Los ejercicios para entrenar la capacidad de recordar, distinguir e identificar olores pueden ser eficaces para las personas que han perdido su capacidad olfatoria
Vista, oído, olfato, gusto y tacto. Si te vieras obligado a decidir de cuál de tus sentidos te costaría menos prescindir, es muy probable que optaras por el olfato. Tendemos a considerarlo como el menos importante, sin pararnos a pensar en la tarea tan esencial que desempeña en nuestro día a día.
El olfato nos ayuda a identificar los sabores que nos gustan, nos sirve para detectar si un alimento está o no en buen estado, hace que nos resulten más o menos atractivos una persona o un lugar… Asimismo, es tremendamente evocador y nos permite revivir recuerdos, instantes y vivencias a través de un aroma.
Los olores, también, nos alertan, nos predisponen a la huida o a la defensa al ser capaces de activar todas las regiones emocionales del cerebro. Aun así, el olfato es uno de los sentidos menos estudiados.
Su órgano clave es la nariz: con ella percibimos las sustancias olfativas volátiles, que penetran a través de los orificios nasales y se adhieren a las células receptoras, situadas en las membranas mucosas.
“Los seres humanos contamos con 400 células receptoras olfativas diferentes, que trabajan haciendo contacto físico con las moléculas que componen el olor y envían esta información a la región del cerebro encargada de su interpretación” explica el profesor Antonio Abrante Jiménez, codirector del servicio de Otorrinolaringología del Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón.
Aunque nos puede sorprender, en torno a un 10% de la población sufre pérdida de olfato o anosmia.
Las causas pueden ser muy diversas: desde infecciones virales respiratorias o alergias —como la rinitis alérgica—, hasta algunas enfermedades neurodegenerativas, como el párkinson, el alzhéimer, la corea de Huntington o la demencia.