La militarización de las estructuras del gobierno federal que está proponiendo AMLO como eje central del gobierno entrante brota del pensamiento político tradicionalista y autoritario enraizado en su experiencia como priista. No es accidental que haya decidido militarizar el mando operativo y administrativo del próximo gobierno. Tampoco fue una mera coincidencia que haya sido un Presidente emanado de las filas del PRI el que planeó y autorizó la masacre de estudiantes el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
Como un gran círculo histórico-cultural opresivo, regresa a México el consenso para la restauración de un régimen autoritario, semidictatorial, basado en 30 millones de votos. Eso, ni qué. Nadie podrá decir que no se advirtió lo que vendría con la Presidencia de AMLO, aunque nadie pensó que sería tan rápido y arrasador, como los incendios en las montañas de California. ¿El pueblo de México es, por carácter e historia, adicto al autoritarismo y el masoquismo? Por lo pronto, la mayoría de su clase política sí lo es.
La subdivisión de todo el país en 266 Coordinaciones Regionales, con autoridades civiles bajo el mando del militar de mayor rango en la zona, es prueba fehaciente de que se va a crear una estructura jerárquica, en la cual los funcionarios civiles, electos y nombrados estarán legal —administrativa— y políticamente subordinados al mando militar, ya sea del Ejército o la Marina. Se harán las modificaciones pertinentes a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para acomodar esta nueva realidad, con la mayoría servil Morena-PES-PT-Verde.
AMLO está rodeado de asesores y personajes que provienen del viejo PRI que piensan igual que él. Opinan que son portadores de una verdad insólita y única que transformará la vida nacional. Su pensamiento es tan viejo como el de Díaz Ordaz y Tlatelolco o Alfonso Reyes y su Cartilla Moral o Porfirio Díaz y su Orden y Progreso. Simplemente hay que ver quién le impondrá la Banda Presidencial el 1 de diciembre.
Después de la masacre de Tlatelolco, el diputado priista Porfirio Muñoz Ledo subió a la tribuna de la Cámara de Diputados para pronunciar un discurso en defensa de las acciones del entonces presidente Díaz Ordaz. Respondió al Informe Presidencial el 1 de septiembre de 1969, defendiendo lo hecho por el Ejecutivo ante el movimiento estudiantil. Muñoz Ledo explicó lo hecho por Díaz Ordaz como “un acto de madurez revolucionaria” del Estado y “una decisión para imponer la supremacía del poder político”. Siguió con su análisis del movimiento estudiantil: “Fuerzas e intereses ajenos a la voluntad del pueblo pretendieron divorciarlo de las instituciones de la República y los más antiguos trasfondos reaccionarios vinieron a condensarse en la idea de que el deber más imperioso para los mexicanos es disminuir la autoridad del Estado e inventar un nuevo régimen constitucional.” ¡Qué horror!
Obviamente, hay muchos alrededor de AMLO, incluyéndolo, que desean y justifican regresar al modelo del gobierno autoritario que imperó en esos tiempos.
Anticipándose, en campaña AMLO recordó los éxitos de Díaz Ordaz. Lo que se nos ofrece hoy es regresar a aquellos tiempos y escenarios del poder absolutista presidencial junto con la camada de servidores públicos serviles carentes de ideas propias, pero con grandes ínfulas retóricas, aunque con salarios temporalmente disminuidos.
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Source: Excelsior