunas de las dos cámaras, su agenda legislativa puede ser bloqueada (como le pasó a Obama en 2010 y 2014), pero principalmente, podría estar expuesto a un juicio político que lo destituya. Por ello, el magnate realiza un intenso proselitismo para explotar al máximo la gran marcha de la economía (creció 3.5% en el tercer trimestre y el desempleo cayó al 3.7), la importante rebaja de impuestos, sus “resonantes victorias”, tales como conseguir la mayoría en la Suprema Corte, negociar exitosamente un nuevo TLCAN, derrotar al Estado Islámico, realizar una cumbre histórica con Kim Jong-un, entre otros. Además, la caravana de inmigrantes, que marcha hacia al norte, le cae como anillo al dedo al magnate para alentar el nacionalismo xenófobo, el militarismo y los temores ante una posible “invasión masiva de criminales” (según los llama), movilizar a sus bases y responsabilizar a los demócratas de oponerse a endurecer las leyes migratorias, y a construir el muro fronterizo.
Si bien, el estilo narcisista y belicoso del Presidente, y la polarización-victimización como modus operandi (basada en tuits y news fakes), le han servido para mantener la adrenalina de sus seguidores hasta enardecerlos (al extremo de aterrorizar con bombas y atentados), por otro lado, le han generado (junto a diversos escándalos y revelaciones, incluido el Rusiagate), una impopularidad sin precedentes (su índice de aprobación es del 40%), que refleja la fractura social y encono de amplios sectores, entre ellos la prensa (a la que atacado sin tregua), las mujeres (nunca se habían presentado tantas candidatas a unos comicios), los jóvenes, las minorías raciales y de la diversidad, y de los millones que respaldan el Medicare y el Obamacare, y un mayor control de armas.
El desgaste polarizador trumpista y el rechazo al racismo, al odio y la violencia, representan una buena oportunidad para los demócratas, particularmente para recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes, donde necesitan mantener sus curules actuales, y quitarle 24 a sus rivales. Así, la estrategia de dicho partido es arrebatar (con una agenda progresista) a los republicanos los distritos donde ganó Hillary Clinton. En el Senado, los demócratas la tienen más difícil, ya que de los 35 en juego, sólo 9 están en manos republicanas, de manera que aquellos tienen que mantener sus 26 puestos, y quitarles dos a éstos.
Los demócratas tienen el 85% de probabilidades de ganar la Cámara Baja (sus candidatas serán clave para movilizar el voto femenino), y el mismo porcentaje de perder el Senado. Al igual que Trump, se juegan el pellejo porque si pierden se hundirán (al menos un lustro), ya que aquel tendrá todo para reelegirse.
ENTRETELONES
Felicitación a Contrapunto TV por su programa 200.
Twitter: @evillarrealr
Source: Excelsior