Jueves por la tarde en Nueva York. Bocinazos, alta congestión vehicular, miles de peatones transitando por las calles y, luego de un día demasiado caluroso para la fecha, el sol escondiéndose lentamente tras el mar. Michael Orchard, 43, toma asiento en su habitual sillón rojo al interior del departamento en el que vive hace años, se acomoda, y piensa en que salir de fiesta la noche de un jueves tal vez sea mucho para un hombre de su edad.
-El jueves está más cerca del viernes que del lunes. -Se dice a sí mismo con la mirada clavada en un agujero desagradablemente imperfecto que había en la pared. –Pero ya tengo 43 años… Todos mis amigos trabajan y tienen familia…
Nervioso, apoya la cabeza en el respaldo y cierra los ojos durante algunos segundos. Luego da un salto y se pone de pie.
-¡Qué mierda! Un poco de LSD y jarabe para la tos no le hace mal a nadie. -Exclama sonriendo y camina raudo hacia el velador.
-A ti te estaba buscando, pequeño elixir. -Le habla al frasco de jarabe mientras lo destapa frente a su ojos. Bebe un sorbo corto, luego uno bien largo, y finalmente acaba todo el contenido.
-Ahora LSD. -Piensa antes de rodar por la cama hasta el velador en el otro extremo. Abre su billetera, saca lo que sería la dosis justa y necesaria para quedar muy drogado y se lo lleva a la boca.
-Qué va, ¡Perfecto! -Susurra sentándose nuevamente en el sofá habitual. -Ahora sí puedo estar tranquilo.
Y, en efecto, el ruido de las bocinas desaparece, los autos al otro lado de la calle comienzan a circular con fluidez y Michael lo observa todo desde la ventana. Piensa en sus amores pasados, en la frescura del Rock and Roll que tanto disfrutaba cuando estaba solo, y luego en Freddy, el traficante que le había dicho que tuviera cuidado con combinar LSD y jarabe para la tos.
De pronto, levanta la vista y ve que la casa del vecino se incendiaba en un fuego vigoroso. Las llamas consumían el techo con fuerza y, en medio del humo, un pequeño perro aullaba por auxilio.
-¡Oh, Dios! -Grita mientras sale rápidamente hacia el jardín. A pasos agigantados y ya algo aturdido por el golpe de las sustancias que había ingerido, corre con prisa.
-¡Vivirás, cachorrito! -Exclama.
No había pasado más de un minuto cuando Michael, de pronto, se encontró a sí mismo rompiendo el ventanal de la casa, cruzando por el pasillo y tomando a un Bulldog Inglés entre sus brazos.
-Ahora estás a salvo, pequeño, no temas. -Le dice al oído antes de evitar caer en un hoyo que se había formado en el piso.
Finalmente, Michael logró salir de la casa cargando a la mascota.
Para su sorpresa, afuera lo esperaban decenas de policías, reporteros, y otros vecinos que lo habían visto realizar la insólita hazaña.
-¡He salvado a este animal! -Les grita sonriendo. -¿Lo ven? Lo he rescatado del fuego.
Nadie contesta y, en cambio, dos oficiales se acercan para esposarlo.
-Señor Orchard. -Le dicen. -Usted está bajo arresto por violación a la propiedad privada, escándalo público y consumo de sustancias ilícitas.
Michael no podía creerlo.
-¿Quieren decir que no soy un héroe? -Preguntó algo triste.
-En su mente, lo es. Pero debe venir con nosotros.
Y así, la historia de Michael Orchard y el incendio imaginario ocurrido el jueves pasado en Nueva York, llegaba a su fin.
Según The Huffington Post, policías señalaron que el hombre posteriormente colaboró con la investigación y que la casa de su vecino no presentó más daños que los que él había generado al entrar forzosamente.
¿Qué opinas al respecto?
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Post y Contenido Original de : UPSOCL
http://www.upsocl.com/comunidad/se-drogo-con-lsd-y-jarabe-para-la-tos-luego-salvo-al-perro-del-vecino-de-un-espeluznante-incendio/
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