La suerte ha sido echada y la luna de miel de los usuarios con las plataformas digitales está terminando, juntamente con la fascinación de los “servicios gratuitos”. El aprovechamiento de espacios por parte de las tecnológicas como modelo de negocio han mostrado el cariz de lo público que ha sido explotado a través de la técnica, pero que originariamente pertenece a la colectividad que de manera organizada ha avanzado en la conquista de sus derechos y que no tarda en voltear la mirada para reivindicar sus libertades que han sido aprovechadas por particulares que han reclamado dichos territorios como propios.
Basta advertir las reacciones que se generaron la semana pasada en torno a dos decisiones por parte de las tecnológicas más relevantes para corroborar que la ciudadanía digital va organizándose: primero Whatsapp, que modifica sustancialmente las finalidades de su aplicación a fin de permitir un mayor manejo de los datos y avanzar con la prospectiva de su uso para la venta de publicidad y prospectiva para empresas, y, por otra parte, Google, Apple y Amazon que dieron de baja de sus plataformas la Red Social Parler como respuesta al clima de tensión que se generó con motivo del conteo final a través del que se declaró la victoria del candidato de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de Norteamérica.
En un segundo plano ubicaría las decisiones por parte de las redes sociales Twitter y Facebook de suspender temporalmente, y, posteriormente inhabilitar las cuentas del actual Presidente de dicha nación, que en opinión de diversas personas constituyó una censura por parte de las tecnológicas y alerta el gran poder fáctico que pueden representar para las democracias modernas.
Por cuestión de espacio, los hechos acontecidos en segundo término formarán parte de mi opinión en esta ocasión, resultando importante señalar que tanto la libertad de expresión como la privacidad van ocupando espacio en la consciencia de las personas, y, será cuestión de, no mucho tiempo, para que los debates sobre estos y diversas cuestiones empiecen a tornarse más profundos, en la medida que las personas empiezan a descubrir dichas libertades como parte de las funcionalidades de los aplicativos, e, irónicamente, a raíz del desgaste de la oferta comercial de aplicaciones, funcionalidades y dispositivos que les permiten interactuar en el ciberespacio.
En lo que respecta a la censura digital, no resulta nada nuevo el papel que tienen actualmente las tecnológicas, ni su poderío, es más, podría afirmar que este tema no es algo que le preocupe únicamente a la sociedad profana respecto a dichas empresas, sino a los propios corporativos, que aunque mantienen un proceso expansivo, difícilmente lograr determinar claramente cuál sería la misión de un sector específico en su proyección a largo plazo, sin que dicha proyección empate o colisione con una utilidad pública, es decir, el propio gobierno de las empresas genera inquietudes en torno a la sustentabilidad de su misión y su verdadero objeto y utilidad con el ambiente al que corresponde.
A pesar de ese marasmo de ideas, de facto se generan escenarios que nos permiten atisbar algunas características ya conocidas, o, inclusive, advertir los peligros que se generan a partir de supuestos parecidos, como en el caso de Cambridge Analytica, en el cual, se hicieron patentes los efectos nocivos en la esfera de las personas derivados de un procesamiento corrupto de datos personales que no solamente atentaba contra el libre desarrollo de la personalidad y las libertades de los individuos, sino que atentaba contra el constructo social el ideológico como medio de orden que constituye la democracia, al punto de que dicho poder, de no ser identificado, limitado o proscrito, pudiera que un grupo reducido de personas pueda literalmente, manipular a todos los demás restringiendo de facto todas las conquistas en el ámbito de bienestar y derechos que caracterizan a las personas y que en esencia, dan cuenta de lo humano.
Y, precisamente uno de los elementos que dan cuenta de lo humano son las libertades entre las cuales destaco la libertad de expresión, no únicamente en su dimensión tradicional de obtener, difundir e investigar información, sino en lo que ello representa para las personas en un grado casi divino, es decir, la libertad de expresión constituye el espacio de lo humano a través del cual se puede ejercer el libre albedrío, y por ende, el control de las informaciones resulta vital para que una sociedad pueda decidir el rumbo que quiere dar a su historia.
Por ende, el buscar generar injerencias que atenten contra dicha libertad de expresión, no sólo constituye una intención aviesa, sino retrógrada con cualquier sentido de humanidad y respeto por los demás, y por tanto, resulta sancionable para cualquier expresión de poder.
Asimismo, cabe recordar que el gobierno detenta el poder originario de la población en un Estado, y, en ese tramo, los derechos y las libertades reconocidas para las personas, constituyen la limitación que debe llevar a cabo el gobierno en su actuar con quien se debe, que es el pueblo. Es decir, al margen de dichas ficciones, el gobierno se representa por parte de servidores públicos, quienes además acotan su actuar conforme a las facultades delegadas, comúnmente en la ley, y por ende, su marco de actuación se sujeta a ella.
Por ende, representa un sinsentido que un servidor público en funciones de cualquier nivel, como representante de gobierno aduzca a su favor derechos y libertades, como el caso de la libertad de expresión, y, mucho más, que aduzca censura, un servidor público en ejercicio de sus funciones es responsable de su actuación, y en un Estado Democrático, dicha actuación está sujeta a la rendición de cuentas, misma que a la postre se realiza al marco de lo que señala la Ley.
En ese sentido, considero que de ningún modo, ni formal, ni fáctica, ni mucho menos, idealmente, lo realizado por las empresas tecnológicas de dar de baja la cuenta de un agente político representante del gobierno, no puede ni debería siquiera tacharse de censura, dada la posición de poder y en representación del gobierno que dicha persona tiene.
No obstante, si lo anterior no constituye censura, y, de facto dichas tecnológicas de facto, desvanecieron el poder de una de las personas más poderosas del mundo, a través de la eliminación de su cuenta en redes sociales ¿cuál es el papel que verdaderamente dichas plataformas representan para nuestra democracia? y, si bien en el presente caso, dichas plataformas conforme a su propio esquema de autogobierno y convencionalidades, tomaron dicha decisión ¿en adelante deberán seguir frente a dicho procedimiento o surgirán nuevas propuestas que empiecen a redefinir la forma en la cual se desenvuelve la democracia de occidente?
Esto es así, puesto que si bien ha quedado claro que decisiones como las que surgieron en el marco de la semana pasada no pueden quedar centralizadas en manos de un gobierno, también lo es que el espacio de lo público a través del cual están monetizando las tecnológicas, les empieza a obligar a preparar nuevas condiciones de gobernanza que respondan a la defensa genuina de los derechos de la ciudadanía, a fin de evitar que dicho control sea objeto de deseos de los autoritarios.
¿Fue correcto lo que hicieron Twitter o Facebook? No podría asegurarlo, y aunque hay quienes aducen a Karl Popper y la Paradoja de la Tolerancia como mecanismo que justifica la retirada de contenidos intolerantes, considero que más bien, se vuelve necesario fortalecer a las instituciones que intervienen para regular dichos mecanismos que paradójicamente generan una entropía por su propia naturaleza para tal efecto, tal como se advierte en su obra Sociedad Abierta y sus enemigos.
Por ello, entre otras tantas razones, resulta sumamente riesgoso atentar contra las instituciones que tienen por objeto proteger la libertad de expresión, por ser un derecho que nos define como personas en lo más fundamental, por lo cual, nuestra posición ciudadana, con independencia de nuestra ideología política, posición, interés, formación o cualquier otra cualidad, debe tender a su protección, autonomía y progresividad.
Hasta la próxima.