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domingo, septiembre 22, 2024

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Los ladrones del futuro

Latitud Megalópolis | Jafet Rodrigo Cortés Sosa

La situación que actualmente vive el mundo, sin ahondar tan profundamente en los múltiples elementos que le conforman, es complicada, por decir lo menos. Ampliando la vista en lo anterior, se tiene que considerar entre las circunstancias que oscurecen la búsqueda de un cambio, las brechas inmensas de desigualdades que se suman, desalentando hasta cierto punto, el hablar de futuro.

Todas las generaciones -desde la prehistoria hasta mediados del siglo XX- heredaron de la humanidad un vasto aporte en la ciencia y tecnología, el arte, el derecho, etc.; que dan sustento a la analogía de que al día de hoy caminamos en hombros de gigantes.

Construcciones descomunales, curas contra enfermedades, entre otras cuestiones relativas al mundo de las ideas que se encumbran en la especie, y ponen su fe en la aspiración de inmortalidad, aunque para la eternidad sean un breve suspiro.

La dualidad es un principio fundamental de la vida. Nos enseña que no podría existir lo negativo sin la concepción de su contraparte; la maldad y la bondad; la tesis y la antítesis de todo. Por ello es que no se podría entender la virtud y el privilegio que nos han heredado los seres humanos del pasado y la evolución que se ha tenido, sin analizar también la heredada deuda que cada vez se vuelve más difícil de liquidar, por su notable, sistemático y exponencial crecimiento.

Una deuda relacionada con la premisa que se ha convertido en mantra de toda la vida, “Los jóvenes son el futuro”, frase utilizada y reutilizada de discursos que se enfrascan en lavarse las manos. Echar por la borda cualquier responsabilidad de tomar cartas en los diversos asuntos del mundo, y en vez de eso, enmudecer, bajar las manos y dejar en los hombros de las generaciones por venir, pasivos inconmensurables. Así se inició la cimentación del futuro, “mañana lo resolverán… esperemos”.

¿Por qué dejarle a los más jóvenes la estafeta de resolver una crisis tan grande como la que se vive en todos y cualesquiera de los ámbitos?, ¿fueron conscientes las generaciones pasadas, que vivieron en la opulencia de recursos, que nos estaban robando de cierta forma el futuro?, ¿Cuándo lo averiguaron?, ¿Hoy?, ¿Ayer?, demasiado tarde.

El tiempo pesa y los recursos son cada vez más limitados.  Cada momento que transcurre nos aprisionan con más fuerza las cadenas que forjaron las generaciones pasadas. Entendamos que con el desarrollo y las tecnologías que heredamos y hemos disfrutado a lo largo de nuestras cortas vidas, también cargamos con las deudas que tendremos que pagar: deterioro medioambiental, falta de recursos, la hambruna global como segunda causa de muerte en el mundo; guerras comerciales y atentados contra la vida; el desempleo y el empleo precario; la crisis energética que se avecina y la revolución industrial que cada vez se acerca al escenario fatalista que plantea Andrés Oppenheimer en su libro, Sálvese Quien Pueda. En fin, las cadenas que estamos forjando nosotros para las generaciones que vienen.

Nunca nos preparan para el futuro, como tampoco nos preparan para la vida, ni para el desamor, ni para la muerte: Todas ellas situaciones que se tienen que vivir en carne propia.

Actualmente, por más que se enseñe a la juventud desde infantes los métodos de sobrevivir al futuro-presente, de manera contraria, cada vez se van formando menos para ser partícipes y generadores del cambio; envueltos en el individualismo y la deliberada irresponsabilidad colectiva.

Aunque en discursos incluyan a la juventud, en realidad esta sigue sin ser ese motor de cambio, y estos se conforman con los papeles secundarios, con las migajas y la limitación de creatividad; con las políticas tradicionalistas que encuadran una falsa participación; en suelo pantanoso, ahí se estancan cómodos sin ganas de mover los brazos, gritar, y sobre todo, prepararse para el cada vez más cercano y fatídico futuro.

Y aquí hay que partir también en la otra cara de la moneda: la idiosincrasia de la juventud, hoy en día, que ha tenido todo en bandeja de plata, principalmente por la tecnología (bibliotecas virtuales, teléfonos inteligentes, comunicación con el mundo al alcance de un comando de voz), avances en los que se arropan, no como una herramienta de cambio sino como un telón de entretenimiento; desaprovechando en su mayoría el conocimiento universal, sin saber que estas herramientas maravillosas significan también deudas que se tendrán que pagar en algún momento. Tarde o temprano.

Las generaciones avanzan y las comodidades nos envuelven, a todos, pero más a los jóvenes. Esa comodidad engañosa que se disfraza de tecnología y facilidad de acceso a información de todo tipo, en realidad nos encadena al ocultamiento de verdades ya descubiertas; desviando la atención a los detalles y lo grandioso de estos, su significado y peso; para concentrarse en macro mundos, en la idea de que somos merecedores de todo sin que nos planteemos que de alguna forma debemos de demostrarle a la vida nuestra valía.

Perdimos el rumbo desde que el equilibrio se fue de las manos. El futuro no es nuestro, sólo el presente, y la búsqueda irremediable por el beneficio colectivo será siempre la clave de lo que tenemos que hacer con esa responsabilidad heredada, no sólo a los jóvenes, sino a todas las personas, porque siempre podremos contribuir mientras tengamos pulso y aliento.

Sin importar nuestra edad, todos somos responsables del futuro del mundo; somos responsables de la forma en que se debe conducir el ahora para dejarle una carga menos pesada a las generaciones por venir, y acompañarlos el tiempo que sea necesario, hasta que la vida se nos acabe yendo, y nuestros cuerpos inertes, mueran, pero nuestra palabra y obra sigan vigentes.

Para que no se conviertan nuestras vidas en cargas y problemas, y cuando muramos, seamos parte de aquellos ladrones de futuro de la humanidad; sino que en vez de eso, seamos parte de los cimientos del cambio y de la trascendencia que ayude a dar un respiro de frescura.

Datos del autor:

Licenciado en Derecho UV
Analista Político/ Humanista/ Diletante de la escritura
Xalapa, Veracruz; México.
Twitter e Instagram: @JAFETcs
Facebook: Hablando de no sé qué.

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