Ayrton Senna cumplió todos y cada uno de sus sueños en Fórmula 1. Tenía claro que sería campeón del mundo incluso antes de llegar al Gran Circo, sin embargo hubo un deseo que se le había negado y el cual sólo pudo hacer realidad después de ocho intentos, y tres años antes de fallecer, y ese fue ganar el Gran Premio de Brasil, en casa. Él aseguraba que aquel triunfo había sido un regalo de Dios.
Brasil fue por mucho tiempo el primer Gran Premio en el calendario de Fórmula 1, pero Senna arrastraba una especie de maldición, la cual le impedía ganar en casa. Cuando debutó en la máxima categoría, abandonó, y sufrió la misma suerte en su segunda temporada. En el tercer intento, en 1986, finalizó en el segundo lugar, con la escudería Lotus, lo cual hacía pensar que el triunfo estaba cerca.
Ayrton Senna: “La victoria que más luché”
Sin embargo, tuvieron que pasar cuatro años más para volver al podio en casa tras finalizar tercero, en 1990, y finalmente cumplió su sueño el 21 de marzo de 1991 con una de sus mayores exhibiciones de destreza. “No fue la mejor victoria de mi vida, pero sí la que más luché”, dijo el brasileño en su momento.
Senna largó desde la pole position y conservó la punta durante la carrera, la cual se perfilaba para una victoria sencilla hasta que la caja de cambios del McLaren comenzó a fallar a partir de la vuelta 46, cuando perdió la tercera marcha.
A 11 vueltas del final su auto se quedó atascado en la sexta marcha. Esto lo obligó a controlar la velocidad de su auto con los pedales. En un Fórmula 1 se debe emplear una fuerza de 100 kilogramos sobre el pedal para frenar, además hay soportar cerca de cinco fuerzas g en cada curva, que es similar a aguantar una carga de 40 kilogramos en la cabeza.
“Imagínate caer de 300 a 70 kilómetros por hora sólo con los frenos, con el motor empujando y desviándome del rumbo”, dijo Ayrton Senna.
Lo normal en estos casos es retirar el auto por cuestiones de seguridad, pero Senna se aferró a su sueño de ganar en casa y sacó a flote a un auto indomable, que además se volvió aún más feroz con la caída de lluvia.
“Me di cuenta de que Patrese se estaba acercando y en realidad pensé que yo no iba a ganar. De todos modos, pensé que tenía la obligación de ganar en Brasil y pude controlar la carrera a pesar de la lluvia al final de la carrera”, dijo.
La carrera que Dios le regaló a Ayrton Senna
Cuando Senna cruzó la meta inundó de euforia la radio con gritos que perduran hasta ahora en la historia de la Fórmula 1, pero cuando quiso tomar unas banderas de unos comisarios para festejar, quedó al borde del desmayo por el esfuerzo. Su auto también quedó inmóvil, por lo cual tuvo que ser remolcado.
“Sufrí espasmos en los músculos y calambres en los hombros y en el cuello porque el cinturón estaba demasiado apretado, pero también por toda la emoción”, comentó al finalizar la carrera.
Fue necesaria la intervención del equipo de médico de Sid Watkins para quitarle los guantes, retirar el cinturón de seguridad y el casco antes de extraerlo del auto. Los videos del podio muestran escenas en las que Senna apenas pudo levantar el trofeo de ganador.
“Luché tanto que necesitaba terminar primero. Dios me dio esta carrera y estoy muy contento. Fue muy emocionante”, celebró.
Jo Ramírez, el coordinador mexicano de McLaren, ha explicado que después de la carrera Senna festejó en un centro nocturno de la ciudad de Sao Paulo junto a Emerson Fittipaldi y Pelé.
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