“Puedo hacerlo en televisión o grabarlo para que la gente sepa que confío en la ciencia y que en lo que no confío es en contagiarme”, agregó.

Por su parte Clinton, presidente demócrata entre 1993 y 2001, aseguró que también está dispuesto a recibir la vacuna en un lugar público para promoverla. Angel Ureña, su secretario de prensa, afirmó: “Definitivamente tomará una vacuna tan pronto como esté disponible para él, según las prioridades determinadas por los funcionarios de salud pública. Y lo hará en un entorno público si eso ayuda a instar a todos los estadounidenses a hacer lo mismo”.

En la misma dirección se expresó el republicano Bush, quien estuvo al frente de la Casa Blanca entre los mandatos de Clinton y Obama. Freddy Ford, jefe de su personal, expresó que el exmandatario se había comunicado con Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, para ofrecerse a promover la vacuna.

“Hace unas semanas, el presidente Bush me pidió que le hiciera saber a Fauci que, cuando sea el momento adecuado, él quiere ayudar a alentar a sus conciudadanos a vacunarse. Primero, las vacunas deben considerarse seguras y administrarse a las poblaciones prioritarias. Luego, Bush se pondrá en la fila para recibir la suya y con gusto lo hará frente a la cámara”.

El gesto, de este modo, se contrapone a la forma en que el actual presidente, Donald Trump, lidió con la crisis sanitaria. Incluso pese a contagiarse, el exmagnate nunca se mostró muy preocupado por los efectos del virus. Durante los primeros meses, se negó a usar tapabocas en público y hasta ignoró varias medidas sanitarias. Ahora, a nueve meses de declarada la pandemia, su postura es apenas distinta. De hecho, la lucha contra el COVID-19 será una de las prioridades de su sucesor, Joe Biden, quien llegará a la Casa Blanca en enero e intentará así hacer frente a lo que el republicano se negó.

El director regional de la Organización Mundial de la Salud para Europa, Hans Kluge, aseguró esta mañana que la promesa de las vacunas es “fenomenal” y “potencialmente revolucionaria”.

Desde Copenhague, dijo que los suministros probablemente serán muy limitados en las primeras etapas y que los países deberán decidir quién tiene prioridad, aunque señaló que hay un “creciente consenso” de que los primeros destinatarios deberían ser personas mayores, trabajadores médicos y personas con morbilidades.

Luego de que el Reino Unido aprobara el proyecto de Pfizer y BioNTech, adelantándose al resto del mundo en la carrera para comenzar el programa de inoculación masiva, los reguladores de Estados Unidos y la Unión Europea examinan los mismos datos pero aún no dieron su aprobación.