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“Todos me dieron la espalda” Mario Villanueva rompe el silencio

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“Todos me dieron la espalda” Mario Villanueva rompe el silencio
Redacción

CIUDAD DE MÉXICO.

El exgobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, quien fue detenido hace casi 17 años por delitos contra la salud y actualmente se encuentra preso en el área médica del Reclusorio Norte de la Ciudad de México, aseguró que en todo ese tiempo la mayoría de los priistas que en otros tiempos se decían sus amigos, le dieron la espalda.

En entrevista para Imagen Televisión con Ciro Gómez Leyva, el exmandatario reveló que cuando fue detenido en 2001 y trasladado al penal de Almoloya, en el Estado de México, hubo un personaje que le ofreció su apoyo, aunque no es priista; se trata de Diego Fernández de Cevallos, de extracción panista y que en ese entonces hizo algunas declaraciones en su favor.

—¿Cómo está; ingeniero?

—Bien mentalmente. Aunque como es de público conocimiento, tengo problemas de salud que afectan el cuerpo. Pero, bien además, porque tengo optimismo. La ley me ofrece algunos beneficios que creo que me permitirán regresar a casa y eso ayuda a mi mente a estar un poco mejor.

—¿Qué edad tiene hoy, ingeniero?

—69 y medio. Al otro día de la elección, el 2 de julio, cumplo 70.

—Cumple los 70 y va a buscar el beneficio de la prisión domiciliaria.

—Sí. De hecho tengo dos opciones: el beneficio de la prisión domiciliaria o por cuestión de salud, que incluso se solicitó desde antes de que me fuera a Estados Unidos. Como no pensé que me extraditarían, porque se trata de los mismos hechos por los que me juzgarían en Estados Unidos, y tanto la Constitución de Estados Unidos Mexicanos como el tratado de la extradición lo prohíbe, pues entonces, con mi abogado, hicimos la petición. Y en ese tiempo la sentencia, la magistrada del Tribunal Unitario, determinó que lo negaba, porque faltaba un dictamen médico. De eso no dijo nada más. No cuestionó la petición. Sólo dijo “le falta un dictamen médico”. Han pasado siete años con un agravamiento en mis problemas de salud. Entonces, creo que no tendría problema con esa petición.

—Lo veremos. ¿Cuál es… ¿Problema de salud? ¿Qué problema de salud, Mario?

—Son varios. El más grave se llama Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). Es un deterioro de los pulmones que ya es fuerte. Se me ve bien, pero tengo un problema respiratorio. Y se me ve bien porque estoy cargado de medicinas que sirven para abrir los pulmones, los bronquios, y para desinflamarlos. No sólo los abre, sino los desinflama. Y ese desinflamatorio se llama cortisona, que es una medicina muy difícil. Se tiene que tomar con mucha precaución.

—¿Y con qué frecuencia está tomando cortisona?

—Diario.

—Todos los días.

—Sí. Diario. Entonces ésta es la enfermedad más fuerte. Me surgió en Almoloya el problema.

Primero por el trato que me dieron. De estar en la zona en donde tenían a El Chapo. A unas cuantas celdas, ahí me tuvieron. Pero sin la ropa necesaria para el frío tan intenso que hace ahí. Con el puro uniforme y una cobija. Dos cobijas, que más bien era una cortada a la mitad. Una para la cama, que es de concreto y otra para taparme. De ahí me vino un catarro, se volvió gripe; vino un asma, olvidado hace muchos años. Y se me complicó con hipertensión. Pero posteriormente me pusieron en otro lugar, y en ese lugar hubo un incendio intencional. A un lado de mi celda quemaron una celda de esas “acolchadas”. Es de plástico muy venenoso. Entonces todo ese humo se metió a la mía y como Almoloya es un área muy cerrada, invadió todo el penal. Los custodios sacaron a todos menos a mí. Yo me tiré al suelo con un trapo húmedo en la nariz y la boca, esperando que me sacaran.

—¿Y por qué no lo sacaron a usted?

—No lo sé.

—¿Por accidente? ¿No lo vieron? ¿O querían que usted muriera?

—Pues eso dijeron algunos internos, porque quien me salvó la vida fue un interno. Un interno de apellido Donat. De pronto oí que gritó, porque no se veía nada. Dijo: “¡Don Mario, vámonos!” Le dio vuelta a la llave y yo salí gateando y me fui, por como dijeran los pilotos, por instrumentos, por el pasillo.

—¿Estamos hablando de qué año, ingeniero?

2002.

—Por información que tuve oportunidad de recibir, por cartas de usted, supe que los últimos meses, cuando estuvo en la prisión federal, en el Centro Federal de Morelos, fueron durísimos. Quizá los más duros de su reclusión.

—Terribles.

—¿Pero, por qué, ingeniero? Es un centro hospitalario. ¿Por qué terribles?

—Por dos razones. Yo vengo enfermo. En Estados Unidos, cuando yo llegué a Nueva York para ser procesado, estaba malo ante el juez. La jueza Naomi Butkus me mandó 50 días a una clínica para que me rehabilitaran. Y después se dio el proceso. Después me tuvieron en determinadas prisiones y siempre con la atención medica especial. Cuando me sentencian, el juez de Estados Unidos hace la previsión. ¿Puedo enseñar la sentencia?

—Por favor

—El juez de Estados Unidos hizo la previsión de recomendar (ésta es la sentencia de Estados Unidos, son seis hojas: la de aquí son mil 780 páginas. Allá son más prácticos). Entonces, aquí dice muy claro el juez: “La corte recomienda que el acusado se mantenga en una institución en la vecindad de Florida”, por el clima, similar al de mi tierra. “Y, que el buró de prisiones considere la condición física del acusado y sus necesidades de cuidados de salud, escogiendo una institución apropiada”.

“Lo toman en cuenta, y me mandan a una prisión-hospital de muy alto nivel. Apoyada por el hospital de la Universidad de Kentucky, en Lexington, Kentucky. Tuve una gran atención médica ahí. Regreso aquí y mis abogados, desconfiando, presentan un amparo. El juez ordena que me den la atención necesaria, especializada. El gobierno, en las prisiones, en la prisión que considere. Entonces el gobierno federal me manda Ceferepsi (Centro Federal de Rehabilitación Psicosocial)”.

—Que supuestamente le daría ese servicio.

—Para que me lo den. Pero resultó una gran mentira. Este Ceferepsi es una cárcel para atención de internos con problemas mentales. En el tiempo del presidente (Felipe) Calderón lo volvieron hospital para atender a todos los enfermos que tenga el sistema federal de prisiones. El problema del Ceferepsi es que está considerado como un hospital de primer nivel. Primer nivel quiere decir que no hay especialistas y que no se pueden atender enfermedades crónico-degenerativas, como la que yo tengo. La enfermedad pulmonar, porque el incendio me quemó los pulmones y eso me complicó la hipertensión, el problema de la tiroides que traigo, problemas de la columna vertebral, la artritis, la insuficiencia venosa y otros problemas más. Porque no tiene nada. El colmo es que no tenían ni laboratorio.

—¿No lo atendían o lo maltrataban, ingeniero?

—Bueno, en la cuestión médica de plano no me atendían. No me daban más que mis medicinas, dos de ellas. El Amlodipino.

—El famoso Amlodipino.

—Sí. Sí, iba a decir, el famoso, que sacó López Obrador. Ése es el que me daban. Todos los días y Levotiroxina para la tiroides. Porque son obligados. Pero con tal desorden que llegaron días en que no había, por una razón: ese lugar no tiene presupuesto. Los médicos son amables, las enfermeras también.

—¿No se quejó, ingeniero?

—Sí me quejé. Poco después de que llegué, me quejé. Primero, le mandé una carta al secretario de Gobernación (Osorio Chong), sí, porque el Ceferepsi y todos los penales federales dependen de Gobernación. Y esa la leyó también Renato Sales (Heredia), el de la Comisión Nacional de Seguridad. Perdón por hablar rápido, no puedo respirar.

—No se preocupe.

—Entonces mandé la carta y se les entregó de mano, y hay fotos de ello. Lo leyeron donde le decía: “Señor Secretario, este lugar no me puede dar la atención, le pido que me manden a otro lugar. Pero en todo el sistema federal no hay ninguna prisión que tenga la atención médica especializada.

“Porque ese lugar en donde yo estaba, el Ceferepsi, es el hospital para los enfermos federales, y no es un hospital que dé la atención. Osorio Chong me mandó decir que en un mes me cambiarían para que me pudieran atender los hospitales más cercanos, que pueden dar una buena atención, son los de la CDMX. Y se requería el visto bueno del gobierno de la CDMX. Y lo dio de inmediato el licenciado Hazael Ortega, que es el subsecretario del sistema penitenciario. Él envió una carta, en este caso a un juez, porque ahora los traslados son en dos formas. Si es voluntario se maneja con un juez. Si es por problema de salud o de integridad física lo puede determinar en seguida Gobernación con el órgano que administra los penales y lo pueden cambiar a uno de inmediato, con la única prevención de informarle al juez. No lo quisieron hacer así. Y me mandaron decir que hiciera el trámite ante el juez. Hice el trámite ante el juez, pero me llevé 11 meses casi”.

—Y no el mes del que hablaba Osorio Chong.

—No.

—¿Lo maltrataron, ingeniero? ¿Lo presionaron? ¿Le pedían dinero? ¿Lo amenazaron en este centro federal?

—La verdad, sí. Mire, poco después que llegué, recibí una noticia de mi hijo, de que me quería ver porque había tenido una propuesta para que yo saliera pronto de ahí, para mi traslado a un centro de reclusión donde me atendieran mi salud y luego a mi casa. Dos cosas. Esto se trató con Osorio Chong y con el entonces subsecretario René Juárez, que dijeron que estaban de acuerdo. Porque además no se estaba pidiendo nada fuera de la ley, al contrario. Por ley, ellos no podían darme la atención médica. Me tenían que mandar a un lugar donde se pudiera”.

—¿Qué pasó con su hijo?

—Mi hijo recibió una propuesta para ir a la casa y para que me atendieran primero aquí, en un reclusorio, en la CDMX. Pero había que dar un dinero. Entonces, esto lo propuso el abogado Carlos Pratts, trajo en nombre del entonces comisionado a su amigo Guetor, así decía él. Alberto Martínez, creo. Es su apellido. Le dije yo a mi hijo.

—¿Cuánto dinero?

—Primero eran 13 millones de pesos, y luego 26 millones porque me tardé en decirles que… y ahí viene la extorsión, porque vino la amenaza. Me tardé en decir que sí, pero cómo voy a decirles que sí o que no, porque hay una circunstancia adicional que debe saber usted. En ese lugar, en el Ceferepsi, estaba yo segregado. Aislado. Con una llamada cada domingo de diez minutos si era a teléfono de casa, o cinco si era a celular. Y de hecho, una visita cada ocho días, que era un problema muy serio para poder cumplir con los requisitos.

—¿Le pidieron 13 millones de pesos para..?

—26

—Luego 26.

—A mí no.

—¿Quién? ¿Esa persona que acaba de mencionar, Carlos Pratts?

—Carlos Pratts

—¿26 millones de pesos?

—Sí.

—¿No lo denunció?

—No lo he hecho. Y ésa es primera noticia sobre ello. El acuerdo. Yo le dije a mi hijo, pues dile que venga a verme. Y cosa curiosa, para que entre un abogado tiene que cubrir una serie de requisitos. Éste entraba y salía con el apoyo del comandante de Seguridad, el director de Seguridad. Entonces le dije a mi hijo, dile que venga a verme. Y me fue a ver. Y me dijo que eran 13, pero que me retrasé, ahora eran 26. Y de entrada iban a ser seis (mdp).

—6, 13 y luego 26 ¿para sacarlo de ahí? ¿Y mandarlo a dónde? ¿A una cárcel a Quintana Roo? ¿A la CDMX? ¿Para qué?

Podía ser a la cárcel de Chetumal. Para estar cerca de mi familia y que atendieran mi salud.

—¿Y eso le iba a costar 26 millones de pesos?

—Y luego el trámite para la casa.

—¿El beneficio de la prisión domiciliaria?

—Sí, porque el acuerdo con Osorio Chong fue de que se me darían las dos situaciones, que es lamentable que yo tenga que pedir permiso para que me den dos beneficios, que la ley me concede. El derecho a la salud está en el artículo 4 constitucional, en convenios internacionales; el derecho a estar cerca de la familia, cerca de la casa, en el reclusorio de Chetumal, por ejemplo, lo establece el artículo 18 constitucional, como una garantía de los presos.

—¿Y qué ocurrió cuando les dijo que no? ¿Que no les iba a pagar, se endureció el trato? ¿Qué pasó?

—No les he dicho que no, todavía. Permítame, le explico. Me estoy riendo de mi propia desgracia.

—En el Reclusorio Norte. Por cierto, paréntesis: en el durísimo Reclusorio Norte. ¿Cómo ha sido la vida aquí? ¿Usted sabe lo que se ha presentado, lo que se ha hablado? ¿Quizá la peor que ha habido en los últimos meses, en los últimos años? ¿Cómo es aquí?

—Yo creo. Yo estuve aquí tres años. Lo recordará.

—Y lo vine a entrevistar

—Fue de julio de 2007 a mayo de 2010.

—Aquí nos vimos. Hace 12 años

—En ese tiempo ya habían casi 14 mil presos. Era una situación poco, tal vez difícil, por la presión de tanta gente. En un lugar que no estaba dispuesto para eso. Incluso la revista Proceso publicó una vez el hacinamiento que había. Pero ahora que llego, me dieron la oportunidad de estar aquí y con toda honestidad.

—¿En la zona médica del reclusorio?

—Sí. En la zona médica. Pero no estoy aislado ni tengo, en términos de no poder tener relación con otros internos. Con el personal de custodia. La verdad es que me están dando una atención excelente.

—¿Excelente?

—Sí. Pero no sólo a mí. Yo estoy en el área médica, en un pasillo donde están varios enfermos. Y todos los días son tres turnos de médicos. Todos los días pasan los médicos y nos revisan a cada uno de los internos.

—¿Quién estaba al lado de usted?

—Un tiempo estuvo Miguel Ángel Félix Gallardo.

—¿Miguel Ángel Félix Gallardo fue su vecino?

—Sí.

¿A qué distancia estaba?

—Pues la distancia de una pared.

—¿Hablaba con él?

—No, no, no, no, no. Péreme. ¿Me permite que le explique?

—Siga con el plano, por favor.

—Estaba en mi cuarto, cuando veo que entran oficiales. Y viene Miguel Ángel, al que yo conocí en Almoloya. Él entra, lo depositan ahí. Aquí sólo separa una pared. Apenas terminan de instalarlo, se acercan a mí los oficiales y me dicen que está prohibido hablar con él. ¿Prohibido? ¿Pues si aquí está al lado mío?

—Recuérdenos, ¿cuánto tiempo estuvo usted ahí, en este lugar?

—Casi 11 meses.

—Once meses. ¿Y no hablaba con nadie?

—Con nadie.

—¿Once meses ahí?

—Sí. Durante varios meses no hubo reloj. No hubo forma de saber la hora. Y yo tenía que estar levantado desde las cinco, máximo 5:30. Entonces me acostumbré a oír unos pajaritos. Que son los que me levantaban. Pero siempre andaba medio sonámbulo porque a veces me levantaban a las 4:30, pero nunca sabía la hora. No había hora. Aquí hay un televisor que veían todos estos. Y aquí no podíamos. Miguel planteó lo de un amparo y entonces autorizaron poner un reloj aquí en frente.

—Un reloj vía amparo

—Sí.

—Déjeme regresamos al tema, por qué habla de López Obrador. ¿Su corazón sigue siendo priista?

—Espéreme un segundo. Miguel Ángel Félix Gallardo me dijo: “Mario, ésa es la peor prisión en la que he estado. Porque un día me hablaron y dice, no, desde ahora, quiere tus alimentos, ¿sabes lo que quieren conmigo? Quiero hablar con el director, y a mí no me van a prohibir que hable con Miguel. Oiga, espéreme.

—Antes de entrar a este punto. Le hago la pregunta de lo de priista, porque tengo la impresión de que nadie lo ha querido defender, ingeniero. Este gobierno está terminando. Gobierno priista cinco años. Y por lo que cuenta,

—Sí hubo. Hubo uno que me quiso defender.

—¿Quién lo quiso defender?

—Diego Fernández de Cevallos.

—Que no es priista.

—Cuando yo llego a Almoloya, que me humillaron. Usted recordará que (sí, sí, sí, los perros y todo eso) Diego hizo dos declaraciones. Dos o tres.

—¿Estamos hablando de 2001? Era, entonces, un senador panista. 2016, 2017, lo que va del 2018. ¿Nadie de este gobierno?

—Nunca. Mire… Madrazo, en aquellos tiempos andaba buscando mi apoyo, hasta me ofreció ser senador.

—¿Cuándo usted era gobernador de Quintana Roo?

—Sí. Cuando empezó el problema, en los últimos cuatro meses de mi administración. Vi al profesor Carlos Hank. Y le dije al profesor, con todo gusto lo apoyo, yo me retiro ya de la política. No tengo interés. Se reunió Madrazo conmigo en Villahermosa y me dijo: “Mario, vete. Cuando vuelvas yo te ayudo”. Yo no quise irme. Nunca quise irme. Cuando yo ya estoy en Almoloya, mi nuera va a verlo.

Hijos, no me conoce.

—¿Madrazo? ¿Roberto?

—Sí. Roberto escribió su libro. Se llama Traición. Bueno, pues creo que, hay que adjudicar. Con Manlio Fabio (Beltrones) hablé porque él me invitó un día a tomar un café, en el café del Hotel Presidente, de la CDMX. Y me explicó, me dijo que él conocía mi expediente. Que yo estaba luchando, que me diera a conocer para que yo aclarara, y nunca me lo dieron a conocer. Y, bueno Manlio Fabio conoce el expediente, porque está ahí una acusación contra él. Cuando estuve yo aquí le mandé un recado, porque aquí había una gente que era de su tierra. Unos mineros, con los que hice buenas relaciones. El líder de mineros que salió absuelto, por cierto.

“Pues Manlio Fabio nunca se ha acordado de mí. El único recuerdo que tengo de él fue cuándo tomó posesión el año pasado mi gobernador, Carlos Joaquín, fue Manlio Fabio, vio mis cosas, que fue invitado, y dijo: “Oye, Isabel, me saludas a Mario. Yo para que quiero saludos. Yo necesito ayuda. Pero una ayuda dentro de la ley”. Mire, Ciro, en mi caso, con una aplicación correcta o exacta de la ley, como dice el artículo 14, yo no tendría problema. Pero pongo este ejemplo y hay otros, la realidad es, que todos los del PRI corrieron.

—Todos los del PRI corrieron. Incluidos los de este gobierno. Ha mencionado un par de veces a Miguel Ángel Osorio Chong. Y a su Secretaría de Gobernación. ¿Nada?

—Pues, mire. Me hizo el ofrecimiento: Creí en él. Me mando decir que en un mes salía yo del Ceferepsi para que atendieran mi salud, que estaban obligados. Estuve casi 11 meses. Y 11 meses sin atenderme. Hubieron días que me pasé sin el Amlodipino. Un día pasó el director, y le dije: “Oiga, tiene cinco días que no me dan esto. Y me dijo: es lo que yo tomo. Y él me mando de lo que él tenía. Porque todas las medicinas que dan en el Ceferepsi, las tiene que comprar la familia.

Interno enfermo que no tiene para comprar medicinas, se va. Y, por cierto, se les fueron varios.

—Se fueron varios. ¿cuántos?

—Tres cuando lo menos. Lo tengo anotado. Mire, llegó uno enfermo de leucemia. Qué hace un enfermo, con una enfermedad terminal ya, un jovencillo él, que no tenía nada que hacer. Estaba pegadito a mi celda. Era la primera cama. Pero yo nada más lo veía así. Yo no podía hablar con él. No me lo permitían. El día qué lo sacaron, lo llevaron al hospital, falleció. Había otro con problemas del hígado. ¿Con qué lo atienden ahí? No hay. Se lo llevaron y falleció. Y, bueno.

—Me llama mucho la atención, va a cumplir 17 años en prisión.

—Casi.

—De 2001 a 2018.

—Sí.

Y menciona dos agradecimientos. Nada más. Estoy hablando de términos de la política. Diego Fernández de Cevallos, 2001; y la autoridad carcelaria de la CDMX, Reclusorio Norte, 2017-2018. ¿Sólo dos, Mario? ¿Sólo dos? ¿La suerte del preso? ¿El abandono del preso? ¿Nadie más

—Un día le mandé decir a decir a Fidel Herrera, que me ayudara. Fidel Herrera Beltrán, exgobernador de Veracruz. Porque desde que fui presidente municipal de Cancún hicimos buena relación. Y le dijo a mi enviado: Dígale a Mario que me dé por muerto. Eso me dijo mi enviado. Yo no trataba de buscarlos porque entiendo. Acusado de narcotráfico, pues era como estar lleno de lepra, apestado. Y no querían saber de mí. Pero, por ejemplo, Jesús Murillo Karam (exprocurador), con el conviví como senador. Conviví como gobernador. Tuvimos buena relación. Cuando llega a la Procuraduría le mandamos un recado al Presidente. El Presidente le ordena a Jesús Murillo Karam que me atienda. O sea, no tengo yo la queja contra Peña Nieto. ¿Sí me explico? Entonces, Murillo Karam dice que va a recibir a mi esposa, a mi hijo y al abogado. Pero primero que vayan a ver al director de Cisen. Van a ver al director del CISEN. (Eugenio Imaz). Muy amable. Regresan luego con Murillo Karam. Y Murillo Karam los atiende en una formalidad. Y luego llama a mi hijo aparte, y le dice: dile a tu papa que le voy a ayudar. Es mi amigo. Después de eso, no volvió a contestar ni su secretaria el teléfono. No hubo una audiencia. Pasaron los años y se acabó. Quiero dejar clara esa palabra “ayudar”. Quiero ser reiterativo. Ayudar es aplicar la ley. Nada más. Y de esto, Diego Fernández sabía mucho, porque Diego así lo quiso hacer, hasta que un día recibí un recado: “No es posible ayudar, porque el presidente Calderón te quiere extraditar”. Y se acabó. Aun cuando se trataba de los mismos hechos y estaba prohibido.

¿Quién le dijo eso, ingeniero?

Mi abogado, Horacio.

Joaquín Hendricks, Félix González, Roberto Borge, los gobernadores de Quintana Roo.

No. Joaquín Hendricks siempre se hizo a un lado.

—¿Félix González?

—Félix ha estado haciendo gestiones a mi favor.

—¿Roberto Borge?

—Roberto Borge nunca. Pero, o sea, Félix a partir de que yo llegué. Y cuando estuvo de gobernador, él estuvo haciendo unas gestiones con Santiago Vasconcelos. Y con el mismo Diego Fernández. Y con el presidente de la corte en alguna ocasión. Sí, la verdad, hizo un buen esfuerzo. Pero mi caso lo han tratado como el del enfermo que ya va a morir y nadie quiere verlo, porque ya no tiene remedio. Es una alegoría. Sí le hizo la lucha. Roberto Borge, pues ahora sí que dijo que sí, pero no dijo cuándo.

—Roberto Borge está en prisión. Tres sexenios después un gobernador de Quintana Roo está en la cárcel.

—SÍ. Me apena él. Bueno, cometió sus errores. No me toca juzgarlo. El prometió ayuda, no la dio. Y este es otro cantar. Pero, yo no le deseo mal. Y mucho menos donde está, que es el infierno. Lo llevaron al Ceferepsi. Decían que tenía problemas renales. Ahí no lo pueden atender, si tiene ese problema. Ahí no hay especialidades. Y yo quiero que quede claro una cosa, yo estoy aquí temporalmente. Me mandaron para que me atiendan mis problemas médicos y cuando terminen de atenderme, por la orden del juez, debo de regresar al Ceferepsi.

—Eso, con todo el respeto, creo que no será posible, ingeniero. Nos está diciendo y les está diciendo a los televidentes, que en ese Ceferepsi lo extorsionaron.

—Sí.

—Y le pidieron muchos millones. ¿Qué cantidad manejó?

—26 millones. Y me lo dijo el abogado en frente para…

—No va a poder regresar ahí

—Pero me pidió de adelanto seis millones. Y me dijo: “tres para mí y tres para mi amigo Beto. ¿Cuál Beto? El comisionado del órgano.

—¿Qué dejó el cargo hace un mes?

—Entonces, parte del maltrato en el Ceferepsi es por el sistema que hay y por la incapacidad del hospital de atender a los enfermos en la condición mía. Y parte era por presionarme para que yo diera dinero para salir. Y esto no se vale.

—Por primera vez, en dos décadas, ingeniero, está enfrente de una cámara de televisión. ¿Qué le quiere decir, primero a la autoridad y después al televidente? A la gente que lo está viendo. Ahí está su cámara, ingeniero. Primero a la autoridad.

—Primero que nada, al presidente (Enrique) Peña Nieto. Que por favor, vea que se aplique la ley. No le pido nada más. El juez, al que le pedí el traslado para venir a este reclusorio, porque la autoridad, el licenciado Mancera, a través del subsecretario del Sistema Penitenciario, autorizó que esté yo aquí. Le pedí y el juez lo rechazó diciendo que yo debo quedarme en el Ceferepsi. Y dice, y aquí lo tengo. Se lo puedo dar después.

“Dice el juez: ‘debe purgar su pena en ese lugar, porque ahí velan por su salud’. Señor presidente Peña Nieto no puedo regresar a este lugar porque no hay con qué atender mi salud. O están engañados o de plano no les interesa atender en este lugar a los enfermos. Porque la realidad es que este no hospital es de primer nivel y no tiene especialistas.

“Lo otro, quiero decir justamente, con ese juez voy a pedir el beneficio de ser trasladado al domicilio por salud, como lo determina el artículo 55 del Código Penal, y bueno hay un ejemplo con la maestra Elba Esther. Esto lo pedimos con mi abogado desde hace ocho años.”

—¿Quiere seguir viviendo, ingeniero?

—¿Pues quién no quiere seguir viviendo?

—¿Y seguir dando la pelea?

—Yo soy un hombre pues, de pelea. Pero lo he tratado de hacer institucional, Ciro. Yo nunca he estado litigando en los medios. Yo me he limitado a las autoridades. Pero realmente las resoluciones que se han dado, son contra derecho. Hace rato decía usted: ‘¿Quién me ha ayudado?’ Nadie, nadie se ha interesado.

“Pero si se ve mi sentencia, si la revisa, se puede ver que es una aberración jurídica. Entonces, quiero seguir viviendo, quiero que se conozca la verdad. Pero antes de esto, porque les estoy juntando las pruebas, para volver a ponérselas. Y si aquí no lo reconocen, me voy al Interamericano. Antes de esto sólo quiero estar en mi casa para ver si estando cerca de mi esposa logro ayudarla. Tiene un problema neurológico muy grave. Y tengo temor de que se agrave más.”

—¿Por ley usted tendría que recibir este beneficio el 2 de julio o a partir del 2 de julio? Eso dicen las leyes. Ya lo hemos visto en otros casos, que se vuelve mucho más complicado.

—Depende que el juez lo quiera decidir. El artículo 55 es muy sencillo.

Sí. Lo revisamos varias veces en el caso de Elba Esther Gordillo.

“No tiene vueltas. Y además yo no tengo que demostrar que estoy enfermo. Como me decían en el Ceferepsi, si lo sacamos de aquí, pero hágase de enfermo, me dice la directora. Oiga, si me estoy haciendo el sano. Ustedes, más que nadie, saben que estoy enfermo. Perdón, me aloco hablando, y se me va la respuesta. Pero, el problema real es que tengo temor. Creo que no lo he dicho.

“Tengo miedo de una resolución en contra. Y es increíble que yo pueda tener temor de una resolución, que debe de ser a mi favor, porque la ley me lo garantiza. Pero ya me pasó hace poco, donde el juez dijo que no autorizaba mi traslado del Ceferepsi aquí, porque ahí en el Ceferepsi me atienden bien. Entonces ahorita estoy en apelación. El día 30 debe de decir cómo va la apelación, pues ¿qué le debe de decir al juez? Que se equivocó. Ojalá, Ciro, pero ya no confío. ¿Sí me explico?”

—Ingeniero, muchas gracias.

—Muchas gracias. Gracias por ese espacio que me da. Y pues, a quien me esté escuchando, no quiero la compasión, hay quienes crean que se está haciendo víctima. Soy víctima realmente.

“Pero, bueno, la verdad es que no han querido aplicar la ley. Y eso ha sido lo difícil y además me han tratado con saña y no se vale. Ya el gobierno debe de poner orden en esto. Y bueno, y no sé quién sigue en el gobierno a partir de julio, pero, justicia es lo que quiero. Nada más. Bien, como dicen, vi taxi y se me antojó ride.”

Source: Excelsior