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Data brokers II

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Data brokers II

El receso sobre la serie de artículos de deconstrucción digital se prolongó más de lo que hubiera esperado ante los sucesos intermedios de un cambio de año, la agudización de la realidad devastadora de la pandemia y los sucesos socio políticos de nuestra región que hicieron necesario abordar, apenas de una manera inicial, la importancia de los organismos autónomos -cuando menos en nuestro país- en la construcción de nuestro futuro digital, y si bien, dichas opiniones versan en el cómo, considero importante continuar con el contenido de algunos puntos de vista que pueden coadyuvar en el modelaje de nuestro ecosistema digital.

Es por ello, que con esta colaboración de momento cierro una primera aproximación sobre los data bróker, no sin antes realizar una breve explicación de mi artículo anterior, en el cual, al parecer, me pasó factura la dinámica en la que realizo estas breves líneas, con una breve desarticulación del mensaje.

Es así, que antes de abordar algunas reflexiones en torno a lo que se entiende por data bróker, es decir, aquéllos mercaderes o vendedores de datos personales, quise explorar gran parte de las cuestiones que a mi juicio, representan gran parte de los problemas subyacentes con estas figuras, y que magnifican los efectos nocivos que se pueden generar con un mal manejo de la información. Por ello, puede observarse que el fenómeno del mercado de datos, si bien existe por sí mismo, es un reflejo de los efectos de la gestión de la identidad en los ámbitos digitales, y, por ende, juega un doble papel y para ello, quise situar de una manera rápida el enfoque de los brókers tradicionales, que nos acercan a bienes y servicios por la gestión de la identidad, sin embargo, en el ámbito digital este modelo varía, puesto que nuestras identidades son gestionadas en prospectiva para finalidades especulativas o específicas de mercado, y, a partir de ahí generan un nuevo negocio de nuestros datos personales a través de los diversos mecanismos de procesamiento.

Sin embargo, de poco nos serviría explorar esos nuevos modelos, sin que antes, identifiquemos que en la teoría civil – administrativa, no contamos con normas completas que resuelvan de manera eficaz nuestra interacción con otras personas, para lo cual, puse de ejemplo, que la diferencia entre poder, representación y mandato, no encuentran una narrativa común, cuando menos, en nuestro régimen jurídico nacional, a fin de distinguir uno de otro, cuando, aparentemente, en la práctica parece común la representación de las personas en las actividades cotidianas no representaba problema o confusión puesto que no resultaba suficientemente representativo como para Mercer un análisis aparte.

Algo distinto a lo que sucede en el ámbito digital, en el que, gran parte de los aplicativos debe de contar con un diseño y configuración específico, tal como se buscó ejemplificar en el ámbito fiscal, en el que resulta factible que un tercero, actúe a cuenta de una persona sin que ésta sepa qué es lo que realiza dicho tercero y en el que la función de esta persona, si no cuenta con un perfil de usuario para el manejo del sistema, sea prácticamente nula, a pesar de que todos pudiéramos dar por hecho que un gran porcentaje de las declaraciones de impuestos las realizan los contadores y no las personas físicas, claro, con ciertas modulaciones cuando se trata de personas morales, tipo de representación que merecería un análisis aparte como elemento de las comunicaciones electrónicas y la gestión de la privacidad.

Con este escenario previo, en el que la representación constituye uno de los primeros atributos de los data brókers, en el ámbito digital este modelo se vuelve más complejo, al punto en el cual, las grandes empresas logran acreditar dichos tratamientos como soporte de sus activos y su prospectiva comercial, como en el caso de las redes sociales dominantes, que pueden acreditar una base de usuarios a las cuáles dirigir servicios o publicidad y en función de ello se realiza un estimado de la rentabilidad de dicha base de datos de usuarios. Sin embargo, el negocio va más allá de la simple prospectiva del procesamiento de bases de datos, que valga decir, ya de por sí cuentan con un gran valor si las soluciones tecnológicas asociadas ofrecen una funcionalidad particular, o logran acreditar su efectividad en una gran base de usuarios, seguramente serán explotadas y monetizables por un buen periodo de tiempo.

Desde esta perspectiva, destaco cuando menos tres modelos de comercio de datos a través de la intermediación, entre los cuales, el primero de todos es el de bases de datos en bruto, lo cual puede advertirse tanto en el mercado formal como informal o ilícito, en el cual, se venden ciertas categorías o combinaciones de datos con utilidades varias, principalmente comerciales, y si bien, pudieran clasificarse según su uso, espero que haya oportunidad más delante de profundizar su análisis; en una categoría diversa, podemos encontrar a las grandes empresas que ofrecen soluciones tecnológicas basadas en el procesamiento de datos, en los cuales los datos personales solamente son el combustible para el procesamiento y a partir de ellos se toman decisiones para la mejora de procesos o productos; y, en un tercer nivel, a las empresas que venden datos personales vivos, es decir, que representan un conjunto de usuarios que interactúan en un entorno determinado y a partir de los cuales, combinados o no con alguno de los modelos anteriores, logran prácticamente cualquier oferta comercial desde su uso, es decir, pueden constituir desde granjas de insumos exprimibles a través de interacciones y ventas, o, pueden convertirse en ejércitos o aglomeraciones de capital de trabajo. No me queda claro qué tanto dichos mercados seguirán existiendo como tales con un uso más extendido de las aplicaciones de la inteligencia artificial, pero sí considero que la base social seguirá resultando indispensable para modelar adecuadamente los aplicativos informáticos.

Es decir, la última de las aproximaciones destaca como la posibilidad de que prácticamente cualquier empresa o aplicativo pueda transformarse de ser una actividad económica determinada a un bróker de datos, que adquiere relevancia para sectores específicos, tal como se da en el caso actual en el cual, dentro de los mercados digitales una compañía adquiere otra, no por la tecnología, ni mucho menos por el tipo de negocio y su rentabilidad, sino por la gran base de usuarios que le corresponden y que, de facto lo vuelven en un bróker de datos, si en vez de identificarse los servicios se hace referencia a todas las personas que se adquieren como usuarios.

Para no hacer referencia al caso más ilustrativo de este tipo de transacciones, imaginémonos una compañía telefónica extranjera que llega a nuestro país a ofrecer servicios de telecomunicaciones y que con motivo del inicio de sus operaciones adquiere una compañía de nuestro país, y con ello, la base de usuarios que tiene un contrato con ella, lo cual, si bien se estimaría hasta cierto punto normal desde la perspectiva comercial, cuáles son las implicaciones reales en cuanto a la gestión de nuestros datos, en qué medida se le podría restringir a dicha compañía el acceso de dicha información con sus filiales, y, además de existir mecanismos para manifestar oposición, cómo podría un usuario recuperar el control sobre su información si no quisiera que ésta fuera transferida a una nueva empresa con motivo de la adquisición.

Creo que el riesgo va mucho más allá de lo que señalaba Tim Cook en torno a los data bróker como los enemigos invisibles que venden nuestros datos adquiridos a través de un simple correo electrónico o las cookies en su página web, la falta de directrices sobre el tema, puede provocar que de facto cualquier empresa pueda fungir como un data bróker, y lo que es mucho peor, como un sistema de blanqueo de datos personales que permita a empresas que no podían acceder a determinada información, hacerse del control de ella a través de contratos comerciales, o inclusive, de una manera más agresiva a través de la fusión y adquisición de empresas.

Hasta la próxima.