Juan Carlos Hernández Nieves
Acabamos de pasar una fecha importante para nuestro país, el 215 aniversario del inicio de la guerra por la Independencia Nacional, y bajo ese referente pudiéramos pensar que en todo el territorio de México sucedieron acontecimientos que fueron parte de esa lucha por nuestra soberanía, en Tequisquiapan no fue la excepción y esto nos dejó una serie de momentos que fungieron como parte de la memoria para nuestro desarrollo, uno de estos momentos que mostraré en este texto es el que se dio 7 meses después del grito de Independencia.
Como antecedente anotamos que en diciembre de 1804 había llegado como párroco del partido de Santa María Tequisquiapan don José Mariano Oyamával, a él es a quien le toca vivir el episodio del inicio de la guerra, para cuando inició el movimiento, surgieron algunos temores por parte del clero, y en ese sentido algunos fueron huyendo o escondiéndose en otros domicilios particulares.
El miércoles 24 de abril del año 1811 llegó a Tequisquiapan Francisco Villagrán, el famoso “Chito”, con catorce hombres, los que se llevaron a Vicente Elizondo, soldado valerosos que había luchado en la Sierra Gorda, 4 días después, el domingo 28 de abril, Vicente fue fusilado.
Don José Mariano Oyamával informó que el martes 30 de abril de 1811 se decía entrarían a este partido los insurgentes; eran las tres de la mañana cuando el citado José Mariano Oyamával salió huyendo casi a nada de que fuera interceptado por los insurgentes, la intención era llevarlo preso hasta Vizarrón, en el hoy municipio de Cadereyta, para que, en ese lugar en el peor de los casos, fuera fusilado, específicamente en el llamado Cerro de la Jarcia.
Eran las 6 de la mañana del martes 30 de abril cuando llegaron a este pueblo mas de trescientos hombres comandados por el capitán José María Quintanar, al entrar al pueblo comenzaron a saquear las casas de los extranjeros que habitaban en ellas, llegaron a la casa de don Antonio Lizundia, de origen español, el que se encontraba enfermo de pulmonía y al que un día antes se le había suministrado la Sagrada Eucaristía y los Santos Oleos, ante el alboroto salieron algunas vecinas a pedir que no se lo llevaran, incluso fueron muy notorios y exacerbados los ruegos que daban sus tres hijas, las señoritas Lizundia, pidiendo no llevárselo por la situación de salud en que se encontraba, los insurgentes usaron dos palos y una manta para improvisar una camilla en donde montaron al señor Lizundia, por su edad el citado señor se quejaba constantemente, pues rebasaba los ochenta años de edad y su situación era casi terminal, lo llevaron a Huichapan y dos días después del feroz saqueo, don Antonio Lizundia Falleció.
En la tarde de ese mismo martes 30 de abril de 1811 volvieron otros quinientos hombres al pueblo, venían del partido de Cadereyta y su capitán era don Vicente Terán, llegaron directo al templo parroquial, comenzaron la búsqueda del párroco Oyamával sin tener éxito, en cambio, comenzaron el saqueo del curato y del templo mismo, se llevaron ropa, muebles, libros, dinero de la Hermandad de Las Ánimas y archivos de la parroquia, salieron del templo maldiciendo al párroco que no habían encontrado en su curato.
El viernes tres de mayo, día de la Santa Cruz, de 1811 entraron al pueblo a las ocho de la mañana más de doscientos hombres insurgentes capitaneados por El Ratón y Barrabás, hombres temidos y sanguinarios que estaban causando desmanes en las zonas aledañas, llegaron al templo parroquial de Tequisquiapan y acabaron con cuanto había en él, rompieron una caja preciosa de madera de colores donde estaban los Santos Oleos, así también los pomos en donde estaba el Santo Oleo por igual, salieron del templo con un vicario preso, este era don Simón de San Juan, y del pueblo también se llevaron presos a 9 indígenas que evidentemente los querían para que se unieran a sus tropas, este saqueo fue increpado por los ejércitos españoles que hicieron que los insurgentes huyeran del lugar.
El domingo 5 de mayo de ese mismo año, es decir, 2 días después, hubo una batalla en Cadereyta, donde el ejercito español quitó a los insurgentes cinco cañones y asesinaron a más de dos mil de ellos, ante la situación, los insurgentes persuadieron a los indígenas de Tequisquiapan que habían apresado y ante la negativa de los indígenas de no querer unirse a sus tropas, el “Chito” mandó abrir la cárcel y degollar a esas nueve almas de nuestro pueblo, evidentemente las noticias de estas atrocidades, llenó de temor a los tequisquiapenses, tanto que algunos decidieron huir a otros lugares por temor a contar con el mismo destino.
En ese momento el párroco se encontraba en la capital queretana y en la parroquia de Tequisquiapan se encontraba el vicario don Manuel de Ávila, que por igual estaba atemorizado de que algo pudiera pasarle, sin embargo, ante la calma que le transmitió el párroco por medio de misivas, este señor vicario permaneció en el templo, pues la enmienda era ir por el párroco Oyamával, y como no lo encontraban, no pasó de que al vicario le quitaran su caballo solamente, sin causarle ningún acto en su contra.
El párroco en una carta escribió “…yo me hallo en esta ciudad de Querétaro únicamente por asegurar mi vida, pero muy inquieto y desconsolado mi espíritu de ver tantos males como sufre mi pueblo (pero bendito sea el señor que así lo determina); y mi resolución es luego que las tropas disipen esta gavilla y San Juan Del Río tenga alguna seguridad, bajarme a dicho pueblo, que dista a solo cuatro leguas de Tequisquiapan, y desde allí, ministrarles los auxilios que pueda…” (sic).
El párroco informó además que la tardanza de las respuestas en cartas era por la comunicación que estaba en momentos cortada y no tenía como comunicar.
Esta carta fue incluida en el tomo nueve de los “Documentos Inéditos o Muy Raros Para La Historia de México; El Clero de México Y La Guerra de Independencia” del historiador Genaro García, publicados en 1906, fue retomada por el ilustre tequisquiapense don José Domínguez Paulín en su libro “Verdad Y Fantasía” publicado en 1926, y es entonces que podemos dar cuenta de las peripecias a las que fueron sometidos en nuestro pueblo por la Guerra de Independencia, evidentemente esta carta es la versión del cura, tenemos que analizar e investigar la versión de nuestros naturales que estuvieron en ese momento y que fueron los que mas padecieron el temor y la tragedia de esta guerra por la libertad.
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