5 rasgos de las personas sumisas
Las personas sumisas se caracterizan por no alzar la voz, mantenerse siempre en un segundo lugar y acatar todo aquello que las personas más autoritarias les pueden demandar.
Aunque, en determinadas ocasiones, una actitud de este tipo puede llevar a una persona a involucrarse en relaciones dañinas donde salga claramente damnificada, lo cierto es que cambiar esta forma de ser puede ser algo complicado.
No es que este tipo de personas no quieran dejar de ser sumisas, sino que, por las experiencias que llevan a sus espaldas, han adquirido determinados rasgos psicológicos de los que no pueden deshacerse a la ligera.
Veamos cuáles son.
1. Las personas sumisas no son asertivas
Las personas sumisas no priorizan sus necesidades ni lo que puedan querer. En lugar de eso, siempre piensan primero en lo que los demás necesitan o desean.
Su falta de asertividad las empuja, por ejemplo, a adoptar un rol totalmente secundario en un grupo de trabajo. Todo esto, a causa de la gran dificultad que tienen para expresar sus puntos de vista o sus opiniones.
Aunque deseen hacerlo, se cohíben y ellas mismas se echan para atrás. Creen que lo que piensan no será tomado en cuenta y hasta dudan de sus propias opiniones, sobre si estas son en realidad meras tonterías.
2. Su pasado está repleto de dolor
Las personas sumisas quizás no han nacido con esta manera de ser y de comportarse, sino que las experiencias vividas han hecho que, poco a poco, fuesen encerrándose en ellas mismas.
Una infancia donde la relación entre los padres ha sido poco sana, una adolescencia cargada de momentos de bullying, pueden ser razones suficientes para quien tiene un rol totalmente sumiso.
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La baja autoestima y la inseguridad que sienten provoca que no se crean útiles si no es poniéndose a disposición de otras personas.
Esto no es sano para ellas, porque se convierten en personas muy vulnerables a las que cualquiera puede hacerles daño de forma gratuita.
3. Siempre evitan cualquier tipo de conflicto
Nunca veremos a las personas sumisas buscando conflictos con los demás, sino todo lo contrario, evitándolos cueste lo que cueste.
Los conflictos son algo que las pone muy nerviosas, quizás porque les recuerda alguna experiencia vivida en el pasado.
El problema es que para evitar conflictos, a veces, tienen que agachar la cabeza, asumir lo que no están dispuestas a aceptar y no darse el lugar que se merecen.
Esta preocupación por evitar cualquier tipo de problema, enfado o discusión les provoca un gran desgaste.
4. No quieren llamar la atención
Algunos podrían confundirlo con la timidez pero, en realidad, es una manera de pasar desapercibidas, de no destacar.
Las personas que son sumisas tienen una preocupación extrema por lo que los demás puedan pensar de ellas. Por eso, tienden a vestirse y a comportarse de una manera extremadamente discreta.
Esto les garantiza la evitación de cualquier momento que les pueda resulta humillante o que tenga alguna posibilidad de generar algún conflicto.
5. Tienden a la dependencia emocional
Las personas sumisas piensan tanto en los demás y son tan vulnerables que necesitan a una persona que las proteja.
Por eso, es completamente natural que terminen en relaciones dependientes donde la otra persona le da sentido a su vida, al mismo tiempo que la protege.
Esto se cree cierto incluso en aquellas relaciones en las que se produce maltrato. Pues, aunque la otra persona no las trate bien, al menos tienen a alguien con ellas.
Un punto de vista que las expone a sufrir mucho en sus relaciones.
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¿Has estado en contacto con personas sumisas? ¿Has formado tú parte de este grupo? Salir de este estado de sumisión máxima es posible, pero requiere de un gran trabajo y consciencia sobre lo que ocurre.
Se puede aprender a ser más asertivo, se puede conseguir elevar la autoestima y deshacerse de la inseguridad que nos hace sentir poco válidos.
Las personas sumisas, debido a sus rasgos psicológicos, suelen sufrir mucho.
Su actitud atrae a personas violentas, agresivas o que intentan hacerles algún mal para que se den cuenta de que tienen que empezar a darse el valor que se merecen.