La ambigüedad moral, las trampas de la mente, la traición —contra el más cercano, contra uno mismo, contra el más amado— el descubrimiento (a veces desgarrador) de la ilusión con la que falsamente alimentamos nuestros deseos, son las pistas que película tras película el director Christopher Nolan ha cazado y dejado deliberada y formidablemente, durante más de diez años de dirección. En El origen, sin embargo, lo hace de manera particular.
Cobb, tiene la habilidad y la tecnología para introducirse en los sueños de otros y así robarles sus ideas más escondidas y protegidas tanto por su conciencia como por su subconsciente. Un arma que, como tardíamente descubre, es de dos filos.
ESTA ES LA DINÁMICA DE LA INSERCIÓN
En este caso, el arquitecto y ladrón construye el escenario que su víctima, sin saberlo, redecorará y habitará con una multitud de álter egos disfrazados de extras que no son sino sus miedos, frustraciones, anhelos, deseos, recuerdos y, más importante para Cobb, puesto que de eso se alimenta, de secretos que la mente protege en forma de tesoros escondidos en un lugar de difícil acceso, como una caja fuerte en un cuarto trasero o una bóveda en nevadas montañas canadienses.
Así, por ejemplo, puedes estar en un bar y sentirte mirado, acosado incluso, por otros, cuando en realidad, en una especie de ironía kubrickiana, estás sólo contigo mismo. El otro eres tú.
LOS LABERINTOS MENTALES EXPUESTOS EN LOS FILMES DE NOLAN
En un inicio, los laberintos mentales expuestos en los filmes de Nolan complican la trama y, conforme avanza y éstos se resuelven, complican nuestra existencia: ¿somos capaces de elegir deliberadamente los recuerdos para justificar nuestra historia? ¿detrás de nuestras ilusiones existe una explicación lógica y aburrida? ¿la lucha contra el mal es la exteriorización de nuestros esfuerzos por contener nuestro lado más oscuro?
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