Pedro Valtierra era un niño que disfrutaba observar los atardeceres y descubrir pequeños detalles en el extenso paisaje de los Ábregos.
En el mismo día, en la comunidad San Luis de Ábrego, una mujer encendía una vela para honrar a San Pedro, mientras que en una casa cercana, la familia Valtierra recibía a su tercer hijo, al que llamaron Pedro Antonio, nacido de doña Coco Ruvalcaba Carrillo.
Pedrito, cuyos padres eran campesinos, pasó una infancia difícil. A pesar de esto, como cualquier otro niño, le encantaba dibujar en las paredes. Con su pequeña mano, tomaba el gis que había robado de la escuela y plasmaba en los muros lo que percibía de la realidad.
Pedro disfrutaba contemplar los atardeceres, descubrir pequeños detalles en el vasto paisaje de los Ábregos, en las calles de Fresnillo (cuando visitaban el pueblo) y más tarde en las amplias avenidas de la ciudad capital. A los 14 años, Pedro llegó al monstruo junto a sus padres en busca de mejores oportunidades para él y sus 10 hermanos.
Después de mucho tiempo trabajando como bolero, un día Pedro Valtierra tuvo la oportunidad de entrar a un cuarto oscuro. En ese lugar, descubrió su verdadera pasión profesional: la fotografía. Además de capturar imágenes, se dio cuenta de que la fotografía también podía capturar los movimientos del poder y sus cambios, como ascensos, conflictos y depresiones. A partir de ese momento, Pedro Valtierra se consideró no solo un fotógrafo, sino un fotoperiodista.
Es maravilloso ver cómo esa pasión se hizo más fuerte al cubrir tanto las cosas comunes de la vida diaria como la guerra, tanto la opresión como la resistencia del pueblo, tanto los pequeños detalles encantadores como los grandes aspectos monumentales.
Es realmente satisfactorio poder apreciar la obra y el legado de Pedro Valtierra, un talentoso fotógrafo originario de Fresnillo, conocido por plasmar en las paredes imágenes que ahora inmortaliza con su cámara y su dominio de la luz.
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