En Cuernavaca, el crimen no distingue entre el hijo de un poeta, de un ciudadano común o de un deportista ejemplar. Se enseñorea la impunidad que se manifiesta en otros puntos geográficos del país donde la corrupción, que nace en los bolsillos sin hartazgo de un gran número de políticos, estimula la imitación de sujetos de la misma calaña a los que sólo mueve satisfacer el apetito por lo material, por la violencia, por el engaño, la simulación, la hipocresía.
En la expresión ¿por qué? existe la que adquiere sentido, el ¿por qué? sin sentido y el ¿por qué? sin respuesta. Los sentimientos de indignación, de impotencia, de coraje, de tristeza se funden con la resignación y aceptación del destino, ante la repentina desaparición física de Francisco García Moreno (1947-2016), El Waterpolista. Ocurrió el sábado a las ocho de la mañana, cuando trotaba y lo asaltaron, probablemente cuando menos dos hombres.
Era el hombre boya, de cuerpo tan poderoso como el Matifou de Mathias Sandorf, de la selección nacional de waterpolo de aquella época grande que no se ha vuelto a repetir. El cuadro que enfrentó y rivalizó ante poderosas escuadras como la de Hungría, de Tamás Faragó e István Szívós, la de Yugoslavia, de Rusia, la de Italia de Eraldo Pizzo; la que doblegó aquí en la Alberca Olímpica Francisco Márquez en los Juegos Panamericanos de 1975 a la de Estados Unidos por 6-3, que había sido medalla de bronce en Múnich, a Cuba, aquella potencia que contaba con Periche, Nelson Domínguez, Rizo, por 7-5. Logró el pase a los Juegos Olímpicos de Montreal tras eliminar a Estados Unidos.
La boya es el centro y distribuidor de la ofensiva. Un hombre capaz de cargar el peso corporal de otro, en enérgica lucha, y de dar el pase al mejor colocado o bien disparar a gol con su potente brazo. Francisco García, Panchote, conservaba su fortaleza física.
Exitos resonantes que culminaron con el festejo facial, en pleno cemento, del entrenador magyar Kalman Markovitz, héroe de la batalla acuática, con puñetazos y sangre, contra Rusia en los JO de Melbourne 56, cuando aún estaba fresca la invasión de las tropas rusas a Budapest. Atronaba de palmetazos metálicos la tribuna de la AO. Algunas imágenes acuden en tropel.
Ante el féretro azulado plúmbeo iluminado por cuatro cirios eléctricos sus hijos Ániko y Francisco, su hermano Juan, quien también fue distinguido waterpolista, el exarquero Daniel Gómez, Arturo Cráneo Valencia, Maximiliano Aguilar, Norma Baraldi, Alfredo Sauza, Felipe Muñoz, Luis Ángel Acosta, Antonio Janet, Armando Valencia.
Pancho aprendió a nadar a los 12 años, en la lamosa y resbaladiza alberca del Plan Sexenal. Entrenó en la Unidad Cuauhtémoc del IMSS y en el CDOM. Jugó además con Marina. Entrenó con Alfred Balen y con Markovitz. Su vida deportiva la extendió durante 17 años. Asistió a tres Juegos Olímpicos, México, Múnich y Montreal, ganó dos bronces y un oro Panamericano, fue plata centroamericana en Panamá. Su hijo Francisco es medallista centroamericano. Su hija Ániko se dedica a la enseñanza de la natación. Familia que preconiza la bondad y nobleza de las actividades acuáticas.
Francisco Pancho García era un hombre que encarnó los valores de lucha, de esfuerzo, tenacidad, del juego limpio, emprendedor. La barbarie, la violencia, lo desapareció físicamente. Deseamos una pronta resignación a sus seres queridos y amigos.
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El Waterpolista
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