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Y CUANDO MENOS TE DAS CUENTA…

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Y CUANDO MENOS TE DAS CUENTA…

Pasaron dos semanas raras, desde que escribí mi última columna, me sentía mal, fuera de mí, lejos de aquí: cabeza adolorida, el sueño poco profundo y los pensamientos revolucionados, dolores aquí y allá, mucha consciencia y poca paciencia, súbitamente conseguí entender lo que me pasaba, necesitaba un respiro, de aquí, de los días, del escritorio, y hasta de mi cama, reconectar los cables empolvados, y desconectar los cables que no sirven de nada, solventar de raíz mis dudas, cuestionar a mi cuerpo y platicarme un libro, pasar las tardes en terapia, dejar que cuidaran de mí, esperar la toma de las 8 y escribir menos en la pantalla.

Se siente diferente el aire, dejé sanar una parte dañada, que entorpecía mis sanos juicios, que me ponía de malas al verle la cara, que se adueñó de mi tranquilidad. Respiro una nueva oleada de tranquilidad, de serenidad, escuchando una de mis bandas sonoras favoritas La teoría del todo, escribiendo en mi computadora, planeando una lista de compras infinita, llenando mis tableros de inspiración para una casa que algún día llegará, lavando los listones de todos colores que le pongo a mi hija, sacando a secar los tenis que lavé a mano y me ayudaron a poner mi mente en blanco, saboreando el arroz con leche de mi  mamá, preparando un regalo especial, poniéndome bonita frente al espejo en un curso de maquillaje y bailando con mi familia…

Así me recuperé, me sané, de la trágica e intensa marea alta de mis pensamientos, de mis interminables preocupaciones y de los terrores vívidos que tengo, es que no puedo lidiar muy bien con la negatividad, con las personas, con la profunda negación a lo inevitable, me sale mal ser mala, prefiero creerme que soy buena, navegar con una bandera hecha a mano por mí, me sale bien hacerme la fuerte, pero esta vez no puedo escribir con palabras lo hermoso que se siente que te salven, dejarte caer en los brazos de alguien, que te cuiden, te mimen y te protejan.

Es duro entender que no venimos solos, y gritar ¡Ayuda! Pero qué bien se siente no tener que ser mil cosas, y poder ser yo, así nada más, les mando abrazos, ya tenemos rato leyéndonos, me encantaría saber qué les gusta de mi columna, y platicarles de mil cosas más…