La posibilidad, cada vez más grande, de que Donald Trump sea el presidente de Estados Unidos debe replantear la relación amor/odio del promedio de los mexicanos con aquel pueblo y la manera en la que el gobierno mexicano interactúa con su principal socio comercial con el que comparte la frontera más grande del mundo.
La obsesión con la que seguimos las convenciones de Republicanos y Demócratas a través de transmisiones especiales de la televisión mexicana, así como profusos análisis en la prensa escrita genera una suerte de visión equivocada.
Hay quienes consideran que el resultado de aquel proceso electoral determinará fatídicamente el futuro de México. Si gana Trump vendrá necesariamente una época negra para el país; si gana Hillary Clinton todo seguirá tan bien o tan mal como hasta ahora.
Lo políticamente correcto dicta que se debe sentir indignación por los dichos de Trump en contra de la migración ilegal y las acciones que plantea para solucionarla. Ha dicho que construirá un muro que será pagado con las remesas, las cuales superaron los 10,880 millones de dólares, para disminuir no sólo los índices de delincuencia provocados por los migrantes sino también para recuperar los empleos que se han perdido por este tipo de trabajadores.
Esa indignación debería concentrarse en la falla de las políticas económicas que han expulsado a una gran cantidad de mexicanos a buscar en otra nación lo que no pueden en la suya. El problema de la migración debe resolverse en México, no allá.
Con un discurso altamente cargado de nacionalismo que busca recuperar el orgullo de ser ciudadano de Estados Unidos, Trump ha dicho que buscará replantear su relación con la OMC y está dispuesto a salir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La relación comercial entre México y Estados Unidos es particularmente intensa y supera la que aquel país tiene con Alemania o Rusia juntos; mejora la competitividad regional y ha sido un factor de bienestar para las tres naciones que la integran, como lo ha señalado Claudia Ruiz Massieu.
Sin embargo, en el propio texto del acuerdo comercial se establece el derecho de cualquiera de los tres miembros de solicitar su revisión o abandonarlo. Si el pueblo de Estados Unidos se equivoca y decide salir del acuerdo comercial no es un acto ilegal o en contra de México, se trata de una decisión soberana.
Hasta el momento muy pocas acciones se han tomado para diversificar los mercados de exportación de productos mexicanos o encontrar argumentos que encuentren que el TLCAN ha sido una relación ganar-ganar para las tres naciones.
En cuanto a la relación del gobierno mexicano con Estados Unidos tiene que dejar de buscarse la gran foto y las promesas de caminar juntos; los gestos grandilocuentes de amistad con nuestros vecinos.
Se debe dejar de tener una actitud servil y dependiente para transformarla en una relación en la que México haga valer sus puntos de vista.
@kimarmengol
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Post y Contenido Original de : Excelsior
Trump y México
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