Mason, de 15 años, quería una mascota más que nada en el mundo. Primero pensó en un erizo pero de a poco fue acostumbrándose a la idea de adoptar un perro. Revisó distintos sitios en Internet, intentando encontrar al perro ideal para su familia, pero ninguno lo era, hasta que vio a uno mirándolo a través de la pantalla con enormes y tristes ojos.
El cachorro, a quien fueron a visitar de inmediato, había pasado varios meses de su vida atado a un árbol por sus antiguos dueños. Nadie le había entregado cariño o se había preocupado por él, cosa que lo convirtió en un animal muy temeroso. No dudaron en llevarlo a casa y demostrarle que había gente buena en el mundo.
Hedgie, como Mason nombró al cachorro, estaba aterrado cuando recién conoció a su nueva familia. Pasaba todo el día enrollado bajo una mesa, sin interactuar con sus papá. Excepto con Mason, con quien se atrevió a dormir toda la primera noche.
Desde ese día que los dos formaron un lazo incomparable, pasando todo su tiempo juntos como los mejores amigos y hermanos que pudiesen haber. Mason le enseñó trucos a Hedgie, ¡incluso cómo dar esos cinco!
Unos meses después, lamentablemente, Hedgie comenzó a tener problemas para caminar. Lo llevaron al veterinario, donde les informaron que tenía megaesófago y miastenia grave, dos enfermedades que les dificultan comer. Muchos veterinarios recomiendan sacrificar a los perros que sufren de esto pero para esta familia eso no era una opción. Harían lo que fuese para darle su mejor vida.
Le compraron una silla especial para que comiera y pudiese digerir bien la comida, cosa que funcionó a la perfección. Además, sabiendo que es bueno para él, Hedgie espera pacientemente a que le den su comida todos los días.
Aunque el tiempo ha pasado, los dos siguen siendo tan inseparables como nunca y por ahora Hedgie vive una vida feliz y sana, a pesar de todas las adversidades.
Source: UPSOCL