Un huracán es una forma severa de tormenta tropical. Los huracanes producen vientos fuertes, lluvias abundantes y tormentas eléctricas. Los huracanes pueden causar daños tremendos. Los vientos pueden superar las 155 millas por hora. Los huracanes y las tormentas tropicales también pueden generar tornados y causar inundaciones. Los vientos fuertes y las lluvias copiosas pueden destruir edificios, carreteras y puentes y derribar líneas eléctricas y árboles. En las áreas costeras, las mareas muy altas llamadas marejadas ciclónicas pueden causar extensos daños.
El Centro de Predicción Climática de la NOAA predijo al inicio de la temporada, un 2020 en el Atlántico con una probabilidad del 60% superior a lo normal. Y tenían razón, Iota es la trigésima tormenta tropical de este año en el Atlántico. Desde octubre ha habido cuatro tormentas con nombre del alfabeto griego: Delta, Epsilon, Eta e Iota, debido a que la lista regular se ha agotado.
El número y la virulencia de los huracanes en 2020 se debe a varias razones:
- En el 2020 no se ha previsto una actividad especial de “El Niño”.
- La temperatura de la superficie del mar, tanto en el Océano Atlántico Tropical como en el Mar Caribe, están por encima de los valores medios.
- Los vientos alisios tropicales del Atlántico más débiles y un mayor monzón en África occidental.
No cabe duda de que el cambio climático contribuye al calor anómalo: las temperaturas medias en la superficie del mar han aumentado de forma constante desde finales del siglo XIX. Pero la NOAA atribuye parte del calor de este año al ciclo de cambio climático llamado Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO, por sus siglas en inglés), que calienta o enfría el Atlántico Norte cada pocas décadas. Los científicos no están seguros de qué ejerce mayor influencia, el cambio climático o la AMO.
En todo caso, lo que es cierto es que el agua caliente es el combustible de los huracanes y puede provocar un proceso llamado intensificación rápida, en el que las velocidades máximas del viento de una tormenta aumentan en, al menos, 56 km/h en menos de 24 horas. En lo que llevamos de año, ocho de las tormentas han tenido esta intensificación rápida en el mar Caribe y el golfo de México. Las tormentas reciben más energía, la obtienen del océano y aceleran su velocidad de rotación.
El gran problema es que los estragos están constantemente para los países más vulnerables de la región centroamericana, cuando aún no se han recuperado del huracán Eta, han recibido a Iota. La situación para numerosas regiones de Guatemala es complicada, dadas las condiciones negativas de partida. La deforestación, la sequía prolongada y la vulnerabilidad de la población agravan la situación de emergencia. Las inundaciones y los deslizamientos de tierra en Nicaragua y Honduras podrían verse agravados por los impactos continuos del huracán Eta porque las dos tormentas azotaron la misma región.
En un año en el que la pandemia nos ha golpeado a todos, pero más a las poblaciones empobrecidas, en nuestro México están las inundaciones de Tabasco causadas por el huracán Eta , la llamada catástrofe anunciada que no pudo evitarse dejando una estela de violaciones a derechos humanos, acusaciones de corrupción y reclamos por malos manejos, han dejado al menos 27 muertos y 180.000 damnificados,
El panorama es complicado con una población en condiciones extremas que no dispone de espacios seguros y de equipos de protección frente a la COVID-19 y un nuevo huracán está por golpear nuestro país y Centroamérica, y la Conagua tiene menos de la mitad del presupuesto con el que contaba en 2015: pasó de más 50.000 millones de pesos a menos de 23.000 millones este año. Estamos encajonados en una situación crítica; no hay alternativas en el corto plazo.