Por: Lalo Porras Ortiz.
- Encuestas balín.
- Políticos tras los premios “amansar”.
- Los expertos en aplausometros.
- Poca efectividad.
- La miseria humana.
En la actualidad, la encuesta es la nueva alta esfera del premio mayor.
Ahora los políticos del mundo ya no necesitan rendir cuentas, basta con aparecer en un sondeo y presumir que “van arriba”.
La popularidad se volvió la medalla de oro, aunque el trabajo real de gobernar siga en la penumbra.
Estamos frente a la política en modo reality show: el aplausómetro sustituye a la efectividad.
Donald Trump es quizá el mejor ejemplo de este fenómeno.
Acusaciones judiciales, polémicas éticas y una gestión pasada que dejó al país dividido no han hecho mella en sus encuestas.
Al contrario: cada golpe parece alimentar a sus seguidores.
Trump no necesita eficacia administrativa: genera espectáculo, su reality show está basado en el conflicto y en mantener a la audiencia pegada a la pantalla, en su caso, la encuesta no mide logros: mide emociones, resentimientos y fidelidad de fanáticos.
En Francia, Emmanuel Macron ilustra el contraste, reformas técnicas -como la de pensiones- son presentadas como necesarias por los expertos, pero en la arena pública no generan aplausos sino abucheos.
Macron gobierna con más seriedad que espectáculo, y lo paga caro: sus encuestas están en caída libre.
Aquí la paradoja se invierte: cuando hay trabajo efectivo, el aplausómetro se vuelve cruel.
La política no perdona al tecnócrata gris, aunque tenga resultados.
No escapa Claudia Sheinbaum… Las encuestas presumen un alza en aceptación, como si el aplauso fuera prueba de eficacia aunque a un Alonzo todavía no hay resultados palpables en temas centrales como seguridad, economía o salud, aunque parezcan secundarios: lo importante es que el público, todavía entusiasmado, levanta la tarjeta con calificación alta.
Definitivamente el mundo vive una democracia convertida en concurso de popularidad.
Lo que muestran estos casos es que las encuestas no son herramientas para medir eficacia, sino instrumentos de mercado.
Reflejan simpatías, expectativas o animadversiones, funcionan como el rating de un programa: no importa si el contenido es pobre mientras la audiencia esté entretenida y los políticos lo saben: por eso trabajan más en el guion y la puesta en escena que en los informes de gabinete.
La cultura política se deslizó hacia lo superficial: ser gobernante hoy se parece más a participar en un casting.
Se ensaya el gesto, se cuida la frase que puede volverse viral, se mide la reacción inmediata de la multitud.
El gobernante se convierte en personaje, y la ciudadanía en público que aplaude o abuchea, no en sociedad crítica que evalúa.
El problema es que los reality shows tienen temporadas cortas: la gente se aburre, cambia de canal, exige nuevos giros de trama… En cambio en la política eso se traduce en gobiernos que dependen del espectáculo para sostenerse.
La encuesta se vuelve un fin en sí mismo, no un reflejo del trabajo bien hecho y mientras los números suben o bajan como ratings, los problemas estructurales siguen en pausa.
Al final, es decidir si queremos seguir consumiendo este espectáculo…. Gobernantes que lean informes técnicos o estrellas que repartan selfies.
¿Queremos administradores públicos que enfrenten la realidad, o protagonistas de encuestas que nos entretienen mientras el país sigue esperando soluciones y cayéndose cada día?
Lo que importa es mantener a la audiencia cautiva.
Mientras el rating mande, la efectividad está fuera del guion…En este tiempo, la política se redujo a una fórmula simple y peligrosa: cuando la encuesta sube, la efectividad baja.
Ese es el riesgo de hacer de la política un reality show.
Existen especialista para ello y en Chihuahua están el trío venenoso, saben lo que hay que hacer para ello.
Así pues, muy poca efectividad política, no hacen su quehacer real y solo en chismes de vecindad viven y gastan.
La mezquindad humana es la cualidad de una persona que se caracteriza por la falta de generosidad, nobleza y espíritu, manifestándose en una actitud egoísta y tacaña que se enfoca excesivamente en el interés propio y en escatimar en lo que se da o gasta, incluso perjudicando a otros sin responsabilidad.
Una persona mezquina puede lanzar comentarios perjudiciales o aprovecharse de otros sin vergüenza, puede surgir de un sentimiento de frustración, envidia u odio, buscando una satisfacción momentánea al dañar a otros.
En las redes sociales: Es un comportamiento que puede ser común en plataformas digitales, donde se observa la falta de generosidad y el abuso en especial, la falta de respeto y empatía, incluso también se puede observar en ámbitos como la política, donde la falta de responsabilidad y la arrogancia pueden definir actitudes mezquinas.
Todo eso lo acabamos de ver con el fallecimiento de un buen hombre, como lo fue el empresario y ganadero Dn. Victor Cruz Russek, esposo de nuestra Gobernadora Maestra Maru Campos Galván.
Triste realidad.
Muchas gracias por leerme de nuevo, nos vemos a la próxima y si… amenazo.
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