La séptima y última temporada de “Orange is the New Black” es humana.
Cada temporada tomó una problemática social y la hizo suya. En 2018 utilizó el racismo tomando como víctima a Taystee.
Este 2019 le tocó el turno a las políticas de deportación de Estados Unidos y el cómo muchos quedan atrapados por años en las instalaciones inhumanas de inmigración, además de que, al recuperar su libertad, una interna extranjera tiene más posibilidades de volver a prisión.
En cuanto a los amoríos, esta temporada relata cómo Piper Chapman, ahora libre, intenta mantener una relación a distancia con Alex Vause, quien sigue en la cárcel.
Pero no todo esta temporada es sobre el amor, sino sobre los cambios que la prisión tiene en los seres humanos. También regresan personajes cuyas historias fueron olvidadas o menos relevantes en las anteriores temporadas.
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Las otras historias son incluso más intensas que la de Piper, como la de Taystee, tras una injusta sentencia a cadena perpetua pasa los capítulos desesperada, preguntándose cómo seguir viva en un lugar tan inhumano.
La historia de Nicky, una exdrogadicta, no es tan poderosa como la de Taystee, pero necesaria para agregar la cuota de humor y alegría que se necesita en este tipo de dramas.