Por Enrique Zamudio
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La luz del sol atravesaba con suavidad el follaje mientras los pasos de los peregrinos se detenían para vivir uno de los momentos más significativos de su andar: la antepenúltima jornada rumbo al Tepeyac, celebrada en el paraje conocido como Los Nidos.
Bajo la sombra de los árboles, miles de hombres se congregaron para participar en la Ceremonia Eucarística, presidida por el padre José Luis Salinas, quien recordó con firmeza y calidez que en la Diócesis de Querétaro todos estamos llamados a una sola misión: fortalecer nuestro proceso diocesano de evangelización. “Evangelizar es poner en contacto a nuestros hermanos con Jesucristo”, dijo, “no desde la teoría, sino desde nuestra propia experiencia viva con Él”.
En su homilía, el sacerdote advirtió sobre dos peligros que enfrentan los cristianos de hoy: la indiferencia, que nos lleva a vivir al margen de la vida de la Iglesia, y el protagonismo vacío, que convierte a algunos servidores en simples funcionarios eclesiales. Con claridad pastoral, invitó a cada peregrino a ser misionero y evangelizador, no sólo en el camino, sino al regresar a su parroquia y decir: “Padre, aquí estoy. ¿En qué puedo servir?”
Uno de los momentos más emotivos fue la presentación del relicario con las reliquias de 29 santos y beatos mártires mexicanos, entre ellos San José Sánchez del Río, símbolo del amor joven y valiente a Cristo. Los peregrinos, con sombrero en mano y mirada reverente, se acercaron a venerarlas en un gesto de fe que unió el pasado martirial con la esperanza del presente.
La jornada también estuvo marcada por la convivencia fraterna. A orillas del arroyo que atraviesa Los Nidos, niños, jóvenes y adultos se refrescaron en las aguas, compartiendo risas, pan y providencias. Las sillas plegables se convirtieron en bancos de hermandad, y cada medalla compartida fue signo de una historia que se sigue escribiendo con los pies.
En este escenario natural, la homilía cerró con un llamado directo a los más jóvenes: “Jesucristo es el único que tiene palabras de vida eterna. Otros te dirán cómo vivir, pero pueden destruirte. Solo Cristo da sentido a tu vida”. E invitó a todos, como María de Guadalupe, a ponerse en camino con prisa para anunciar el Evangelio, comenzando por quienes se quedaron en casa.
Desde el fondo del bosque hasta el altar improvisado, la fe se hizo río, y el río, testimonio. Con la mirada puesta ya en los últimos tramos hacia el Tepeyac, los peregrinos dejaron Los Nidos con el corazón pleno.
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