No hay un sólo momento en que no quisiera dejar de mentirle a todo el mundo. Sentir que estoy vivo se siente más como un castigo, y no es que la muerte sea una elección y la solución a todos los problemas, que por cierto son provocados por los que comparten su tiempo conmigo, sino que prefiero el silencio y, más que otra cosa, la soledad.
La vida me ha jugado unos cuantos trucos, que sin darme cuenta cambiaron por completo mi destino. De la nada apareció todo aquello que podía hacerme feliz, pero de igual forma desapareció para darle paso a un nuevo “yo”, sin sentimientos de tristeza o debilidad, con algo más qué expresar y no tiene nada qué ver con la felicidad.
Mi interés por el el sufrimiento de otros, el conocimiento sobre la ciencia, la oscuridad y los secretos del Universo comenzaron a moldear mi personalidad: falta de emociones, sonrisas por la maldad, sarcasmo todo el tiempo y nada por lo qué llorar. Un día, esa forma de ser se convirtió en algo más que una opción, y no fue mi culpa, sino del que tomó la vida de otro para que pudiera descansar atormentado.
Torné la mirada hacia un cuerpo que yacía en el suelo y no quería dejar de hacerlo. Mi cabeza giraba mientras pensaba: “Los muertos vivientes no existen, pero me gustaría que pudieran caminar”, y cuando corrí, siendo aparentemente la única escapatoria, ya estaba atrapado en una nueva mentalidad. Dejé de sentir tristeza, angustia y me volví frío para con los demás sin decirles jamás cuál fue la razón.
Sigo caminando y me siento vulnerable ante cualquier reclamación por mi conducta insensible, pero qué le importa al mundo si lo único que pretendo es no molestar, no disgustar y tampoco agradar. No se trata de intereses ni de situaciones que dañen el estado emocional de otras personas, sino más bien de interpretar la realidad.
Quizá continúe haciéndolo hasta que me quedé sin aliento, pero me aseguraré de satisfacer mis fantasías, sólo para que me recuerden por lo que fui a través de lo que hice. Tal vez la única razón de ser así sea por causa de una mentira propia, pero me doy cuenta que ayuda a identificar a quienes estorban en mi camino y a los que se interesan por mi sin importar realmente cómo soy.
Jamás me dejaría llevar por las emociones, ni aunque la vida de otra persona dependiera de ello, a menos que mi genética la defienda. Y si mi vida dependiera, me olvidaría de todo lo que ahora conozco, porque sé que habrán mejores cosas aguardándome. Tal vez aquí, quizá más lejos, pero de qué sirve no soñar si lo único que habré hecho en mi vida es ocultar aquello que siento.
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Post y Contenido Original de : Ay ojon
Carta anónima: Complejidades de una persona insensible
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