Para Lockheed Martin, el mayor fabricante de armas del mundo, el contrato de USD 26 millones de la Fuerza Aérea es una miseria, que fácilmente se pasa por alto en un mar de reconocimientos por varias misiones. El objetivo del contrato, desarrollar un arma láser que pudiera caber en un avión de combate, también podría ser una misión imposible hace unos pocos años atrás.
Pero si la compañía es capaz de desarrollar la tecnología, sería un gran avance en las armas láser que muchos piensan que ya están empezando a transformar la guerra. Otra señal del avance de esta tecnología es que General Atomics ha recibido un contrato de casi USD 9 millones para desarrollar un láser que podría instalarse en un dron.
En los últimos años, el Pentágono ha estado muy interesado en los láseres. A diferencia de las balas, las bombas o los misiles, este tipo de armas limitan el daño a un objetivo específico al tiempo que también limitan el daño colateral. Los láseres viajan a la velocidad de la luz y son relativamente baratos. Y con suficiente poder, pueden disparar durante largos períodos de tiempo sin quedarse sin municiones.
En un avión de combate, podrían ser particularmente efectivos, incluso capaces de derribar misiles, según las autoridades. Piénsalo de esta manera: un arma que dispara a la velocidad de la luz estaría viajando en un avión de combate potencialmente más rápido que la velocidad del sonido para derribar un misil que, a su vez, también viaja a una velocidad supersónica.
Todo lo cual representaría un gran avance en la velocidad y la precisión en el armamento moderno: una “nueva era”, como dice Robert Afzal, miembro de Lockheed Martin.
Pero los rayos láser requieren grandes cantidades de energía para funcionar, y descargan mucho calor, lo que significa que necesitan espacio. Lograr que sean lo suficientemente compactos como para caber en un avión de combate es un desafío enorme, sin mencionar la capacidad de soportar la turbulencia y las cargas que genera un avión de estas características.
Lockheed fabrica el F-35 Joint Strike Fighter, el avión de combate sigiloso que se ha convertido en el sistema de armas más caro de la historia del Pentágono. Pero la compañía no dijo si la prueba láser sería con un F-35 u otro caza.
En 2014, la Marina puso un láser en el USS Ponce, probándolo contra pequeños barcos enjambrados. Desde entonces, a medida que la tecnología ha continuado avanzando, el ejército ha armado camiones y Humvees con láseres. General Atomics, que fabrica los aviones no tripulados Predator y MQ-9B, recibió un contrato de la Agencia de Defensa de Misiles para desarrollar un láser que podría ir en un dron. La compañía se negó a comentar nada acerca de este programa.
Raytheon, mientras tanto, incluso ha puesto un láser en un buggy militarizado. A principios de 2017 equipó un helicóptero Apache con un arma láser por primera vez.
Esa demostración dejó en evidencia que hay un progreso significativo en la tecnología, de acuerdo a Ben Allison, director de la línea de productos láser de alta energía de Raytheon.
“Los láseres que se despliegan fuera del entorno del laboratorio son uno de los grandes obstáculos que tenemos que superar en esta industria. En el laboratorio puedes controlar el medioambiente, incluso la humedad y el polvo. Y los desafíos de poder hacer la transición desde el laboratorio a una plataforma móvil, ya sea en el suelo o en un entorno aerotransportado, son bastante elevados”, agregó.
Es aún más difícil en un avión de combate. Según el contrato, Lockheed tendría que demostrar y probar un láser en un avión de reacción en 2021, algo impensable hace unos años.
“Hace cuatro o cinco años, hubiéramos dicho que tal vez algún día, pero que iba a ser realmente difícil. Ahora ese día se acerca“, apostilla Afzal.
Source: Infobae