CIUDAD DE MÉXICO.
Los jefes narcotraficantes en América Latina “son caudillos criminales” que son verdaderos híbridos entre jefes de empresa delictiva, milicianos y capos, dice Ioan Grillo en su libro Gangster Warlords (Caudillos Criminales), para constituirse en parte de una situación que confunde a los gobiernos.
Y buena parte del problema es que ni los gobiernos nacionales ni Estados Unidos saben cómo resolver el problema o tienen una estrategia para enfrentarlo.
El periodista británico trata de establecer cómo la promesa de democracia tras el ocaso de los gobiernos autoritarios, las guerrillas y las dictaduras militares cedió el paso a una nueva etapa de luchas sangrientas sin aparentes razones políticas.
“Allá en los 70, pistoleros de México a Brasil solían ser asesinos que mataban calladamente en lo oscuro de la noche. Hoy se han transformado en comandos con armamento de infantería ligera, incluso lanzacohetes portátiles”, señaló Grillo a principios de año.
El cambio se refleja en las tácticas y la disposición de los grupos criminales a confrontar a fuerzas de la ley y gobiernos frecuentemente rebasados.
Ese cambio se ve a lo largo y ancho del continente, y Grillo elige casos en Brasil (El Comando Rojo), Jamaica (The Shower Posse), El Salvador (Mara Salvatrucha) y México (Caballeros Templarios) para ilustrar sus opiniones.
Los cuatro grupos aparecieron más o menos simultáneamente pero en diferentes países, en lo que considera fruto de una tendencia regional, “un producto de las circunstancias históricas”.
De hecho, apuntó, “son intrigantes redes postmodernas que mezclan pandillas, mafias, escuadrones de la muerte, cultos religiosos y guerrillas urbanas”.
Hay de hecho formas paralelas de operar, según la descripción de Grillo. Desde sistemas de espionaje que se ven lo mismo en los pueblos de Michoacán que en las favelas de Río de Janeiro hasta la creación de cinturones defensivos en barrios “limpios” de adversarios lo mismo en San Pedro Sula, Honduras, que en las guarniciones de Kingston.
Las milicias pandilleras son producto de sociedades violentas y contribuyen a su creciente sangría, añadió.
“Ocho de los diez países con las mayores tasas de homicidios están en la región, así como 43 de las 50 ciudades más violentas”, consignó.
“Con tan pocos asesinatos siendo resueltos, es imposible decir exactamente cuántos murieron a manos de cárteles y comandos. Pero el crimen organizado tiene una gran presencia en todos los países con las mayores tasas”, apuntó Grillo al notar que en la primera década de este siglo, hubo “un holocausto alimentado por cocaína” en América Latina, con más de un millón de muertes violentas.
“Ahí donde los emboinados luchadores por la libertad han desaparecido, han surgido los ejércitos de los cárteles. Trágicamente, un sicario de cártel con un Kalashnikov es un símbolo más dominante de las nuevas Américas, Mucho más jóvenes idolatran al Chapo Guzmán —el multimillonario narcotraficante detenido el 8 de enero— que al Che Guevara”, apuntó para el semanario estadunidense Time.
Parte de la respuesta, según el propio Grillo, está “en el colapso de las dictaduras militares y las fuerzas guerrilleras en la región, que dejaron almacenes de armas y soldados en busca de empleo. Además, las democracias emergentes han sido plagadas por debilidad y corrupción, al fallar en establecer sistemas de justicia funcionales y el imperio de la ley”.
En ese marco, las “guerras del crimen” que se han visto en los cuatro casos no son conflictos tradicionales ni mucho menos, sino más bien “una borrosa combinación” que mezcla ambas actividades. Y en ese sentido, anotó, “los pandilleros son frecuentemente más efectivos para lograr sus metas que más grandes fuerzas gubernamentales para lograr las suyas”.
De hecho, las pandillas o milicias criminales parecen tener una meta común de controlar feudos territoriales, y los jefes, lo mismo “Dudus” Coke en Jamaica que Heriberto Lazcano en México, son pandilleros, pero algo más que meros narcotraficantes al comandar milicias para controlar sus territorios y “resguardarlos” de enemigos entrometidos, conducir juicios y obtener “impuestos” mediante extorsión amén de hacer juicios, presionar a políticos y hasta trabajo social.
“Estos caudillos criminales, sin embargo, controlan selectivamente aspectos del territorio de su país y dejan al gobierno la provisión de servicios como electricidad”, consignó.
Los gobiernos latinoamericanos no han sabido manejar el problema. “Los gobiernos desde Ciudad de México hasta Brasilia envían tropas con políticas de disparar a matar mientras niegan que estén enzarzados en guerras de baja intensidad”, destacó.
Recordó por ejemplo que después de ataques contra policías en Sao Paulo, se asegura que agentes salieron en una juerga de muertes por venganza y asesinaron a casi tanta gente en diez días como la dictadura militar brasileña en dos décadas”.
A veces, indicó el reportero, los políticos están aliados con los pandilleros y son parte del problema. Otras tienen genuinos problemas para encontrar políticas funcionales. Algunos gobiernos han experimentado con ideas como las treguas entre pandillas en El Salvador o acuerdos de desarme en Colombia con variados grados de éxito.
Washington, por su parte, “no tiene una estrategia coherente” y de hecho “sigue gastando miles de millones en una guerra global contra las drogas mientras hay poco entusiasmo en casa para esa pelea”.
Estados Unidos financia ejércitos a lo largo de América Latina y las cortes dan asilo a refugiados que huyen de esos soldados.
“Los diplomáticos se acercan a sus contrapartes latinoamericanos al decir que sólo encaran problemas genéricos de pandillas, pero entonces el Pentágono sacude las cosas al gritar que México está perdiendo control ante los cárteles… Encarados con tales contradicciones, los políticos se refugian con frecuencia en la opción por omisión: ignorarlo”.
De acuerdo con un recuento de InsightCrime, un centro de análisis con sede en Washington especializado en temas de delincuencia y criminalidad en América, Grillo cree que los gobiernos deben tratar de comprender la profundidad del problema “aun si puede ser doloroso admitir que los criminales retan al Estado y su monopolio de la violencia”.
Según la organización, las recomendaciones derivadas del trabajo de Grillo son la reforma de la política de drogas, la mejoría o incluso construcción de los sistemas de justicia y la transformación de los cinturones de miseria, favelas o ciudades perdidas.
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Ventilan perfil de narcos de América Latina
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