Todo empieza cuando se habla de la media naranja, y las dos mitades encajan perfectamente hasta que una quiere exprimir a la otra.
“Te sientes sucia”, dice ella, una mujer joven de 26 años, guapa, de rostro ovalado. “Entras al baño y dejas que el agua te limpie, crees que lo hará. Es tu esposo, lo sabes, pero en ese momento se transforma en otro y luego vienen cosas peores, viene una carrera por sobrevivir”, señala.
El hombre se siente engañado. Dice que no quiere matarte, pero te grita que lo va a hacer si te ve con otra persona, expresa Mónica, sentada frente a un grupo de 13 mujeres.
La mayoría ha sido víctima de violencia de parte de sus parejas y están reunidas en una sesión para contar sus experiencias. Mónica continúa y habla de sus miedos. De haber renunciado a ser dueña de su cuerpo y dejarse dominar de su marido. Porque él, su esposo, la tomaba cuando quería y ella dice que sí pensaba que era un abuso, pero no sabía que se trataba de un delito.
Al escuchar a Mónica, uno piensa que casos así no son frecuentes, pero las estadísticas dicen lo contrario. Al menos el 80 por ciento de las 300 denuncias sobre maltrato a la mujer recibidas este año en la Red de Prevención de la Violencia tienen como antecedente la agresión sexual, es decir cuando el marido obliga a su mujer a tener sexo.
Cuando esto ocurre, lo más probable es que las víctimas reciban insultos, afirma la psicóloga Verónica Molina. Allí aparecen el “tú me perteneces, si me dejas te mato; si no quieres estar conmigo es porque tienes a otro” y así una serie de agravios y acusaciones que son la antesala a los golpes. Luego siguen las amenazas de muerte que muchas veces se concretan y terminan en femicidios, señala Molina. De esos, en Manta ya han ocurrido dos casos en lo que va del año. En el 2016 hubo siete.
Los psicólogos dicen que el marido agresor se siente el dueño de la mujer y en muchas ocasiones ellas llegan a pensar que es normal que la obligue a tener sexo. Allí aparecen incluso las aberraciones sexuales, como un caso que manejó la fundación, el de un marido que quería tener sexo agresivo con su esposa y ella temblaba tan solo con ver que caía la noche y su pareja llegaba a casa. O el del hombre que le dio dos golpes a su esposa por negarse a tener sexo y luego abusó de ella.
Por suerte el caso de Mónica quedó sólo en amenazas. Eso sí, ella tomó previsiones y empezó a decirles a todos los vecinos que si la escuchaban gritar, forzaran la puerta e ingresaran a su casa. También le advirtió a su familia que si la hallaban muerta, el principal sospechoso sería su marido.
Las otras mujeres en la sala escuchan atentas su testimonio. Muchas bajan el rostro y parecen recordar historias similares cuando asienten con la cabeza. Las historias continúan. Pronto será el turno de Julia.
Primero hay que resaltar que la agresión sexual es un delito. Puede que esto ocurra en personas que no se han visto antes o en un matrimonio, pero no deja de ser un delito, señala Jairo Briones , abogado.
“Es agresión sexual desde de que el hombre obliga a la mujer a tener sexo, a hacer algo que no quiere. Pueden estar casados, pero eso no quiere decir que la compró”, agrega.
Jairo dirige la Fundación Richard Briones, donde se brinda asesoría legal a costos bajos. Él indica que a diario reciben al menos una denuncia de agresión sexual dentro del matrimonio. Cuando esto sucede, pide una orden de alejamiento para el acusado. Luego empiezan las pericias para demostrar el delito y, si se confirma, se puede obtener una sentencia que va desde 30 días hasta un año de prisión para el agresor. “Muchos han ido a parar a la cárcel por este tipo de delito, el tiempo de la sentencia depende de los agravantes”, expresa.
Briones comenta que la mayoría de los casos que recibe se dan en personas cuyas parejas laboran en actividades pesqueras, fábricas o barcos. “El tiempo de viajes, los turnos en las noches y otras razones crean una separación en el matrimonio”, señala.
En Manta, la problemática de la violencia es seria, afirma Jenny Delgado, presidenta de la Red de Prevención de Violencia contra la Mujer, pero aún hay indiferencia en la población, dice.
Ella se refiere a que el lunes 10 de julio se planteó una ordenanza para institucionalizar en Manta el 25 de noviembre como una fecha de conmemoración de la lucha contra la violencia a la mujer.
En el acto hubo un largo debate entre los concejales, con nueve votos a favor y tres en blanco.
La propuesta, que fue aprobada en primera instancia, busca que se considere un presupuesto para la ejecución de actividades que promuevan la no violencia.
En el municipio, la Comisión Permanente de Igualdad y Género, presidida por la edil Lady García, es el organismo que se encarga del tema, pero es la Fundación Río Manta a través de la Red de Prevención la que tiene institucionalizado el combate a este problema.
Jenny Delgado, quien preside la Red, dice que anualmente se invierten 60 mil dólares en las actividades a favor de las mujeres.
El dinero viene de dos fundaciones españolas.
“Nosotros contamos con psicólogos, abogados, trabajadoras sociales, todo un equipo al servicio de la comunidad, pero qué pasaría si la fundación deja de financiar este trabajo, no tenemos nada en Manta que lo reemplace, y aquello es lo que se busca en la ordenanza”, dice.
La concejala Lady García señala que con la ordenanza se busca reforzar la lucha contra la violencia a la mujer, incluso se aprobó un presupuesto de 90 mil dólares para trabajar en aquello.
La funcionaria cree que así como hace ocho o diez años se inició una campaña y se aprobó una ordenanza para luchar contra el trabajo infantil, también se debe hacer lo mismo contra la problemática de la violencia de género.
Agregó que aunque la ordenanza no recibió votos en contra, es lamentable que sí se dieran votos en blanco, ya que eso denota “un machismo notable entre nosotros”.
La norma pasará a ser analizada en una segunda instancia. Para aquello aún no hay fechas.
Llega el turno de Julia. Ella se da una pausa. Es una chica de 25 años, madre de un niño y fue víctima de la violencia matrimonial.
Julia se aleja del grupo de las confesiones, aquel donde Mónica contó su historia.
Empieza diciendo que tuvo problemas similares. Que tal vez toda mujer víctima de la violencia ha pasado por eso, la agresión sexual.
Ella cree que aparte de defender a la víctima, también hay que educar al agresor. “Gracias a Dios la situación con mi esposo ha mejorado, ahora ya no peleamos, estamos dedicados a trabajar, pero no todo mundo llega a eso, es más, pocas mujeres reconocen que son víctimas de abusos sexuales en el matrimonio”, señala.
Datos de la Red de la Violencia indican que son pocas las mujeres que denuncian una agresión sexual de su esposo, algunas hasta creen que es algo normal. La mayoría incluso ni sabe que aquello es un delito.
Julia resalta que es indispensable que se adopten nuevas medidas para visibilizar el problema, pero aquello no está en sus manos. Hay asuntos que muchas veces dependen de la política.
Vía El Diario
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Post y Contenido Original de : El Ciudadano
Violación conyugal: el delito invisible
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