Por cheli Oh
*Para medir la circunferencia de la Tierra, basta un palo… y una red de mentes inquisitivas.
El Biólogo Fernando Ortiz Alcántara, profesor de Ciencias de la Comunidad Adolescentes del Colegio Montessori de Querétaro, trabaja en el protocolo para medir la circunferencia de la tierra.
Este experimento se va a llevar a cabo a las 12.38, hora del centro de México, del 22 de mayo.
Fernando Ortiz, afirma que, en este experimento, las asignaturas no son compartimentos incomunicados, sino piezas de un rompecabezas que solo se resuelve en conjunto. Así se forma un pensamiento verdaderamente integral.
Es un recordatorio poderoso de que el conocimiento no tiene fronteras disciplinarias rígidas y que la educación más significativa ocurre cuando en esas fronteras, en lugar de levantar muros, construimos puentes.
El profesor de ciencias menciona que, como cualquiera que habite esta región, puede dar testimonio de un fenómeno que cada año sentimos en la piel: el incremento gradual de la temperatura ambiental conforme nos acercamos a una fecha clave en nuestro calendario solar —el Paso Cenital Heliaco, que este año ocurrirá el 22 de mayo a las 13:38 horas, tiempo del centro de México. Este aumento no es casual ni caprichoso. Más allá del cambio climático y de las variaciones locales provocadas por fenómenos meteorológicos puntuales, la causa principal de este calentamiento progresivo es la inclinación con la que los rayos solares inciden sobre la superficie terrestre. No se trata, como a veces se cree, de que el Sol esté más cerca de la Tierra. Es cierto que la órbita terrestre es elíptica y que la distancia entre nuestro planeta y el Sol varía: estamos más cerca del Sol en enero (perihelio, unos 147 millones de kilómetros) y más lejos en julio (afelio, alrededor de 152 millones de kilómetros). Sin embargo, esa diferencia (de 5 millones de kilómetros) tiene un impacto térmico despreciable.
Ortiz Alcántara prosigue, afirmando que lo que realmente transforma nuestra experiencia de calor o frío es la inclinación axial de la Tierra: cuando los rayos solares inciden de forma perpendicular (cenital) sobre una región, esa zona recibe la mayor cantidad de energía solar posible y, por tanto, alcanza sus temperaturas máximas. En Querétaro, esta verticalidad solar ocurrirá el próximo 22 de mayo. ¿Qué podemos hacer en un día así, además de buscar sombra o refrescarnos junto a una piscina? ¡Podemos hacer un experimento planetario! Podemos, como hace más de 2,200 años lo hizo Eratóstenes, medir la circunferencia de la Tierra.
Fernando Ortiz, se apoya en el experimento de Eratóstenes: del siglo III a.C. al aula del siglo XXI. Eratóstenes de Cirene, director de la Biblioteca de Alejandría, se preguntó si era posible calcular el tamaño del planeta con observación y razonamiento. Sabía que en Siena (actual Asuán), el Sol alcanzaba el cenit en una fecha determinada y que, al mismo tiempo, en Alejandría un poste vertical proyectaba sombra, un fenómeno que solo puede explicarse si la Tierra es esférica. Midió el ángulo de esa sombra, tomó en cuenta la distancia entre ambas ciudades y, aplicando trigonometría elemental, calculó la circunferencia terrestre con un margen de error mínimo.
Ese experimento que fusiona pensamiento crítico, observación rigurosa y una profunda curiosidad intelectual, es tan relevante hoy como lo fue entonces, menciona el docente de ciencias. Y ahora, gracias a las redes de colaboración docente y las herramientas digitales, podemos replicarlo a escala global.
Nos confió el licenciado en Ciencias Biológicas, que este proyecto surgió de una conversación casual y se convirtió en un experimento planetario: Hace unas semanas, un colega del Colegio Montessori de Querétaro, profesor de matemáticas, le compartió su entusiasmo por el experimento de Eratóstenes: “¿Y si lo replicamos con nuestros estudiantes?” Esa pregunta fue la chispa que encendió un proyecto interdisciplinario. Empezó a compartir la idea con algunos colegas expertos en el enfoque STEM, quienes de inmediato se sumaron. Así mismo, el profesor, planteó el proyecto a grupos de astrónomos aficionados a los que pertenece, y la recibieron con entusiasmo, enriqueciendo la propuesta. Se los presentó a guías de campamento e intérpretes ambientales, quienes ya están más que listos para participar. Además, revisó iniciativas similares que otros grupos han llevado a cabo.
Fernando Ortiz, compartió su iniciativa con profesores y directivos de colegios Montessori, con los que mantiene contacto y colaboración. La bola de nieve comenzó a rodar y no ha parado de crecer: hoy el proyecto une a participantes de diversas partes del mundo, desde Mexicali hasta Chile, y desde California hasta España La clave de esta iniciativa no está solo en los cálculos, sino en las redes: no solo las digitales, sino las humanas, tejidas por docentes, divulgadores de la ciencia y astrónomos aficionados que comparten un objetivo común: demostrar que la ciencia es una empresa colectiva, colaborativa y profundamente humana. En México ya se han sumado colegas desde Chihuahua hasta Tulum. Fuera del país, participan entusiastas de Colombia, Nicaragua, Chile, Estados Unidos y España. Juntos, calcularemos lo que Eratóstenes logró con herramientas simples y una mente inquisitiva: el tamaño de nuestro planeta. Cuando las asignaturas dejan de ser islas: En tiempos donde el estudiantado muchas veces pregunta “¿para qué me va a servir esto?”, este proyecto ofrece una respuesta vivencial.
Cuando un adolescente clava un palo en el suelo y mide su sombra para calcular el tamaño del planeta, la abstracción se convierte en ciencia viva.
- Es Astronomía al observar el movimiento aparente del Sol.
- Es Matemáticas al calcular ángulos y proporciones.
- Es Geografía al interpretar coordenadas y husos horarios.
- Es Historia de la ciencia al revivir una hazaña del mundo helenístico.
- Es Tecnología al compartir datos en tiempo real y geolocalizar mediciones.
- Es Climatología al comprender las variaciones térmicas regionales.
- Incluso es Arqueología cuando exploramos cómo las civilizaciones antiguas observaban el cielo y diseñaban sus ciudades y monumentos en relación al Sol.
Estamos trabajando en Redes que tejen el futuro, afirma el biólogo. El próximo 22 de mayo, cientos de estudiantes —y sus docentes— colocarán un palo vertical en el suelo y medirán su sombra. Lo que podría parecer un acto simple, será en realidad una experiencia global de ciencia viva. Una sencilla medición, pero con un propósito planetario y una visión milenaria. No se necesita equipo sofisticado: solo una varilla, una cinta métrica y una mente inquisitiva. Al comparar las mediciones de cada punto del planeta, seremos capaces de reproducir —colectivamente— la medición de la circunferencia terrestre. Eratóstenes no tenía WhatsApp ni Google Drive, pero sí una red de sabios, viajeros y marineros que compartieron sus observaciones.
El biólogo y paramédico, hace hincapié sobre la comunidad global de educadores apasionados por enseñar que están formando. Además, confiesa que este experimento es más que una actividad escolar. Es una metáfora del poder de la colaboración, de la curiosidad y de la ciencia como forma de mirar el mundo con preguntas desencadenadoras en vez de respuestas cerradas. Como dijo Carl Sagan: “En algún sitio, algo increíble está esperando ser descubierto”. Tal vez ese “algo” no está escondido en una galaxia lejana, sino justo aquí, en la sombra de un palo, en el patio de una escuela, en el entusiasmo compartido por aprender. Ortiz Alcántara invita a la comunidad docente, estudiantil y aficionados a la astronomía a unirse al experimento y contactarlo a su correo electrónico, [email protected]
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