“…Pero debo decir que me tocó nacer en el pasado y que no volveré, es por eso que un día me vi en el presente con un pié allá donde vive la muerte y otro pie suspendido en el aire buscando lugar, reclamando tierra de futuro para descansar. Así estamos Yo y mis hermanos con un precipicio en el equilibrio y con ojos de vidrio…”
Como una fotografía viviente sacada de las medianías del siglo XX, con gritos y consignas propias de un mundo por disputar, eso que en estos días suena tan extraño a las “nuevas generaciones”. Rostros amarillentos, ojerosos pero emocionados por el momento, portando banderas en su mayoría del “tres letras”. Un horizonte rojinegro que como fantasmas repletaron nuevamente las calles, para rendir en el último adiós. Adiós no a Fidel (o no únicamente) sino que un adiós más dolorido y más silencioso: Adiós a su siglo, adiós al siglo XX.
Es que si hay algo claro es que los siglos no se van cuando el calendario lo exige, la resistencia temporal de los años buscan las rendijas en la memoria que los acumula y los resignifica. Un errante viejo y golpeado aun se solía mezclar entre iPhone y Washapp, aún podía vérsele entre las nuevas voces que pueblan las calles (buscando el mundo por disputar). El Siglo XX y sus aromas aun caminaban entre nosotros, casi como fantasma.
Para algunos, como el historiador Juan Carlos Gómez Leyton, este siglo parido (para el caso chileno) entre la emergencia política del proletariado y sus partidos por allá por las primeras décadas del siglo XX, había muerto cuando ese proyecto había sido derrotado y aplastado por las armas de ese nublado 11. Con el Golpe no solo culminaba un ciclo, sino que un proyecto de modernidad socialista que cedía paso a otro más brutal e impersonal, el proyecto dictatorial de modernidad neoliberal que nos inyectó “a la vena” sus lógicas.
Esta interpretación no es nada alejada de la que uno de los historiadores más lúcidos también del siglo XX, Eric Hobsbwam propone para el siglo XX europeo, también parido entre la organización política proletaria por allá por 1917 y dado por muerto hacia 1990. Pero insisto, interpretaciones más o menos, los siglos no terminan ni cuando el calendario lo exige ni cuando las interpretaciones lo proponen. Y es que las experiencias históricas, aun conteniendo similitudes claras, como señala Enzo Traverso, no responden a movimientos homogéneos. Por lo que, por ejemplo, hablar de un “largo siglo XIX (entre la Revolución de EEUU y 1914) sólo es válida para occidente y más aún sólo para Europa.
¿Y América Latina?, nuestras grandes revoluciones del siglo XX estuvieron en México (1910-1917) y en Cuba (1959), y, haciendo una paráfrasis a Hobsbwam, la era de las catástrofes estuvieron marcadas por las sendas y en algunos casos larguísimas dictaduras militares, muchas de carácter genocida (como la Chilena y Argentina), otras ocultas bajo mantos de legitimidad como la paraguaya. ¿Y el fin de siglo XX? ¿Con los años 90s y sus postdictaduras “democráticas”? difícil dar por finalizado un ciclo si las estructuras no han sido tocadas (para el caso chileno) en profundidad.
Nuestro siglo XX, luego de las catástrofes dictatoriales cuyas lógicas aún perviven entre nosotros, no se fue jubilado con el traspaso desde el poder militar a la administración civil, ya que este traspaso no implicaba una ruptura del modelo, solo se traspasaba a los pintores del arcoíris. Pero por sobre todo, la destrucción de la ciudadanía que hicieron las dictaduras militares, no fue reconstruida por la Concertación, todo lo contrario, concertacionanista que pasaba por el “hoyo” tiraba un poco más de tierra. Sin embargo, la voz ciudadana de resistencia persistió a pesar de la DINA, CNI y ANI, y hoy parece recobrar la vitalidad para hacer girar el rumbo de las cosas y es esa fuerza (aun en etapa formativa) la que viene no solo a exigir un nuevo pacto, sino que plantea un cambio de ciclo que deja atrás lo fundado a fuego por el proyecto neoliberal. En otras palabras, el siglo XXI debiera ser el ciclo, desde un punto político, de la vuelta al sujeto y la humanización de las prácticas sociales y políticas. El siglo XXI debiera ser el ciclo en que se vuelva a debatir sobre proyectos antagónicos que tanto los de ayer como los de hoy exigen.
Paradójicamente, este ciclo nos tiene debatiendo sobre temas que posiblemente fueron fuente de interminables noches por allá por mitad de siglo XX: la emergencia populista de corte nacionalista y conservadora. Candidatos aquí y allá triunfan con eslóganes baratos y en su mayoría racistas y excluyentes, como en el mejor momento de la Guerra Fría.
Hoy, estos actores (o los que sobreviven), con sus banderas y gritos, con sus silencios y traumas, con sus horrores y demonios nocturnos fueron en masa a la despedida: de un ciclo, de un siglo y de un proyecto. Hasta la Victoria Siempre Fidel, como un mantra se replicaba en las calles, como queriendo decir “aquí estamos los vencidos, los vencedores. Aquí estamos de a pie y sin iPhone diciéndote Fidel, no te lleves el siglo, que es parte nuestra”
Y en medio de todo, Cuba seguirá, pero un ciclo está girando la espiral histórica. Los barbudos que marcaron un continente quedarán para las interpretaciones y para el alma del pueblo, como la oda a una generación. Como señala un proverbial Silvio Rodríguez:
“…Ahora quiero hablar de poetas, de poetas muertos y poetas vivos, de tantos muchachos hijos de esta fiesta y de la tortura de ser ellos mismos, porque hay que decir que hay quien muere sobre su papel, pues vivirle a la vida su talla tiene que doler. Nuestra vida es tan alta tan alta, que para tocarla casi hay que morir, para luego vivir…”
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Post y Contenido Original de : El Ciudadano
http://www.elciudadano.cl/2016/12/09/343764/oda-a-una-generacion/
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